domingo, 23 de noviembre de 2008

FIDEL CASTRO DIALOGA EN LA UTE, CON UNIVERSITARIOS, ESTUDIANTES MEDIOS Y JOVENES DE SANTIAGO. 29 NOVIEMBRE 1971



DIALOGO DEL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, CON LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD TECNICA DEL ESTADO DE SANTIAGO DE CHILE, EL 29 DE NOVIEMBRE DE 1971
DAGRAS WELL (Partido Nacional).- (ABUCHEOS)...

CMDTE. FIDEL CASTRO.- No te desanimes y pregunta.

DAGRAS WELL.- Señor Fidel Castro, como todos nosotros sabemos, su país está bajo el régimen de una dictadura, y usted, con un sentido patriótico y grandes dotes de líder y un alto índice de intelectual, trabajó por la Revolución Cubana prometiendo al pueblo y a sus seguidores la libertad tan preciada y elecciones libres y periódicas (ABUCHEOS).
Teniendo usted toda esa experiencia, yo le pido que me diga con toda sinceridad si en Chile puede realizarse la revolución dentro de los marcos de la ley, respetando las garantías constitucionales, y si los poderes del Estado deben mantenerse separados (ABUCHEOS).

CMDTE. FIDEL CASTRO.- Señores, permítanme arbitrar en esta contienda. Realmente este tipo de pugna me gusta más. Son campos antagónicos, irreconciliables (APLAUSOS). Ahora bien, lo cortés no quita lo valiente.
Si un revolucionario fuera y se reuniera entre la masa de los fascistas a hablar, posiblemente lo quieran degollar. Con un revolucionario no podrían discutir: No hay argumentos. Por lo tanto, el odio y la desesperación conducen a los reaccionarios al homicidio del revolucionario.
Pero aquí a la inversa: Si alguien con criterios sociales opuestos, criterios de derecha, viene a hablar, nosotros debemos reaccionar distinto y alegrarnos. Entramos en la pugna de las ideas. Lo respetamos como persona y como hombre (APLAUSOS), y debatimos todo lo que se quiera en el campo ideológico. Pero algo más: después le doy las gracias.

UN ESTUDIANTE.- ¡Paredón!

CMDTE. FIDEL CASTRO.- Por eso sólo, no. Después los acusan de extremismo, señores. Ganar la batalla en el campo de las ideas.
Muchas gracias por lo de grandes dotes de líder, muchas gracias por lo de intelectual, lo cual no ha sido comprobado.

Luchamos contra una tiranía apoyada por los oligarcas, apoyada por los monopolios yanquis, apoyada por los fascistas, apoyada por los esbirros, apoyada por los criminales. Ofrecimos la libertad tan preciada y elecciones libres y periódicas.
Bien: en la Universidad de Concepción lo explicamos, cuál era nuestro programa en aquella fase, cuál era el nivel de cultura política de nuestro pueblo, puesto que en ese instante y en aquellas especiales circunstancias, diríamos irónicamente: en aquel bello e idílico mundo para las "libérrimas libertades" y las más "periódicas elecciones" y las más "superlibres elecciones", era en el concepto —según la entendían los reaccionarios— del Estado burgués, los mecanismos burgueses, los recursos burgueses, la cultura burguesa, la ideología burguesa... Digamos: se dice burgués en el término vamos a llamar convencional, un concepto. Pero más claramente, para que se entienda: en la ideología, en la cultura, en el estado, en las formas reaccionarias, nuestro programa todavía no era un programa socialista.
Pero si se analizan las medidas expuestas en el juicio del Moncada, expuestas no en la hora de la victoria sino precisamente en la hora de la derrota, si se analiza ese programa verán cómo nosotros nos limitamos en toda una primera fase de la Revolución a cumplir ese programa. Eso en primer término.

