sábado, 5 de mayo de 2007

LA REFLEXION DEL PROFESOR MARIO BENAVENTE


EL PASADO, MANANTIAL DE PRESENTE Y DE FUTURO.


Discurso del profesor Mario Benavente P. 13 de abril del 2007 en el reencuentro entre académicos, funcionarios y estudiantes expulsados de la Sede penquista de la Universidad Técnica del Estado, realizado en la Universidad del BíoBío


1.- Por fin las puertas de esta universidad han sido reabiertas para quienes contribuyeron a su formación. Han transcurrido más de treinta y tres años desde aquel ominoso septiembre de 1973 en que 29 estudiantes, 21 académicos y 7 funcionarios administrativos y de servicio fueron expulsados de ella.
Diez mil docentes y estudiantes se vieron arrancados de universidades y colegios. Más de cuatrocientos mil compatriotas, junto a sus familias tuvieron que soportar esta larga tragedia. Se abrieron cárceles, centros de tortura, campos de concentración y exterminio. Allí se nos arrojó para luego expulsarnos del país. Cientos de compañeros ya no están con nosotros. Fueron asesinados o hechos desaparecer. Entre ellos, nuestro amigo, el arquitecto Alejandro Rodríguez Urzúa, tres estudiantes de entonces: Fernando Moscoso, Héctor Lepe y José Constanzo y los ingenieros Gabriel Riveros y Pedro Orella.


2.- Quienes tuvimos la suerte de sobrevivir hemos retornado. Nos presentamos ante ustedes con nuestra conciencia limpia y con la satisfacción de que jamás lograron convertirnos en traidores. Nos derrotó el mismo irracionalismo fascista que hoy impera en Irak, Afganistán y otras partes del planeta, pero nunca nos vencieron. Fueron aniquiladas valiosas existencias sin que lograsen hacerlas renunciar a ese mundo de justicia social y verdad por el que seguimos luchando .


3.- Somos sobrevivientes de una generación que ha desempeñado un rol protagónico en los últimos sesenta años de historia patria. Desde la enseñanza secundaria empezamos a despertar al conocimiento del universo y del ser humano. En las universidades luchamos por las reformas universitarias y, una vez profesionales, por el desarrollo del proceso educativo nacional. También, en ese entonces, las cárceles se abrieron para castigar al magisterio.

4.- El derecho al trabajo, a la educación y a la justicia social se hizo sangre y carne de la clase obrera. No se pueden olvidar las marchas de los trabajadores de la zona del carbón en defensa de la Universidad de Concepción a la que no tenían acceso. Las grandes transformaciones sociales y económicas en la década de los cincuenta y de los sesenta, en América Latina y el mundo, estremecieron nuestra sensibilidad. La Revolución Científico-Técnica nos proyectó hacia el conocimiento del cosmos y del microcosmos. El conocimiento científico tuvo que trascender los estrechos límites de los laboratorios e integrarse al desarrollo socioeconómico del país. La democratización y gratuidad de la educación se extendió como exigencia en los diversos niveles de la sociedad. La ciencia y la tecnología fueron comprendidas en su unidad teórica y práctica y como importantes aspectos del acontecer social. Estas nuevas condiciones exigían niveles superiores de conocimiento y dedicación dentro y fuera de las aulas. Las Escuelas técnicas y universidades tenían que abrirse a estos cambios. No fue tarea fácil remover las viejas estructuras. Los estudiantes impulsaron y profundizaron el proceso de reforma en el país. Docentes y académicos progresistas, funcionarios y personal de servicio se integraron a este complejo quehacer. La universidad dejó de ser una entidad sólo de estudiantes y docentes. Toda la comunidad se incorporó al proceso. La antigua Escuela de Artes y Oficios de Santiago fue cuna de la Universidad Técnica del Estado, como la Escuela Industrial, lo fue de la Sede penquista. En regiones del norte y sur del país, emergieron otras, hoy también convertidas en universidades independientes. Fue en nuestra universidad nacional donde estas transformaciones estructurales alcanzaron su mayor profundidad y desarrollo.

5.- Don Enrique Kirberg fue el primer Rector de la UTE, elegido democráticamente por la comunidad universitaria y conductor de nuestro proceso de reforma. La juventud estudiantil dirigida con flexibilidad y madurez por Alejandro Yáñez, fue el verdadero motor de las transformaciones que dieron origen a la Universidad Técnica del Estado. Tomás Ireland, hoy lejos del país, como primer Secretario General, fue una inteligente autoridad que contó con el apoyo estudiantil y de la mayor parte del personal. En nuestra sede, Max Francisco Aguayo fue el vicerrector que concretó la conversión de la antigua Escuela Industrial en Sede universitaria junto a los estudiantes presididos por Aurelio Tobar. Para todos ellos nuestro reconocimiento.

