lunes, 24 de diciembre de 2012



SENTIMIENTOS DE IRIS ACEITON VENEGAS CON MOTIVO DE LA ENTREGA DE LOS PREMIOS GREGORIO MIMICA , EN EL LICEA ANDRES BELLO 
EL PREMIO  GREGORIO MIMICA

No es fácil dejar de sentir emoción al pisar el suelo del gimnasio del Liceo Nº 6 de Hombres, Andrés Bello, de la comuna de San Miguel. Nos reciben y nos tratan como autoridades a la pequeña comitiva que en representación de la Corporación UTE-USACH, asistimos a la licenciatura de los octavos años. A un costado del escenario, una banda de pre- adolescentes uniformados, entonan y ejecutan canciones de los míticos; “Los Prisioneros”, hijos ilustres del histórico Colegio y de la otrora combativa Comuna de San Miguel.

Lentamente el recinto sobriamente engalanado para tal solemne ocasión, empieza a poblarse de pantalones grises, de camisas blancas acorbatadas, y chaquetas azules. Los padres y apoderados, acusando una esmerada dedicación, lucen sus mejores galas en honor al término de una primera etapa educativa cumplida por sus hijos.

Un joven y sencillo profesor, con cara de hombre bueno, con el alma de maestro que le asoma por los ojos, arriba del escenario llama a sus primeros alumnos y  con un estrecho abrazo les hace entrega de sus diplomas. Se suceden los Byron, los Kevin, los Jonathan que se apellidan Gonzáles o Tapia. Son todavía niños, de tallas enjutas carentes absolutamente de “genes europeos”. De cabezas negras, pelos hirsutos, ojos obscuros achinados, brillantes y rebosantes de esa indulgente felicidad que sólo se tiene cuando todavía no se está consciente del futuro incierto que les depara la inequidad del mundo en que se vive.

La profesora del octavo B,  llama a sus muchachos. Cálida, joven, como una madre poliparturienta, entre licencia y licencia, besa y abraza a sus chiquillos. Quizás sintiendo  el dolor del desgarro, de la convicción de que muchos de ellos no podrán seguir estudiando, y repentinamente tendrán que hacerse hombres entrando obligadamente a la selva explotadora del trabajo.

Anuncian el Premio Gregorio Mimica instaurado laboriosamente por nuestro amigo y compañero Juan Manuel Rivera. Los aplausos tronan las paredes del recinto. La Marcela Lizana lee su bello y emotivo texto, escrito desde sus entrañas pobladas un día por ese hijo llamado Gregorio, en honor a nuestro héroe inmolado en nuestra universidad. Alumno de este popular y digno Liceo. Yo hago entrega de un par de ejemplares de mi reciente libro al pertinaz y entregado Director, Alejandro Jara, para que forme parte de la biblioteca del colegio. El espíritu de Goyo está presente en los jóvenes que guardan el más respetuoso silencio, en los apoderados y padres, en los profesores.  Nos retiramos aplaudidos y felicitados por la concurrencia, atravesamos  los pasillos y  patios, en sus  Diarios Murales  se repite la imagen de Salvador Allende y Víctor Jara. Nosotros nos retiramos con Gregorio Mimica en nuestro corazón.



Viernes 21 Diciembre 2012

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