Y lo más bonito: lo más autocrítico que podemos señalarnos a nosotros mismos es que éramos todavía lo suficientemente ingenuos al triunfo de la Revolución como para no darnos cuenta del descomunal cambio que la misma guerra, que duró 25 meses, creó en la conciencia de las masas. No nos habíamos dado cuenta hasta qué tanto había avanzado aquella masa en aquella lucha, hasta qué tanto se había creado un poderoso movimiento, hasta qué tanto se había identificado el pueblo con ese proceso, hasta qué tanto había avanzado la lucha de clases en nuestro país.

¿Pero creen que acaso en aquel país, si vamos incluso con la constitución capitalista, con las instituciones capitalistas a unas elecciones, no se ganaban aquellas elecciones? Habría sido una verdadera paliza increíble.
No se trataba, señores, de conquistar el poder, o de someterlo a plebiscito, o de someterlo a la consideración pública (APLAUSOS). Era tan abrumador, tan tremendo el apoyo de masas, que eso no lo discutía nadie.
Y entonces fue cuando las masas —¡no nosotros!— vieron con claridad que era hora de avanzar más, de abandonar toda aquella superestructura capitalista y burguesa (APLAUSOS), de abandonar toda aquella mentira y toda aquella intriga, de abandonar todos aquellos cuentos.

Señores, vamos a hablar en un lenguaje revolucionario: eso es el cuento de la Caperucita Roja para niños de kindergarten (APLAUSOS). Habría que empezar por ver qué es libertad, qué es democracia, qué son derechos humanos. Y quiero que me digan qué es la igualdad, qué es la fraternidad, qué es la libertad.
Porque la filosofía en que se basa todo el proceso liberal burgués en el último siglo, cuando la burguesía adquiere el poder como fuerza que se desarrolla, incluso como fuerza que dirige a toda la sociedad, que desempeñó en un momento el papel que el proletariado juega hoy, y lo desempeñó como clase revolucionaria frente al feudalismo... ¿O es que nos hemos olvidado de la Revolución Francesa, inspirada en las ideas de los enciclopedistas y de los filósofos del liberalismo: Voltaire, Rousseau, etcétera, etcétera y demás cosas que dejo para las clases de historia de las doctrinas sociales de sus profesores? y se hace la primera Revolución, y se proclama la igualdad, la fraternidad y la libertad. Ninguna de las tres cosas realmente ha existido. Aquella fue la expresión ideológica de una clase que sustituyó a otra y estableció un sistema de dominio de clase.

No olvidar aquella revolución, la Asamblea Nacional, la Convención, Mirabeau, Danton, Robespierre: aquellos ídolos que surgieron y pasaron, y pasaron rápido. Porque los liberales, los revolucionarios del liberalismo, acudían a métodos expeditivos, y más expeditivos que los métodos socialistas. Y a muchos de estos personajes, y a cada uno de estos personajes, los fueron pasando por la guillotina. No vayan a creer que los marxistas inventaron eso: fueron los burgueses, fueron los revolucionarios de la burguesía en su tiempo. Y pasaron por la cuchilla a casi todos sus más prominentes prohombres, de tal manera que surgió una frase: "La Revolución, como Saturno, devora a sus propios hijos."

Y se inicia una nueva era, un nuevo sistema social, con su filosofía, que respondía a toda una filosofía de clase, y de clase dominante. Y comienza a desarrollarse la sociedad burguesa, a dar de sí todo lo que era capaz. Rompió las ataduras y liberó ampliamente el desarrollo de las fuerzas productivas. Y esa fue una verdad tan clara vista por los teóricos, que la vemos hoy. Como al romper el molde feudal se abrieron posibilidades ilimitadas de desarrollo de las fuerzas productivas, surgió una nueva clase.

En la época de Danton, Mirabeau, Robespierre y demás, no existía el proletariado, no existía la gran industria, no existía la técnica en el desarrollo. Y surge una nueva clase: el proletariado. ¿Quién tiene la culpa? Surge una nueva filosofía del proletariado: el marxismo. ¿Quién tiene la culpa? (APLAUSOS) Y la nueva clase, la nueva filosofía tiene sus conceptos sobre el hombre y sobre las libertades, sobre la igualdad, la verdadera igualdad. Porque a la larga las revoluciones proletarias van a darle a la humanidad lo que las revoluciones burguesas le dieron nada más que en el papel: ¡igualdad!, caballeros, ¡caballeritos! (RISAS.)

¿Qué igualdad puede haber entre el pordiosero y el millonario? ¿Qué igualdad de oportunidades? ¿Qué igualdad de posibilidades? ¿Qué igualdad humana? ¿Qué igualdad cultural? ¿Qué igualdad de vida puede haber entre el pordiosero y el millonario, entre el explotador y el explotado, entre el terrateniente que venía unos meses y se marchaba a París, a Roma, a Londres, a New York, a Miami? Mientras allí quedaba el paria descalzo, hambriento, sin trabajo, los hijos del otro hablaban francés, inglés, adquirían titulos doctorales, modales, finuras. Los hijos del paria que trabajaban en aquella tierra del terrateniente se morían de hambre, se morían de desnutrición; las epidemias se encargaban de acabar con ellos: la neumonía, la poliomielitis, el parasitismo, la gastroenteritis. ¡Ni médicos, ni medicinas, ni ropas, ni alimentos, ni dinero!

Esa era la igualdad que dieron a la humanidad los burgueses, los explotadores, con sus "elecciones superlibérrimas" y sus "constituciones supersagradas."
¿Y quién ha dicho que hay nada eterno? ¡Lo único eterno es el hombre y su afán de progreso! (APLAUSOS.) ¡Lo único eterno es el camino de la humanidad hacia fases superiores de convivencia!

Los esclavistas de Grecia y de Roma, los patricios frente a los plebeyos y a los esclavos creían que su régimen superjurídico era justo y era eterno. Y en nombre de esa justicia y de esa eternidad lanzaban a los gladiadores, que eran los esclavos, a matarse en el circo, para divertirse; lanzaban a los cristianos, que eran los revolucionarios en aquella sociedad, porque se acogieron a una filosofía que hablaba del pobre y del humilde, y se los lanzaban a los leones. Y habrían querido que aquella sociedad fuese inmutable y eterna.

Y surgieron después los estados feudales con sus señoríos y con sus siervos de la gleba, hambrientos, abandonados. Surgieron los privilegios feudales, incluido el derecho de pernada, que disfrutaban con relación a las mujeres de aquellos siervos y las hijas de aquellos siervos, para citar un caso, para poner un ejemplo humillante de los tantos que vivieron aquellos seres humanos. Y creían también que aquel sistema iba a ser inmutable y eterno. ¡Orden social "maravilloso" que quién sabe cuántos crímenes y cuánta sangre costó a la humanidad!

Y después vino la revolución burguesa, todavía dentro del esquema de las clases y el predominio de las clases, y establecieron su Estado y sus instituciones y sus mecanismos de dominio de clase.
Y no se olvide aquello que dijo Marx del Estado burgués: la burguesía surge a la vida política chorreando sangre de pies a cabeza. Pero si antaño era la sangre de los esclavos y de los cristianos, si después era la sangre de los siervos de la gleba, luego fue la sangre de los obreros. Y el Estado burgués ha derramado sin piedad sangre de campesinos y obreros a lo largo de su vida agitada, a lo largo de su sistema de opresión y de dominación.

Preguntémonos qué pasó con la Comuna de París, qué pasó con los obreros que quisieron "conquistar el cielo por asalto": cómo los asesinaron en masa, cómo los reprimieron de la manera más violenta. Estúdiese la historia del colonialismo, del capitalismo y del imperialismo, fase superior de esa sociedad capitalista; lo que hicieron en AsIa, lo que hicieron en Africa, lo que hicieron en América Latina. ¡Cuánto sacrificio, cuánto sudor, cuánta explotación, cuánta humillación, cuánta sangre! Se paraban con sus barcos de guerra frente a cualquier país e imponían su ley, y se apoderaban como fieras de sus recursos naturales y establecían sus repúblicas bananeras, o mineras o cañeras, con sus instituciones burguesas mediatizadas y con todos los resortes para mantener su dominio. Si lo podían mantener legalmente, bien; pero cuando no lo podían mantener legalmente, lo mantenían por la fuerza y lo mantenían por la violencia.

