lunes, 26 de octubre de 2015



EMOCIONANTE, VIBRANTE FUE EL LANZAMIENTO DEL LIBRO DE ALBERTO RIOS PONCE(QEPD),  "LOS HIJOS DE LA UTE" AYER EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO, ORGANIZADA POR LA EDITORIAL DE LA USACH Y LA CORPORACION SOLIDARIA UTE USACH.
EL LIBRO,FUE PRESENTADO POR FEDORA DEMSKY, DIRIGENTA ESTUDIANTIL DE LOS AÑOS 70, POR EDUARDO VERDUGO, DIRIGENTE ESTUDIANTIL DEL 66 AL 71, Y POR ALEJANDRO YAÑEZ, EX PRESIDENTE POR VARIOS PERIODOS DE LA FEUT ( FEDERACION DE ESSTUDIANTES DE UTE)

CONDUCIDO POR EL DIRECTOR DE LA EDITORIAL DE LA USACH LUIS FIGUEROA, SE COMENTARON FUNDAMENTALMENTE TROZOS DE LA VIDA DE ALBERTO RIOS, EN SU PASO POR LA UNIVERSIDAD DESTACANDO, SU ENORME CAPACIDAD DE LIDERAZGO, SU CONSTANTE ENTREGA A LA FORMACION DE DIRIGENTES, SU GRAN APORTE A LA CONSOLIDACION DE UN MOVIMIENTO ESTUDIANTIL  SERIO Y RESPONSABLE.,ARTIFICE DEL PROCESO DE LA REFORMA UNIVERSITARIA EN LA UTE Y SOBRE TODO SE DESTACARON SUS CAPACIDADES HUMANAS DE SER UN AMIGO SIEMPRE DISPUESTO, AYUDAR., EDUCAR, PREPARAR

PARA MUESTRA UN BOTON

PALABRAS DE PRESENTACION DEL LIBRO POSTUMO DE ALBERTO RIOS PONCE “LOS HIJOS DE LA UTE”

FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE SANTIAGO

DOMINGO 25 DE OCTUBRE 2015
LUIS EDUARDO VERDUGO REYES 
                 

                         Siempre me ha complicado este pasaje de los vocativos, uno nunca sabe si están los que debieran y se corre el riesgo de no mencionar a más de alguno, por lo que ruego me disculpen pero en esta oportunidad solo diré muy buenas tardes a todas las autoridades presentes que hoy nos acompañan y un hola como están a todos mis hermanos de la vieja generación de la Universidad Técnica del Estado.

                        Se me ha conferido el honor, inmerecido a mi juicio, de presentar, junto a aquellos que me han precedido,  la obra póstuma de nuestro  entrañable amigo, camarada de la Jota y  compañero de ruta en la FEUT en aquellos años gloriosos de la lucha por la Reforma universitaria de nuestra Casa de Estudios.  Me  han de disculpar, sin embargo,  los eruditos en el tema de presentar un libro, pero hoy no me voy a referir al Libro de Alberto; los que quieran saber de él, que lo compren, se lo consigan lo pidan prestado o lo bajen del ciber espacio. Esta tarde yo estimo pertinente referirme  a su autor, a Alberto Ríos Ponc a quien conocí cercanamente en una etapa de su vida.

                        ¿Quién fue Alberto?, perdón ¿Quién es Alberto?

                        Un ser humano, un humanista a carta cabal. Dentro de esa caparazón fría de intelectual marxista, se podía encontrar a una persona que vibraba con los sueños de todo joven revolucionario de esa época, capaz de expresar una crítica demoledora con argumentos y sólidas bases pero al  mismo tiempo entregar una enseñanza para corregir los errores cometidos y que permitiera el crecimiento personal del criticado.

                        Su irreverencia era proverbial me es grato recordar sus  conversaciones, con Gladys Marín cuando ella, con la confianza ciega que nos  tenía “a los  muchachos de la UTE”  nos encomendaba organizar alguna recepción para delegaciones extranjeras a nuestro País. En una oportunidad nos pidió a Alberto y a mí, que al margen de nuestras tareas en la Feut, preparáramos algo dentro de la Universidad para confraternizar con una delegación del Komsomol soviético de visita en Chile. Alberto, conocedor de lo poco juvenil que resultaban ser esas delegaciones le señaló a la secretaria de la Jota:

                        “Oye Gladys, a mi me da vergüenza presentarles a nuestros estudiantes  a estos “jóvenes soviéticos”. El más joven de esa delegación con suerte no baja de los 45 años”. Llévalos a la Chile mejor”. Nuestra Secretaria, que lo conocía perfectamente, ni pestañeó. Y  finalmente el pato de la boda lo pagó quien les habla;  dos días después y sin derecho a pataleo iba con la delegación de jóvenes soviéticos de la  “tercera edad” por una semana a la capital penquista.