6.- Logramos democratizar el quehacer universitario. Todas las autoridades fueron elegidas con participación ponderada de la comunidad. Los variados niveles de conducción universitaria contaron con la representación ponderada de todos sus estamentos. Fue conquistada la más amplia gratuidad; los departamentos de especialización y de formación general se convirtieron en las unidades académicas fundamentales en lugar de las antiguas Escuelas y Facultades lo que significó un mejor aprovechamiento de la capacidad académica y docente, además de considerable disminución de los costos de los materiales de estudio. Fueron creadas y habilitadas nuevas aulas y auditorios, talleres y laboratorios de investigación acordes con las nuevas exigencias del desarrollo científico-técnico; se impulsó la incorporación del personal académico a tiempo completo y el paulatino desplazamiento del personal a tiempo convencional de modo que aquéllos pudiesen entregar lo mejor de sí al estudio y a la investigación. Ese proceso hizo posible en nuestra sede la creación del Departamento de Arquitectura y del Departamento de Ciencias Sociales y Filosóficas. Los estudiantes empezaron a dar un nuevo sentido a sus estudios: la profesión dejó de ser vista como un fin en sí. Se la empezó a comprender como instrumento eficaz para coadyuvar a las transformaciones que el país requería. Las actividades de extensión cultural le abrieron a nuestra universidad caminos inéditos en el quehacer universitario chileno y latinoamericano. Atención preferente se dio a la incorporación de los sectores más desposeídos: obreros y campesinos pudieron incorporarse a nuestras aulas. El Convenio CUT-UTE ayudó a este objetivo. Se crearon los tecnológicos en varias regiones del país. En nuestra zona, junto con la Universidad de Concepción, se dio origen a los de Lota y de Coronel, experiencia de educación de trabajadores que fue suprimida por la dictadura y se la ha ocultado durante estos treinta y tres últimos años. Duele recordar que los tres representantes de la comunidad del carbón que más contribuyeron a la formación de estos tecnológicos, el Gerente de la Empresa Nacional del Carbón en ese entonces, el dirigente obrero Isidoro Carrillo; el Alcalde de Lota, Danilo González y el profesor Wladimir Araneda, junto al obrero Bernabé Cabrera, fueron fusilados sin proceso alguno.

7.- Tal vez estas evocaciones pretéritas puedan no tener importancia para quienes reniegan o se avergüenzan del pasado. Como solían decir algunos gobernantes, “eso ya es historia. El pasado quedó atrás, construyamos mirando el futuro”. Lenguaje ignaro y demagógico que ha pretendido que los crímenes cometidos se olviden y queden sin justicia, que la verdad continúe oculta. Sobre los acontecimientos ya acaecidos la humanidad y los pueblos construyen la historia. Pretender otra cosa es una mentira y engaño. La juventud universitaria de hoy podrá decir cuánto de lo expuesto, cuánto de lo que los estudiantes argentinos de Córdova plantearon en su Manifiesto el año 1918, conservan hoy su validez. El pasado es el manantial inagotable del que se nutren el presente y el futuro.

8.- Señor Rector de la Universidad del BíoBío, agradecemos esta hermosa oportunidad que nos ha brindado, abriendo las puertas para que por ellas regresemos con dignidad y alegría. "Hoy cruzamos las anchas alamedas" y hemos vuelto fortalecidos y con un profundo amor a la vida, a la naturaleza y a las grandes conquistas de la sociedad humana. Apenas se nos permitió al retorno a la patria, tanto mi esposa como yo, renunciando a nuestras responsabilidades académicas en otras universidades latinoamericanas, regresamos en la certeza de que volveríamos a reencontrarnos en nuestras aulas universitarias. Ella en la Universidad de Concepción y yo en esta casa del saber. Solicitamos por escrito nuestros respectivos derechos. Palabras de buena crianza sirvieron de respuestas. Pasaron quince años desde entonces. Tuvimos que dedicarnos a oficios que no se condecían con nuestro nivel de preparación. Una de mis grandes aspiraciones era volver a entrar por la puerta ancha de esta casa de estudios tan nuestra. Junto a mi esposa vinimos a saludar al primer rector elegido democráticamente después de la dictadura y colega con quien compartimos responsabilidades de dirección en esta sede. Nos hizo esperar y ... no se dignó recibirnos
Habíamos regresado de un largo y sufrido exilio a un país que se decía había recuperado la democracia. Muy duro es el exilio. A nadie se lo deseamos. Mucho más duro aun cuando se lo han hecho sentir en la propia tierra patria.
No se nos pida olvidar la experiencia más terrible padecida por nuestro pueblo y por millones de compatriotas. No es posible olvidar los vejámenes a que fueron sometidas los y las adolescentes, nuestras esposas, hijos, amigos y compañeros. No podemos olvidar la generosidad de los pueblos del mundo que nos proporcionaron trabajo, seguridad, condiciones dignas de vida y educación para nuestros hijos. No se puede olvidar la actitud de nobleza de algunos colegas de esta sede, como la del profesor Gabino Villouta, entre otros, que se jugó la vida para protegernos. Por el contrario, no se nos pida olvidar la de aquéllos que en la desgracia ajena rebelaron su mezquindad y pequeñez de espíritu, como esa profesora de filosofía que se negó a entregar un certificado de honorabilidad ética y profesional que podría salvar del fusilamiento a quien fuera su jefe y decidido defensor. A lo mejor eso le facilitó obtener el cargo de profesora de Ética en una importante universidad del país.


9.- Señor Rector, queridos estudiantes, compañeros de caminos e ideales, tenía razón Pablo Neruda cuando en uno de sus versos decía “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. Hoy hemos vuelto a esta universidad cargados de nuevas experiencias y enseñanzas, espiritual y moralmente fortalecidos. Deseábamos, como muchos ex académicos y docentes, poder transmitir a nuestros estudiantes las hermosas y dramáticas vivencias de otros pueblos. No se nos permitió. Pero eso no es impedimento para decirles que nuestra esencia humana no ha sido alterada. Estamos convencidos, más que antes, de que esos ideales que defendimos con dignidad siguen vivos. Tenemos la certidumbre de que ustedes, las nuevas generaciones, asimilarán lo mejor del pasado para proyectarlo hacia un futuro de paz, verdad y justicia social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario