miércoles, 12 de octubre de 2011

CRÓNCA DE IRIS ACEITON SOBRE EL 18 CHICO DE LA UTE EN LA SELVA



La selva, territorio de los afectos

El rito se repite como siempre. Es el primer sábado de octubre, como cada año. Hacen doce que obviamente, llueva o truene; nos juntamos en el hogar de Osiel, quien lleno de grandeza nos recibe y abre su casa de par en par para que allí fluyan los más bellos sentimientos de la amistad, del amor, de los recuerdos por aquellos que ya no están, de los que perdieron la vida luchando por modificar este mundo; de todos aquellos que en el camino se han quedado y cuya huella indeleble nos alumbrará eternamente.

El día está gris y presagia lluvia, no le tememos a las variables del clima; la gente acude igual a la cita, nos hemos juntado con el aguacero sobre nuestras cabezas, entre los charcos, capeando la ventisca. Nada podrá impedir que se realice una nueva fiesta del reencuentro.

Son poco más de las once de la mañana. Llegamos con Giorgio, mi nieta Antonella, Cristina, Emilio. Las maravillosas mujeres de Tres y Cuatro Álamos ya están construyendo su quiosco. Helena, Luisa y Adela se mueven como peces en el agua, un largo lienzo que las identifica, sobresale de un mesón, junto a los hornos de barro, donde venderán sus productos. Largos mesones son vestidos con manteles albos bajo la arboleda añosa que engalana el familiar patio.



Me ubico frente a los tenues rayos de sol que atraviesan el tupido follaje de los árboles. Llegan Alex y su hija Paloma, dispuestos a cooperar como de costumbre. Escribo como cada año los grafitis que colgarán desde las ramas, de los postes, de los escaños. Los copio de grandes poetas, los modifico, los invento para la gran ocasión. Cecilia mi amiga, para justificar su tardanza nos regala chocolates. La Pelo y su nieta Sofía se integran al Comité Creativo. De un Colegio de Avenida Matta, extraje éste que impacta por su mensaje sencillo y potente para los tiempos que corren: “Algunos pasarán de curso, otros pasarán a la historia”.

Carmen y Juan se acomodan con sus bártulos. El gran galpón techado está adornado de guirnaldas y banderas chilenas, es el escenario donde los artistas amenizarán la fiesta. La presencia de Alberto Ríos junto a su preciosa Lily, nos llena de regocijo; es saludado por todos con el más sincero respeto y admiración. ¡Cómo no recordar los años de esa FEUT gloriosa que él encabezó! ¡Después de tanto tiempo, se juntan los tres más potentes dirigentes estudiantiles de aquella época dorada de la UTE: Alejandro Yáñez, Alberto Ríos y Osiel Núñez!



La atmósfera de la Selva se entibia, el olor a leño, al amasijo que prepara cada año Amelia y su hermana, el aroma a las empanadas; calienta el ambiente y también los corazones. Alejandro Pavez, cariñoso y “abuenador de voluntades”, Tito Peña junto a su entrañable Martita, Sergio Moris después de mucho tiempo, más delgado y de buen aspecto.

Son tantos los que llegan, diviso a la Ana González, madre de todos nosotros, voy a su encuentro, la abrazo. Ella personifica todo el estoicismo de la mujer chilena, su bravura, su entereza, que las garras del horror vivido, ni nada ni nadie logró doblegar.



La Chalía, no olvida su rol de dirigente del Magisterio; en una mesa a la entrada de la casa se dispone a recibir a los votantes del plebiscito organizado por los profesores, en la cola me abrazo con Brígida, saludo a la dulce María Litcham, su compañero de toda la vida, Sergio Moscoso.

Mi amiga Leo, viene de Valparaíso a la cita, con su hermana Alicia y su sobrina. Desde la misma zona vienen Rosita Torres y su compañero.
Lucho y su madre, junto a Griselda. Pequeña y hermosa, su madre, lúcida y vigente converso con ella durante largos momentos.

