lunes, 20 de agosto de 2007

“HACE CUARENTA AÑOS”

Un recuerdo de hace cuarenta años y puede ser casi una anécdota, pero ¿qué pasa si nos remontamos más allá, un siglo por ejemplo, y el recuerdo de entonces comienza a parecerse demasiado al presente?

Tal vez ha llegado la hora de cuestionarse este suceder del tiempo y de personajes que cambian de rostro para decir siempre lo mismo. Aunque sea falso.
Jordi Berenguer*

Y miente quien dice que no es urgente porque el fantasma del hambre se aparece entre mi gente.
Roque Narvaja

Se cumplen en estos días 40 años desde que un once de agosto de 1967, los alumnos en toma de la Casa Central de la Universidad Católica de Avenida Alameda, entre Portugal y Lira, colgaron en su frontis el famoso e histórico lienzo que señalaba: “¡Chileno: El Mercurio miente!”.¿Qué había despertado esa ingeniosa e imborrable reacción en los alumnos?

Nada más, ni nada menos que un artículo del diario en cuestión donde se denunciaba que el movimiento era “un plan elaborado y divulgado por los comunistas” y dedicaba su esfuerzo editorial a mostrar las divisiones y enfrentamientos en el campo estudiantil, señalando que “en un clima de violentos disturbios se inició la huelga declarada por la FEUC de Santiago. Facciones opuestas de alumnos sostuvieron durante más de dos horas, en la mañana de ayer, una batalla campal en la que utilizaron palos, piedras, planchas de pizarreño e incluso extinguidores contra incendios. Hubo estudiantes contusos, pero ninguno de ellos fue atendido en las postas de urgencia u hospital”. Algo que era absolutamente falso.

El naciente “gremialismo”, dirigido por el difunto Jaime Guzmán, se oponía activamente desde la asamblea estudiantil, indicando que “percibíamos en el movimiento en cuestión un sesgo anarquizante y desquiciador con el cual no cabían transacciones ni componendas, sino al que era menester enfrentar resueltamente. Con [...] la fe en un ideal opuesto a la utopía revolucionaria, levantado con igual o mayor voluntad de lucha [...] de triunfar y no de capitular”.

¿No le parecen conocidas esas frases? ¿No le parece que las dijeron el año pasado cuando se desarrollaba la movilización de los secundarios? ¿No le parece que se dijeron durante la dictadura militar de Pinochet? ¿No le parece haberlas leído en El Mercurio cada cierto tiempo en estos últimos años, aunque también la podrían haber dicho varios medios más? ¿No le parece que parte de la frase de Jaime Guzmán la dijo un subsecretario del Interior de Michelle Bachelet en septiembre del año pasado? –y que quizás la vuelva a repetir en un mes más.

El recuerdo es de hace cuarenta años y puede ser casi anecdótico que sea ese. Se puede decir que es por la cercanía con la fecha en cuestión, pero igualmente nos podemos remontar a cincuenta o cien años.

Por ejemplo, la matanza de la Escuela Santa María de Iquique y ver que los actores del poder o aquellos con cierta presencia pública de esos años (políticos, militares, medios, jueces, iglesia) son los mismos que aún ahora siguen jugando los mismos papeles.

Lo mismo se pudo haber escrito en mayo del año pasado, o en abril de 1983. Estos siguen estigmatizando, marginalizando, demonizando y ahora vulgarizando, por no decir destruyendo, todo aquello que pueda simbolizar o encaminarse a producir un giro, un cambio o un reordenamiento del poder del que tanto gozan y disfrutan en ostentar.

Es como dice la canción de Mauricio Redolés, Michelle y los pingüinos, donde el rol de los medios es farandulizar y transformarlo todo en “zorras y picos”.

Pero lo que agrava el panorama está en el conjunto de ciudadanos que mira como todo esto ocurre sin cuestionarse nada. Entonces la dificultad principal se da en ese rebaño ordenado, modelado y complaciente que concurre a todos los procesos que el poder le ofrece como si fueran la única forma de participar. La pregunta es cómo no se dan cuenta, que antes, ahora y siempre, si es que no hacemos algo por cambiar la cosas,

El Mercurio, los gobiernos, el poder, la iglesia y muchos más: ¡Mienten!, y viven de ello.

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