                        En estos últimos años  disfruté intensamente de sus disquisiciones teóricas, medio en serio medio en broma, acerca de qué hacer con aquellos políticos que hablan mucho y hacen poco, y que no saben leer lo que la gente de hoy le pide a la política. Con ácida ironía me planteaba su teoría, profunda y seriamente estudiada del que hacer:

                        “Mira Gordo, habría que buscar una isla solitaria, aislada por allá en el Sur, lo más austral posible y llevarlos a todos, sin importar el color político, mantenerles una dieta y que pasen todo el día discutiendo sus teorías en abstracto,  que arreglen el mundo  a su pinta, que no gue………….a nadie y nos dejen al resto vivir en paz para anarnos el pan de cada día como el común de los mortales” Así es Alberto.

                        No tiene el defecto de la vanidad, este libro es prueba de ello. Teniendo material personal de sobra para una soberbia obra autobiográfica, prefirió el trabajo de creación colectiva. Hacer que los demás aportaran lo suyo, que cada cual, desde su propia experiencia personal relatara los acontecimientos en los que le hubiera tocado participar. Su sueño era que toda la rica experiencia acumulada por el movimiento estudiantil en aquellos años de lucha señera, pudiera servir para aportar a las luchas de hoy. En el libro se destaca una y otra vez su concepción de un movimiento estudiantil que lucha y crea, que construye más que destruye. Recientes episodios ocurridos en nuestra Universidad, nos  traen a la memoria la rigurosidad con que nosotros los dirigentes de la época cautelábamos los bienes materiales que transitoriamente quedaban a nuestro cargo en las numerosas tomas de la época. 

                        La reiteración casi obsesiva en su libro, de que nuestra experiencia fue lo suficientemente rica para ser extrapolada a los días de hoy, es una clara muestra de su permanente preocupación por algunas de las  características actuales del movimiento estudiantil, su conducción maximalista y la falta de propuestas racionales y sensatas. La imposición cuasi delictual de grupos minoritarios, de la violencia en las manifestaciones masivas solo dan municiones  a todos aquellos que no desean ningún tipo de cambio en el Chile de hoy…

                        Los hijos de la UTE jamás permitimos vandalismos en las calles; los encapuchados de siempre fueron permanentemente  controlados y nunca permitimos que el sello de nuestras movilizaciones  fuera la destrucción, ni dentro ni fuera de la Universidad.

                        En sus discursos, observamos otra  preocupación permanente de Alberto, lo destacaron así en su oportunidad el Rector Kirberg y el propio Presidente Allende,  siempre se refiere a  la identificación con las metas de la Patria, del compromiso con un futuro mejor que debe tener todo movimiento estudiantil maduro y responsable. En aquellos años históricos,  siendo testigo de la preparación de los borradores para sus intervenciones públicas,  estando en las oficinas de la FEUT, nos pidió opiniones y más de alguna vez nos  dijo:

                        “Debemos invertir más esfuerzos en la preparación de nuestros dirigentes, ellos deben tener la vena de agitadores de masas, pero a la vez dominar una serie de aspectos intelectuales de la lucha, ser guías y profesores del movimiento. No basta gritar más fuerte, sino hacerlo más claro. Que nuestros compañeros vean en sus dirigentes jóvenes igual que ellos pero honestos y dignos de pedir el voto y su confianza”. También eso está reflejado en más de un pasaje  del libro.

                        Quisiera referirme a otro aspecto resaltante de la personalidad de nuestro  amigo: su honestidad. A quien pudiera caberle duda alguna sobre  su honestidad personal y gremial.

                        Cuando la fórmula que integrábamos ganó la FEUT, en aquellos años ya tan lejanos, conversando a como se debía  organizar el trabajo al frente de la organización estudiantil gigantesca que era nuestra Federación de Estudiantes, me planteó más o menos lo siguiente:

                        “Oye gordo, (no sé porque era recurrente en él llamarme de esa forma, seguramente sería por mi estética corporal) no te imagino como un cuenta billetes, o el pagador de la Feut, tu eres un dirigente nacional, debes preocuparte del manejo de los fondos de la organización, que nadie tengan ni el más mínimo argumento de reproche por el citado manejo, pero por sobre todo debes a aportar a la construcción de este movimiento estudiantil de nuevo tipo, que lucha, que construye, que ama, que se divierte, para eso estamos acá, debemos ser un ejemplo en forma permanente”.