La Familia Uteína permanece unida y se multiplica. Fedora junto a Javier, sus dos hermosos varones; uno de ellos la hizo abuela, ella ufana muestra su hermosa descendencia. Carlos, hijo de Cristina, nos muestra su polola. Analú y su hija Ximena, nos trae a su nieto Mateo, quien a su vez es compañero de curso de mi nieta Antonella.



Llegaron también mis dos hijos: Gianni, e Ítalo junto a su enamorada Sofía, quienes inmediatamente se incorporan a este maravilloso fogón humano. . Jóvenes, niños y maduros, juegan un interminable partido de futbol. Antonella y Sofía se solazan con los animales de la Selva: el brioso caballo Galopo, el gentil cabro Federico, el porcino, el señor ganso, los perros y sus cachorros.

El Instituto Tecnológico aporta sus mejores dirigentes, Sergio Muñoz y Mary, la Paty, el Jecho y Gastón, Pepe y Apolo en una rueda humana de la hermandad. Domingo Araya, Mario Urzúa y Mauricio representan a las provincias de la UTE.



Las mujeres de la U. de Chile también se hacen presentes, me abrazo con Angélica Vega, amiga entrañable de Osiel, por lo tanto, también amiga mía. Está Elisa Neumann, la María Victoria y su amiga colorina de grandes ojos azules.
Ítalo me presenta a su ex suegra, Carol Araya, sobrina del querido “Salvaje”, nuestro Hugo Araya, nuestro primer mártir, asesinado en la misma universidad.

Nos conectamos inmediatamente con Carol, hermosa y juvenil, su calidez me traspasa entera y nos prometemos seguir en contacto. Saludo a la tierna Elvira, su marido, mi amigo de la niñez, Pedro Hermosilla. Juan Manuel Rivera reparte un néctar de conchas que le ha preparado su hermosa Ana María. Julio Hernández, nuestro negro Julio está nuevamente con nosotros. Diviso a Alfonso Hinojosa, nos saludamos felices. Ahí está el parsimonioso Héctor Kol, lo contrasta la figura efervescente de Mario Hoare.



El grupo de huasos hacen su aparición, vestidos impecables. Ellos con sus trajes negros, botas y espuelas que tintinean cadenciosamente al ritmo de sus pasos de baile. Ellas con sus vestidos multicolores, de innumerables enaguas con un gran ruedo, que empiezan en sus talles delgados llenos de femeninos remilgos. También está el grupo de los pequeños huasos, junto a las chinitas que bailan a la perfección, sin nada que envidiarles a los adultos. Los pié de cuecas se repiten, la concurrencia alborotada tañen y aplauden al ritmo de los acordes de la música nacional. Los primeros bailarines del público, salen del anonimato, se atreven y bailan primero tímidamente, después se sublevan ayudados también por el néctar de los dioses que se les ha subido a la cabeza.



Max Berrú nos alimenta el alma con sus bellos poemas hecho canciones, lo acompaña luego la voz melodiosa de Aurora, quien nos sorprende gratamente, con sus dotes artísticas “que bien guardadas tenía.

¡”La carne rechina en las asaderas, los aromas se confunden, dando como resultado una fragancia culinaria casi afrodisíaca. Los corazones se explayan, los abrazos se prolongan, los ojos brillantes dan paso a la nostalgia, a los recuerdos adornados muchas veces por el manto del tiempo, que a veces confunden, en otras tergiversan. Los abrazos emocionados se suceden; los reencuentros de tantos que la vida y el tiempo separaron, pero la porfía de una memoria que no renuncia y que no da tregua a la indiferencia, se antepone. Y aquí estamos otra vez, ya añorando ”el dieciocho chico próximo” y desafiando imperturbablemente al olvido.
Iris Aceitón
Sábado, 9 Octubre del 2011

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