miércoles, 9 de octubre de 2013



EN LA SELVA, DESPUÉS DE CUARENTA AÑOS ESCRIBE IRIS ACEITON VENEGAS


La mañana nos despierta  luminosa, esta vez no tendremos que lidiar contra las inclemencias del inestable clima que azota a casi todo el planeta. Santiago está bordado de brotes primaverales y  los incipientes rayos de luz  abrigan los rincones de la ciudad y también nuestros corazones que se preparan para vivir otra jornada de amistad.  Así nos recibe la vieja casona de Osiel, enquistada en la larga, polvorienta y  pueblerina  calle de la comuna de San Bernardo.

Arribamos temprano, Juan y la Carmen nos han ganado la partida. “El huaso falso”  con una cerveza en la mano, departiendo con otros concurrentes, la diligente Carmencha, ubicando los enseres que ornamentarán el añoso patio. Todos los presentes comenzamos a preparar el escenario de la convocatoria. Giorgio junto a los demás hombres, se disponen a  situar  los pesados  mesones alrededor de los enormes pinos perfumados  que engalanan la platea de tierra firme. Rápidamente se van sumando los feligreses, lo que da el inicio a un interminable y magnífico desfile de saludos entre abrazos, besos y palabras llenas de amor ante el reencuentro. En las largas mesas vestidas de blancos manteles depositan sus viandas, bártulos  y bebestibles.


Ya a estas alturas, el jardín de La Selva está engalanado. Guirnaldas, banderas, grafitis; con leyendas sentidas recordando a nuestros muertos, además de letreros con  frases mordaces y feministas escritas por no sé qué manos moras. En el frontis del  galpón que nos sirve de escenario, entre las anaranjadas banderas de la UTE VIVE, el rostro del que fuera  nuestro inolvidable  rector don Enrique Kirberg, el pendón con la larga lista de nuestros mártires,  el rostro moreno de nuestro Víctor Jara, exigiendo justicia por su alevoso crimen, como bandera erguida en el nombre  de todas las víctimas y la lucha de sus familiares  tras la escurridiza  justicia con  todos sus crímenes aún sin resolver.

El humo del carbón  de las parrillas, fragante a carnes de  vacunos  y pollos asados recorre todos los escondrijos de La Selva, nadie  escapa ante este  seductor aroma. El tradicional y exquisito  pan amasado por  Amelia es rápidamente devorado por la concurrencia. Una sinfonía de  platos, con  ecos de tenedores y cuchillos en manos de sus ansiosos dueños  forma  una animada fila frente a los asadores. Los mesones están atiborrados de expectantes comensales. Los representantes del Instituto Tecnológico agrupados por un lado, más allá los Ingenieros, los Químicos, el Pedagógico por este lado. Las sedes de la UTE con Mario Urzúa de Concepción, Domingo Araya de La Serena. Tres y Cuatro Álamos con la insigne Luisa Stagno a la cabeza. El exitoso e irreverente diario digital “El Pilín”, con su plana mayor encabezado por su director Ricardo Farrú. Generaciones jóvenes, de hijos, nietos. Carlos, hijo de mi amiga Cristina.  Ítalo y Gianni, con sus amigos: Conozco y empiezo a querer a la hermosa y cálida Patty Lara, a su pareja Nicolás, francés, tierno y deseoso de saber más de Chile. Compartimos confidencias, enfermedades, penas y alegrías;  tragos, ensaladas, exquisiteces…


El dueño de casa y  artífice de esta maravillosa fiesta, Osiel  Núñez nos da la bienvenida, con sentidas y esperanzadoras palabras. Huasos montados en briosos caballos invaden el predio, cantores guitarras en manos entonan hilarantes cuecas, las que son seguidas por  parejas de avezados bailarines, contagiando de auténtica alegría a la desbordada concurrencia.  Max  Berrú con su grupo de jóvenes músicos nos brinda  y evoca el mítico  Canto al Programa. La talentosa nieta de Amelia y Alex nos regala hermosas canciones.

Han transcurrido cuarenta años desde que un rayo alevoso y pervertido cayera sobre la patria, diseminándola en mil pedazos.
Formamos parte de esos mil pedazos que rehechos y obstinados burlamos al odio, la tortura y la muerte. Los asesinados  por las manos viles  de civiles y militares chilenos nunca morirán, mientras sigamos escribiendo la memoria de ese Chile mutilado que no encontrará paz, hasta alcanzar la tan anhelada y necesaria justicia. Justicia que si nuestra generación no alcanza a vislumbrar, el reencuentro en la Selva de Osiel será imperecedero. Quizás algún día  cambie el lugar físico de reunión y  los protagonistas.  Cuando nosotros no estemos, vendrán las generaciones de recambio que seguirán exigiendo  castigo a los culpables de los crímenes perpetrados contra nuestras víctimas.



Sábado 05 de Octubre de 2013

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