sábado, 23 de mayo de 2009

YO FUI UNA EMPRENDEDORA DE FERNANDO FLORES



Junto a tres excepcionales profesionales de la salud, (dos Cirujanos Dentistas: Marco Guerrero y Juan Oliver, y la Enfermera Universitaria Iris Guzmán); además del ingeniero de la UTE Manuel Pozo, me tocó liderar el Comité de Defensa de la Gran Avenida.

Fue una hermosa y ejemplarizadora experiencia, donde los vecinos nos unimos para defendernos contra el “flagelo del desarrollo y la modernidad”; que pretendía arrasar con nuestras viviendas y fuentes de trabajo, así como también con nuestros barrios y nuestra identidad, expropiándonos sin aviso y sin clemencia.

Nuestro movimiento espontáneo, creció rápidamente y las más variadas organizaciones sociales adhirieron a él. Por supuesto que despertó el apetito de los políticos de absolutamente todos los sectores. Cual “moneditas de oro”, nos dejamos querer por todos y hábilmente supimos incorporarlos a nuestra lucha, sin preguntar a que partido representaban.

Después de una ardua batalla, “la Gran Avenida no se tocó”, no se expropió y nosotros, sus dirigentes, recibimos ofrecimientos de la mayoría de los partidos, para integrar sus filas y ser candidatos a diferentes cargos de votación popular. Jaime Estévez, el entonces diputado por Puente Alto y sus alrededores, nos invitó a los cinco dirigentes a realizar un “CURSO PARA EMPRENDEDORES”, con el filósofo Fernando Flores.

Nos sentimos realmente honrados y orgullosos, por ese entonces, el “gurú” Flores, era realmente respetado en las altas esferas del empresariado nacional; y agradecidos aceptamos tan valiosa oportunidad.

Nos reunieron en un antiguo hotel capitalino del barrio de la Vega Central. Seríamos unos treinta a treinta y cinco los “elegidos”. Había algunos rostros “tops”, como el de nuestra actual vocera de gobierno Carolina Tohá, periodistas connotados de las Revistas "Análisis" y "Cauce”, dirigentes de los partidos de la Concertación. Desde el primer momento se nos recalcó lo que costaba materialmente el curso, lo privilegiados que éramos al poder acceder a él, sin desembolsar ni un céntimo.

Entidades como Chilectra, la Compañía De Teléfonos y otras mega empresas pagaban millones por el mismo, para adiestrar a su plana mayor de ejecutivos, nosotros jamás de una manera particular habríamos podido llegar a cursarlo; se nos enrostraba sin la menor discreción.

El maestro de ceremonia era un alto dirigente del MDP, hablaba de Flores como quien habla de un iluminado, hasta con veneración. Nos recalcó con vehemencia que nosotros íbamos a aprender, a aprender y gratis; jamás podríamos discutirle al “gurú”. No se aceptaban lucimientos personales. El gran filósofo no permitía interrupciones y menos discusiones baratas.

Una escuadra de subalternos, sin dejar ningún cabo suelto, creando un especial ambiente, con la expectación de quienes esperan a un icono del rock, le prepararon su entrada triunfal. Tiene el aspecto de un jabalí, es alto, pero su gran volumen abdominal le hace ver de unas extremidades cortas y no acordes con su gran masa corporal. De unos ojillos pequeños, oscuros y brillantes, mira con gran fijeza y desconfianza. Su respiración es bulliciosa y jadeante, como la de un asmático, (hablo de más de 10 años atrás), como la de un gran bovino herido, que de un momento a otro puede quedar tirado. Es tan arrogante, tan increíblemente vanidoso, a pesar de poseer un físico tan poco deseado, que desde el primer momento proyecta un rechazo entre sus interlocutores. Desde su posición privilegiada, de pie, encaramado en un alto estrado, nos interrogó uno por uno. Le interesó de sobremanera saber del mundo político del cual veníamos, mucho más que la función social que desempeñábamos. Así me impuse de la gran cantidad de concejales, alcaldes y otros dirigentes internos de los partidos Socialistas y PPD, y muy pocos Radicales que componían nuestro grupo. Un secretario anotaba afanosamente el origen político de cada uno de nosotros, dato, que más tarde comprendería le sería de suma importancia.

Después de narrar parte de su historia personal, acentuando exageradamente sus logros económicos, nos habló de la vida, de los seres humanos y el desencanto de la gente con la política, con la política pequeña y mentirosa.

LA LEALTAD Y LA DECENCIA, eran los valores más escasos en los políticos chilenos, de todos los sectores. Vertiginosamente su audaz discurso nos fue encantando. ¡Cuánta razón le encontrábamos! Nos invitaba a volver a creer, a pensar que todavía era posible cambiar el mundo, que nada había sido en vano. Empezaríamos por cambiar nosotros como seres humanos, nosotros los “escogidos”, los encargados de construir las directrices del mundo. Debíamos ganarnos la confianza de la “gente”, esa misma “gente” que años atrás denominábamos “pueblo”. No defraudarlos con falsas promesas. Nuestra misión era desde adentro cambiar “el estilo de hacer política”, y empezaríamos en primer lugar, por cambiar nosotros mismos.

Para semejante cambio nos ofrecía este curso “gratis”, ¡Qué inmerecido honor!, ¡Cuán afortunado éramos! Un actor nos adiestraría en expresión corporal. Un profesor de lenguaje, nos enseñaría dicción. Un sicólogo sacaría lo mejor de nosotros y nos enseñarían a potenciar estas cualidades y trabajar las malas experiencias para alejarlas de nuestra vida diaria. Finalizaríamos el cónclave con una gran fiesta. Con la entrega del más bello de los diplomas, el diploma que acreditaría el cambio que habrían experimentado nuestras vidas. En resumen seríamos seres humanos más justos, mejores, dispuestos a construir y dar lo mejor de nosotros.

Se comentaba abiertamente que su único y gran anhelo era el de ser Presidente de la República y a sus lugartenientes no les cabía duda alguna que iba llegar a serlo.

Un serio y respetable concejal socialista fue su primer “conejillo de indias”. Después de interrogarlo respecto a sus pretensiones políticas, lo hizo caminar delante de todos nosotros. Se burló sin piedad de absolutamente todo lo que éste, como persona proyectaba, según su afiebrada teoría. Se rió de su manera de vestir, de su caminar, de su manera de hablar, de sus muletillas. No escatimó en adjetivos soeces de todo tipo, se rió hasta de la suela gastada de sus gastados zapatos. ¡Y así querís ser Alcalde pobre huevón! ¡Con esta pinta dai lástima! El rostro del dirigente se tornaba cada vez más lívido y su espalda se encorvaba más y más. Estábamos impactados, nadie atinó a decir palabra alguna. No fuimos capaces de encararlo, demasiado nos habían advertido, estábamos eficazmente aleccionados. Demás está decir que nunca más volvimos a ver al político socialista.

Jamás se burló de esa manera de un camarada suyo, solo humilló a los que no tenían que ver con su partido.

Con mis amigos de la Gran Avenida, empezamos a inquietarnos. El gran filósofo empezó a parecernos “un gran charlatán”. Poco a poco el grupo se fue desintegrando. Una vez, delante del curso en pleno, a uno de los monitores lo encaré, demostrándole que estaban mintiéndonos y vendiéndonos la “pomada”, de peor forma que los políticos tradicionales, sus argumentos fueron tan débiles que al final me pidió que me quedara al final de la clase, para conversar con él. Sin preámbulos me conminó a pedirle lo que necesitara, sin entenderle le exigí que fuera más claro. No estas aquí para hacernos olitas me contestó. Recién vine a entender lo que quería decirme la mano derecha de Fernando Flores.

Nunca nos graduamos del CURSO PARA EMPRENDEDORES, nunca recibimos el diploma del cual tendríamos que sentirnos orgullosos, durante toda nuestra vida. Nunca más lo vimos. Jamás nos dio una explicación del porqué no cumplió con todo lo que nos prometió.

El quería ser Presidente de la República ¡De la buena que nos salvamos los chilenos!

IRIS ACEITÓN

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