TEXTO INTEGRO DE LAS PALABRAS DE SALUDO DE LUIS EDUARDO VERDUGO REYES, EX DIRIGENTE DE LA FEDERACION DE ESTUDIANTES DE LA UTE , EN NOMBRE DE LA CORPORACION SOLIDARIA UTE-USACH , FRENTE AL MONOLITO DE DON ENRIQUE KIRBERG B.
PALABRAS
PARA UN GRANDE
Se me ha solicitado que tenga el inmerecido honor de
decir algunas palabras en recuerdo de aquel que fue quien encarnó en su persona los anhelos y aspiraciones de toda una
generación de estudiantes, funcionarios y académicos por el cambio, por la
Reforma, por la refundación de una nueva
Universidad, la Universidad esencialmente democrática, capaz de formar,
investigar y difundir el quehacer universitario al más alto nivel. Como
decíamos en nuestras publicaciones estudiantiles: una Universidad de barrio como
la mejor del centro.
Esa persona fue el querido Rector Enrique Kirberg
Baltiansky, el Rector de la Reforma.
Don Enrique, en un principio, no era para nosotros los
estudiantes de esa época, el candidato reformista ideal para ocupar el cargo de
Rector de la Universidad Técnica del Estado. No cumplía, según estimábamos en
la dirigencia estudiantil, los requisitos revolucionarios para ser nuestro
representante en dicho puesto. Su perfil no era el de un líder de verba
flamígera y de gestualidad espectacular, más bien nos decepcionaba su pulcra
estampa de caballero inglés, sus ademanes de salón, su, a veces, desesperante
parsimonia. Imagínense Uds. un líder reformista para la UTE que saludaba hasta a
sus adversarios dándoles la mano, que, por si fuera poco, usaba corbata, vestía
elegantemente y manejaba un Mercedes
Benz. Nos lo imaginábamos hasta con mayordomo en su casa.
Ante nuestras vacilaciones, el estamento académico
rápidamente nos puso en línea. Sus sólidos argumentos dándonos a conocer la
trayectoria académica, gremial y política de Don Enrique nos hizo cambiar en
noventa grados en nuestra equivocada percepción. Los otros noventa los aportó
el conocer personalmente al futuro Rector. Su cultura, su larga trayectoria
gremial, su solvencia profesional, su estatura académica reconocida
internacionalmente, su consecuencia política de toda una vida, nos impactaron
profunda y favorablemente. Pero por sobre toda otra consideración, lo que nos
marcó a fuego para siempre fueron su calidez humana y la empatía que siempre
mostró con los dirigentes del movimiento estudiantil.
Su permanente preocupación para con nosotros lo demostró en muchas ocasiones a lo
largo de su gestión como Rector, pero quisiera recordar una que lo retrata de
cuerpo entero: durante la aciaga noche del 11 al 12 de Septiembre, doña Inés,
su compañera de toda la vida, le preparó una modesta cena cociéndole un pollo.
Antes de comer él, le rogó a su esposa que hiciera crecer el cocido para que
nos convidara un plato de sopa a quienes velábamos en su privado de la
rectoría. Ese gesto, más que aportarnos calorías a nuestros estómagos, nos
entibió un poco el alma, triste y fría con las noticias de la muerte del
Presidente de la República, compañero Salvador Allende Gossens y la derrota de nuestro proyecto
revolucionario.
Como algunos de Uds. saben fui presentador de Don Enrique
en todos los actos de aquella primera campaña en Santiago y también en varias
de las sedes de la UTE en las provincias de aquellos años a las que me tocó
acompañarle. Me constituí por tanto, en testigo privilegiado del cambio en la
valoración de su persona por parte de la dirigencia estudiantil y del cariño
que le fueron entregando todos los estudiantes a lo largo del país. El resto es
historia conocida, encarnando los sueños y anhelos de cambio de la mayoría de
los miembros de la comunidad universitaria. Don Enrique arrasó en la elección
en el estamento estudiantil y entre los
no académicos de la Corporación, convirtiéndose en el primer Rector de la
Reforma.
Lo que erradamente evaluamos como un déficit de su
personalidad: su pulcra imagen y su hablar pausado, tuvimos que constatar que
se transformó en un plus, toda la comunidad comenzó a sentir una genuina
admiración por el líder reformista al frente de la UTE. Sentíamos orgullo de
tener una persona como Don Enrique Kirberg como Rector capaz de plantarse de
igual a igual frente a los Rectores de las otras Universidades tradicionales.
Al fin teníamos un Rector- Rector con mayúscula.
Al llegar el momento en que como parte de la nueva
institucionalidad reformada debió realizarse una nueva elección para la
renovación de las autoridades superiores de la Universidad, nadie tuvo dudas
acerca de quién debía ser el candidato de la reforma a la Rectoría. Con la
entrega y la modestia de siempre, recorrió
nuevamente el país entero, pidiendo el apoyo, no para él, sino para el proyecto
reformista en marcha. De sede en sede fue explicando lo que las fuerzas
reformistas que él encabezaba pretendían. El triunfo fue arrollador, ganó en
los tres estamentos de la comunidad universitaria. Al día siguiente de la
victoria parecía que hasta las flores de su querido rosedal lucían más hermosas.
Que lindos y fecundos fueron aquellos años. Más de una
vez los deseos y sueños del Rector Kirberg nos dejaban atrás, tanto era su afán
de estructurar rápidamente una nueva y grande Universidad que no solo se
preocupara de la formación tecnológica de sus estudiantes sino que
paralelamente de su crecimiento humanista.
Todo terminó con el ensañamiento contra nuestra casa de
estudio por parte de la dictadura militar. Fueron 17 años de oscuridad, pero
finalmente la democracia se impuso en nuestra Patria y por ende en el Campus Universitario. Don Enrique retornó del exilio y nuestra Casa de Estudios
lo honró con el grado de Doctor Honoris Causa.
Se requerirían muchas páginas para decir todo lo que
representó para nosotros la Universidad, la personalidad del Rector Kirberg,
pero no es hoy el tiempo de hacerlo. Finalmente podemos decir que nada es lo
mismo como aquella época, todo ha cambiado: el mundo, nuestro país, nuestra
universidad – hoy se llama de otra forma – nosotros mismo y con franqueza, a
excepción de la muerte del odiado Lord Vader, no siempre ha sido para mejor,
pero hay algo que felizmente no ha cambiado: nuestra adhesión a la memoria del
gran Rector. El tiempo transcurrido no ha debilitado los estrechos lazos
forjados en la lucha por la Reforma entre don Enrique, los estudiantes, los
académicos y funcionarios, colaboradores de ayer, asistentes a este acto hoy.
Queridos compañeros y queridas compañeras: físicamente el
querido rector ya no está con nosotros, pero
en espíritu siempre lo estará. Se dice que nadie está verdaderamente muerto
mientras haya alguien que lo recuerde y Ud. Don Enrique está en la memoria de los
cientos de hijos de la UTE. Su ejemplo y su imagen están grabados aquí en
nuestra mente y acá en nuestro corazón.
Ello ocurre con los grandes y Ud., sin lugar a dudas, lo
era y siempre lo será.
Muchas gracias por escucharme.
Universidad
de Santiago, 11 de Septiembre de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario