jueves, 2 de febrero de 2017



¡QUE NO SE NOS QUEME EL ALMA!

Nos enseñaron que los pecados con los que nacimos teníamos que exorcizarlos  practicando los “buenos mandamientos”, de lo contrario, nos consumiríamos en el “infierno”. Y el infierno que inventaron lo simbolizaron  con el fuego, con sus llamaradas majestuosas, lenguas ardientes, con sus brazas rechinantes e inmortales.
Nuestro querido Chile está abrazado por el fuego que arrasa y barre con la naturaleza, con el  a veces mal llamado  progreso, con las vidas de animales y seres humanos. ¿Castigo de Dios? Por insistir en  despenalizar el aborto dijo “una” por allí. La Bachelet reaccionó tardíamente y tiene la culpa aseveró “otro”, de pelo tan  rojo como sus pocas neuronas incendiadas por la falta de sensibilidad e  inteligencia. Los mapuches desde siempre y ahora también los migrantes, son acusados de cualquier crimen, no trepidan en falsear y preparar estudiados montajes para conseguir sus perversos réditos.  Mientras el “no candidato”, se mueve estratégicamente para sublevar a sus comparsas  en contra del debilitado gobierno y de esta innoble manera obtener miserables dividendos políticos; sin aflojar ni una sola miserable moneda de su inconmensurable patrimonio personal, en pos de las miles de víctimas de esta interminable tragedia.
No puedo dejar de  pensar con horror en la muerte de  Rodrigo Rojas de Negri y en la sobreviviente Carmen Gloria Quintana, quemados vivos por la mano desquiciada de una dictadura siniestra  y, cuyos autores materiales viven en la más infamante impunidad. La perversidad de los incendiarios aún  no tiene castigo. Y hay algunos que piden perdón para sus crímenes y de los cuales  nunca se han arrepentido.
El ser humano se reivindica  cuando dos  bomberos mueren por salvar la vida de otros. Cuando dos carabineros también pierden las suyas, cumpliendo con el juramento de su Institución. Cuando miles de anónimos chilenos luchan contra las llamas y socorren a las víctimas. Cuando la ayuda internacional se materializa con brigadistas, aviones y otros vitales elementos.

 Con mi humilde pluma y desde la terraza del 19 piso de mi departamento de San Miguel, con la majestuosa cordillera camuflada y perdida entre  la bruma y la ceniza; ruego a los cielos porque este  incendio pronto llegue a su fin.  Pido arresten y reciban la atención médica necesaria  los pirómanos, si es que los hay. Pero, también  que detengan y después de  un  juicio justo, pido castigo a los incendiarios, a los que se les quemó el alma y  que tienen a mi querido Chile, sumido en este perpetuo infierno.

IRIS ACEITON VENEGAS

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