jueves, 13 de septiembre de 2012



TEXTO INTEGRO DE LAS PALABRAS DE SALUDO DE LUIS EDUARDO VERDUGO REYES, EX DIRIGENTE DE LA FEDERACION DE ESTUDIANTES DE LA UTE , EN NOMBRE DE LA CORPORACION SOLIDARIA UTE-USACH  , FRENTE AL MONOLITO DE DON ENRIQUE KIRBERG B.

PALABRAS PARA UN GRANDE

            Hace 39 años del aciago día en que la fuerza se impuso a la razón, nos encontramos, queridos amigos y amigas, compañeros y compañeras, camaradas y sobrevivientes todos, reunidos en este ritual de reconocimiento de todos aquellos que cayeron por sus ideales, asesinados por la barbarie fascista. La presencia aquí de todos nosotros convocados por el legado de su ejemplo es la prueba de que al fin y al cabo fue  la razón la que venció a la fuerza.
            Se me ha solicitado que tenga el inmerecido honor de decir algunas palabras en recuerdo de aquel que fue quien  encarnó en su persona  los anhelos y aspiraciones de toda una generación de estudiantes, funcionarios y académicos por el cambio, por la Reforma, por la  refundación de una nueva Universidad, la Universidad esencialmente democrática, capaz de formar, investigar y difundir el quehacer universitario al más alto nivel. Como decíamos en nuestras publicaciones estudiantiles: una Universidad de barrio como la mejor del centro.
            Esa persona fue el querido Rector Enrique Kirberg Baltiansky, el Rector de la Reforma.
            Don Enrique, en un principio, no era para nosotros los estudiantes de esa época, el candidato reformista ideal para ocupar el cargo de Rector de la Universidad Técnica del Estado. No cumplía, según estimábamos en la dirigencia estudiantil, los requisitos revolucionarios para ser nuestro representante en dicho puesto. Su perfil no era el de un líder de verba flamígera y de gestualidad espectacular, más bien nos decepcionaba su pulcra estampa de caballero inglés, sus ademanes de salón, su, a veces, desesperante parsimonia. Imagínense Uds. un líder reformista para la UTE que saludaba hasta a sus adversarios dándoles la mano, que, por si fuera poco, usaba corbata, vestía elegantemente  y manejaba un Mercedes Benz. Nos lo imaginábamos hasta con mayordomo en su casa.
            Ante nuestras vacilaciones, el estamento académico rápidamente nos puso en línea. Sus sólidos argumentos dándonos a conocer la trayectoria académica, gremial y política de Don Enrique nos hizo cambiar en noventa grados en nuestra equivocada percepción. Los otros noventa los aportó el conocer personalmente al futuro Rector. Su cultura, su larga trayectoria gremial, su solvencia profesional, su estatura académica reconocida internacionalmente, su consecuencia política de toda una vida, nos impactaron profunda y favorablemente. Pero por sobre toda otra consideración, lo que nos marcó a fuego para siempre fueron su calidez humana y la empatía que siempre mostró con los dirigentes del movimiento estudiantil.
            Su permanente preocupación para con  nosotros lo demostró en muchas ocasiones a lo largo de su gestión como Rector, pero quisiera recordar una que lo retrata de cuerpo entero: durante la aciaga noche del 11 al 12 de Septiembre, doña Inés, su compañera de toda la vida, le preparó una modesta cena cociéndole un pollo. Antes de comer él, le rogó a su esposa que hiciera crecer el cocido para que nos convidara un plato de sopa a quienes velábamos en su privado de la rectoría. Ese gesto, más que aportarnos calorías a nuestros estómagos, nos entibió un poco el alma, triste y fría con las noticias de la muerte del Presidente de la República, compañero Salvador Allende Gossens  y la derrota de nuestro proyecto revolucionario.
            Como algunos de Uds. saben fui presentador de Don Enrique en todos los actos de aquella primera campaña en Santiago y también en varias de las sedes de la UTE en las provincias de aquellos años a las que me tocó acompañarle. Me constituí por tanto, en testigo privilegiado del cambio en la valoración de su persona por parte de la dirigencia estudiantil y del cariño que le fueron entregando todos los estudiantes a lo largo del país. El resto es historia conocida, encarnando los sueños y anhelos de cambio de la mayoría de los miembros de la comunidad universitaria. Don Enrique arrasó en la elección en el estamento estudiantil  y entre los no académicos de la Corporación, convirtiéndose en el primer Rector de la Reforma.
            Lo que erradamente evaluamos como un déficit de su personalidad: su pulcra imagen y su hablar pausado, tuvimos que constatar que se transformó en un plus, toda la comunidad comenzó a sentir una genuina admiración por el líder reformista al frente de la UTE. Sentíamos orgullo de tener una persona como Don Enrique Kirberg como Rector capaz de plantarse de igual a igual frente a los Rectores de las otras Universidades tradicionales. Al fin teníamos un Rector- Rector con mayúscula.
            Al llegar el momento en que como parte de la nueva institucionalidad reformada debió realizarse una nueva elección para la renovación de las autoridades superiores de la Universidad, nadie tuvo dudas acerca de quién debía ser el candidato de la reforma a la Rectoría. Con la entrega y la modestia de siempre,  recorrió nuevamente el país entero, pidiendo el apoyo, no para él, sino para el proyecto reformista en marcha. De sede en sede fue explicando lo que las fuerzas reformistas que él encabezaba pretendían. El triunfo fue arrollador, ganó en los tres estamentos de la comunidad universitaria. Al día siguiente de la victoria parecía que hasta las flores de su querido rosedal lucían más hermosas.
            Que lindos y fecundos fueron aquellos años. Más de una vez los deseos y sueños del Rector Kirberg nos dejaban atrás, tanto era su afán de estructurar rápidamente una nueva y grande Universidad que no solo se preocupara de la formación tecnológica de sus estudiantes sino que paralelamente de su crecimiento humanista.
            Todo terminó con el ensañamiento contra nuestra casa de estudio por parte de la dictadura militar. Fueron 17 años de oscuridad, pero finalmente la democracia se impuso en  nuestra Patria y por ende en el  Campus Universitario. Don Enrique  retornó del exilio y nuestra Casa de Estudios lo honró con el grado de Doctor Honoris Causa.
            Se requerirían muchas páginas para decir todo lo que representó para nosotros la Universidad, la personalidad del Rector Kirberg, pero no es hoy el tiempo de hacerlo. Finalmente podemos decir que nada es lo mismo como aquella época, todo ha cambiado: el mundo, nuestro país, nuestra universidad – hoy se llama de otra forma – nosotros mismo y con franqueza, a excepción de la muerte del odiado Lord Vader, no siempre ha sido para mejor, pero hay algo que felizmente no ha cambiado: nuestra adhesión a la memoria del gran Rector. El tiempo transcurrido no ha debilitado los estrechos lazos forjados en la lucha por la Reforma entre don Enrique, los estudiantes, los académicos y funcionarios, colaboradores de ayer, asistentes a este acto hoy.
            Queridos compañeros y queridas compañeras: físicamente el querido rector ya no está con nosotros,  pero en espíritu siempre lo estará. Se dice que nadie está verdaderamente muerto mientras haya alguien que lo recuerde y Ud. Don Enrique está en la memoria de los cientos de hijos de la UTE. Su ejemplo y su imagen están grabados aquí en nuestra mente y acá en nuestro corazón.
            Ello ocurre con los grandes y Ud., sin lugar a dudas, lo era y siempre lo será.
            Muchas gracias por escucharme.
           
                                               Universidad de Santiago, 11 de Septiembre de 2012.

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