SENTIMIENTOS DE IRIS ACEITON VENEGAS CON MOTIVO DE LA ENTREGA DE LOS PREMIOS GREGORIO MIMICA , EN EL LICEA ANDRES BELLO
EL PREMIO GREGORIO MIMICA
No es fácil dejar de sentir emoción
al pisar el suelo del gimnasio del Liceo Nº 6 de Hombres, Andrés Bello, de la
comuna de San Miguel. Nos reciben y nos tratan como autoridades a la pequeña comitiva
que en representación de la Corporación UTE-USACH, asistimos a la licenciatura
de los octavos años. A un costado del escenario, una banda de pre- adolescentes
uniformados, entonan y ejecutan canciones de los míticos; “Los Prisioneros”,
hijos ilustres del histórico Colegio y de la otrora combativa Comuna de San
Miguel.
Lentamente el recinto sobriamente
engalanado para tal solemne ocasión, empieza a poblarse de pantalones grises,
de camisas blancas acorbatadas, y chaquetas azules. Los padres y apoderados,
acusando una esmerada dedicación, lucen sus mejores galas en honor al término
de una primera etapa educativa cumplida por sus hijos.
Un joven y sencillo profesor, con
cara de hombre bueno, con el alma de maestro que le asoma por los ojos, arriba
del escenario llama a sus primeros alumnos y con un estrecho abrazo les hace entrega de sus
diplomas. Se suceden los Byron, los Kevin, los Jonathan que se apellidan
Gonzáles o Tapia. Son todavía niños, de tallas enjutas carentes absolutamente
de “genes europeos”. De cabezas negras, pelos hirsutos, ojos obscuros achinados,
brillantes y rebosantes de esa indulgente felicidad que sólo se tiene cuando
todavía no se está consciente del futuro incierto que les depara la inequidad
del mundo en que se vive.
La profesora del octavo B, llama a sus muchachos. Cálida, joven, como
una madre poliparturienta, entre licencia y licencia, besa y abraza a sus
chiquillos. Quizás sintiendo el dolor
del desgarro, de la convicción de que muchos de ellos no podrán seguir
estudiando, y repentinamente tendrán que hacerse hombres entrando obligadamente
a la selva explotadora del trabajo.
Anuncian el Premio Gregorio Mimica
instaurado laboriosamente por nuestro amigo y compañero Juan Manuel Rivera. Los
aplausos tronan las paredes del recinto. La Marcela Lizana lee su bello y
emotivo texto, escrito desde sus entrañas pobladas un día por ese hijo llamado
Gregorio, en honor a nuestro héroe inmolado en nuestra universidad. Alumno de
este popular y digno Liceo. Yo hago entrega de un par de ejemplares de mi
reciente libro al pertinaz y entregado Director, Alejandro Jara, para que forme
parte de la biblioteca del colegio. El espíritu de Goyo está presente en los
jóvenes que guardan el más respetuoso silencio, en los apoderados y padres, en
los profesores. Nos retiramos aplaudidos
y felicitados por la concurrencia, atravesamos
los pasillos y patios, en
sus Diarios Murales se repite la imagen de Salvador Allende y
Víctor Jara. Nosotros nos retiramos con Gregorio Mimica en nuestro corazón.
Viernes 21 Diciembre 2012
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