EN
LA SELVA, DESPUÉS DE CUARENTA AÑOS ESCRIBE IRIS ACEITON VENEGAS
La mañana nos despierta luminosa, esta vez no tendremos que lidiar
contra las inclemencias del inestable clima que azota a casi todo el planeta.
Santiago está bordado de brotes primaverales y los incipientes rayos de luz abrigan los rincones de la ciudad y también
nuestros corazones que se preparan para vivir otra jornada de amistad. Así nos recibe la vieja casona de Osiel,
enquistada en la larga, polvorienta y
pueblerina calle de la comuna de
San Bernardo.
Arribamos temprano, Juan y
la Carmen nos han ganado la partida. “El huaso falso” con una cerveza en la mano, departiendo con
otros concurrentes, la diligente Carmencha, ubicando los enseres que
ornamentarán el añoso patio. Todos los presentes comenzamos a preparar el
escenario de la convocatoria. Giorgio junto a los demás hombres, se disponen a situar
los pesados mesones alrededor de
los enormes pinos perfumados que
engalanan la platea de tierra firme. Rápidamente se van sumando los feligreses,
lo que da el inicio a un interminable y magnífico desfile de saludos entre
abrazos, besos y palabras llenas de amor ante el reencuentro. En las largas
mesas vestidas de blancos manteles depositan sus viandas, bártulos y bebestibles.
Ya a estas alturas, el
jardín de La Selva está engalanado. Guirnaldas, banderas, grafitis; con
leyendas sentidas recordando a nuestros muertos, además de letreros con frases mordaces y feministas escritas por no
sé qué manos moras. En el frontis del galpón que nos sirve de escenario, entre las anaranjadas
banderas de la UTE VIVE, el rostro del que fuera nuestro inolvidable rector don Enrique Kirberg, el pendón con la
larga lista de nuestros mártires, el
rostro moreno de nuestro Víctor Jara, exigiendo justicia por su alevoso crimen,
como bandera erguida en el nombre de
todas las víctimas y la lucha de sus familiares tras la escurridiza justicia con todos sus crímenes aún sin resolver.
El humo del carbón de las parrillas, fragante a carnes de vacunos y pollos asados recorre todos los escondrijos
de La Selva, nadie escapa ante este seductor aroma. El tradicional y
exquisito pan amasado por Amelia es rápidamente devorado por la
concurrencia. Una sinfonía de platos,
con ecos de tenedores y cuchillos en
manos de sus ansiosos dueños forma una animada fila frente a los asadores. Los
mesones están atiborrados de expectantes comensales. Los representantes del
Instituto Tecnológico agrupados por un lado, más allá los Ingenieros, los
Químicos, el Pedagógico por este lado. Las sedes de la UTE con Mario Urzúa de
Concepción, Domingo Araya de La Serena. Tres y Cuatro Álamos con la insigne
Luisa Stagno a la cabeza. El exitoso e irreverente diario digital “El Pilín”,
con su plana mayor encabezado por su director Ricardo Farrú. Generaciones
jóvenes, de hijos, nietos. Carlos, hijo de mi amiga Cristina. Ítalo y Gianni, con sus amigos: Conozco y
empiezo a querer a la hermosa y cálida Patty Lara, a su pareja Nicolás, francés,
tierno y deseoso de saber más de Chile. Compartimos confidencias, enfermedades,
penas y alegrías; tragos, ensaladas,
exquisiteces…
El dueño de casa y artífice de esta maravillosa fiesta, Osiel Núñez nos da la bienvenida, con sentidas y
esperanzadoras palabras. Huasos montados en briosos caballos invaden el predio,
cantores guitarras en manos entonan hilarantes cuecas, las que son seguidas
por parejas de avezados bailarines,
contagiando de auténtica alegría a la desbordada concurrencia. Max
Berrú con su grupo de jóvenes músicos nos brinda y evoca el mítico Canto al Programa. La talentosa nieta de
Amelia y Alex nos regala hermosas canciones.
Han transcurrido cuarenta
años desde que un rayo alevoso y pervertido cayera sobre la patria,
diseminándola en mil pedazos.
Formamos parte de esos mil pedazos que rehechos y
obstinados burlamos al odio, la tortura y la muerte. Los asesinados por las manos viles de civiles y militares chilenos nunca morirán,
mientras sigamos escribiendo la memoria de ese Chile mutilado que no encontrará
paz, hasta alcanzar la tan anhelada y necesaria justicia. Justicia que si
nuestra generación no alcanza a vislumbrar, el reencuentro en la Selva de Osiel
será imperecedero. Quizás algún día cambie el lugar físico de reunión y los protagonistas. Cuando nosotros no estemos, vendrán las
generaciones de recambio que seguirán exigiendo castigo a los culpables de los crímenes perpetrados
contra nuestras víctimas.
Sábado 05 de Octubre de 2013
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