                        Esta conversación me marcó fuertemente. En ese momento asumí en  toda su dimensión la responsabilidad que había adquirido. Espero  haber estado a la altura de la confianza que en este aspecto siempre me tuvo. Cuando el Presidente Allende  nos pidió que administráramos los cuantiosos fondos para la  construcción de las 100 plazas de juegos infantiles en Santiago  tarea  planteada en  el programa de gobierno, me leyó la cartilla claramente:

                        “Este dinero debe cuidarse escudo a escudo, es mucha la responsabilidad y la confianza que se ha depositado principalmente en nosotros dos, hay que ir con pie de plomo, la tentación es mucha; por mis responsabilidades como Presidente no podré estar siempre al tanto, tienes toda mi confianza Gordo (otra vez).  Te dejaré firmada chequeras completas para que tú hagas los pagos correspondientes”  Cuando los fascistas dieron vuelta las oficinas de la  Feut, nunca tuvieron motivos para tocar su puerta o la mía como ladrones de dineros públicos.

                        Cuando hoy se habla de vocación de servicio público y se consideran los sueldos como reguleques, cuando se piden y se reciben dineros de manos de aquellos que se hicieron millonarios con la desgracia de nuestro pueblo, que magnífico ha de ser  que en ninguna de las estaciones que pases en el largo viaje que acabas de emprender haya quien te pueda señalar con el dedo acusador de la deshonestidad.

                        Poder transitar con la frente tan en alto, hoy en día solo unos pocos lo pueden hacer. Tun eres uno de ellos.

                        Queridos amigos, ese es Alberto Ríos, humano, leal, honesto, consecuente. Para mí y creo, sin temor a equivocarme, para muchos que hoy están acá presente, le conocí comunista, trabajé a su lado como camarada y le despedí en este tu último viaje., como comunista. Que ya no tuvieras el carnet del Partido en tu mano no tiene importancia porque sigues teniendo el rojo corazón como credencial.

                        Se podrían decir muchas más cosas de él, también tenía su carácter el muchacho, pero habrá otras ocasiones en que podamos conversar coloquialmente más in extenso, material para eso hay de sobra. Tu libro es un ejemplo.

                        Antes de terminar  deseo  manifestar un viejo y manido pensamiento pero que no por usado es menos cierto: Nadie está realmente muerto mientras haya alguien que lo recuerde y puchas que hay compañeros que te recuerdan.

                        Finalmente dire en honor al libro que supuestamente comentamos hoy, al terminar de leerlo cerré los ojos y una imagen se dibujó nítidamente en mi mente:

                        No te vi sentado en tu silla de ruedas, no, estabas firmemente de pie, teniendo como bandera de lucha, tu lucha póstuma,  un ejemplar de tu libro y con clara y firme voz nos llamabas a seguir en la brega, a no claudicar, a plasmar en letras de molde toda la experiencia acumulada en aquellos años gloriosos para traspasarla a las nuevas generaciones. No es tarde compañeros, pese a nuestras canas aún podemos hacer más de algo, estamos en el umbral de grandes cambios y aún podemos aportar a ellos.

                        En los últimos mail que intercambiamos con Alberto, una frase se cruzó más de una vez entre nosotros, ante su visión de las grandes cosas que fuimos capaces de hacer, le manifesté, camarada, solo fuimos jóvenes que teníamos conciencia de lo que debíamos  hacer y lo hicimos, ni más ni menos.

                        Cuando la bruma de los años acorta la visión y confunde la memoria, leamos este libro una y otra vez, aquí está parte de nuestras vidas, está descrita la obra que ayudamos a construir, hicimos historia.  Alberto pulió un espejo para que nosotros nos miráramos en él y viéramos que no transitamos por los pasillos viejos de la EAO, o las nuevas instalaciones del Campus universitario inútilmente.

                        Como si esto no fuera suficiente, nos dejó un huerto de olivos. Dediquémosle algún momento de nuestras vidas y en el futuro cuando estén maduros, sentémonos a su sombra  y estoy seguro que si tocamos suavemente su tronco sentiremos palpitar el corazón incorrupto del gran dirigente estudiantil que fue.      

                        Muchas gracias una vez más, por haberme dado la oportunidad para rendir un modesto homenaje a mi amigo y camarada Alberto Ríos Ponce.




                        Centro Cultural Estación Mapocho, 25 de 0ctubre de 2015            

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