Han cambiado más gobiernos quinientas veces los propios burgueses de lo que los han cambiado los proletarios en el mundo; han suprimido más constituciones y más leyes los burgueses de las que han suprimido los proletarios (APLAUSOS).

¡Más valía que el proletariado y el campesinado y los humildes hubieran tenido chance de cambiar un poco más de leyes y de constituciones! Pero no fueron ellos. Son instrumentos llevados y traídos para mantener la dominación de clases, creando en los pueblos los peores vicios, los mayores antagonismos y divisiones.
¿Qué igualdad? Díganme: ¿El humilde obrero tenía oportunidad de gobernar el país? Díganme: ¿El humilde campesino tenía oportunidad de hacer leyes y de gobernar el país, en ese Estado tan acariciado, tan idolatrado?

Claro, ¿quiénes gobernaban? ¿Quiénes legislaban? ¿Quiénes se elegían de cualquier manera, movilizando los recursos económicos de clases? ¿El terrateniente, o el campesino ignorante y descalzo? ¿El millonario, o el obrerito que tenía que luchar por su sustento? ¿El poderoso y rico, o el humilde? ¿El culto, o el analfabeto?
Históricamente conocemos demasiado bien todo ese proceso para que con tamaños cuentos puedan venir a engatusar a nadie.

El problema es que los parias, los plebeyos, los explotados, los obreros, los campesinos, los humildes, han tomado conciencia de estas realidades (APLAUSOS).
Y con las nuevas revoluciones sociales, con las nuevas revoluciones sociales, con la nueva ideología, ¡adiós las formas de dominio burgués, adiós sus instituciones, adiós sus mecanismos falsos y demagógicos, adiós sus instrumentos de explotación!
Pero los pueblos no dan ese adiós sino cuando pueden. Y cuando nuestro pueblo pudo darles el adiós, y cuando las masas vieron eso —y lo vieron primero que nosotros— les dieron el adiós definitivo a tales formas. Porque nuestra Revolución implica, por primera vez en la historia, la desaparición de esa forma de división de la sociedad entre explotadores y explotados.

Surge el proletariado con la aspiración de convertirse no en clase dominante como los esclavistas de la antigüedad o los señores feudales de la Edad Media o los burgueses de fines de siglo XVIII; surge con la aspiración de crear una comunidad humana justa, sin explotadores ni explotados. Pero no surge como consecuencia de la idea noble y buena de los hombres. No surge como consecuencia de los utopistas. No surge como consecuencia de los sueños de Tomás Moro.
Tomás Moro habló de una revolución comunista cuando no había proletariado, cuando no había desarrollo de las fuerzas productivas, cuando no había una clase que pudiera ser portadora de ese cambio y que tenía, además, que hacerlo en virtud de las leyes de la historia. Y puesto que no era ni podía ser eterno, se planteó la revolución con su filosofía, que aspira a algo más, porque aspira a crear entre los hombres verdadera igualdad.

Y nosotros lo hemos visto. En nuestro país ya no hay millonarios, pero tampoco hay pordioseros; en nuestro país ya no hay explotadores ni explotados; en nuestro país no hay ya señores oligarcas ni terratenientes que se paseaban por Europa mientras sus infelices obreros y campesinos se morían de hambre; en nuestro país ya no hay un solo ser humano abandonado a su suerte. Lo que tenemos, lo poco que tenemos, lo repartimos. Somos un país pobre, no somos un país rico. Pero nadie se acuesta sin comer, nadie está descalzo, nadie se muere por falta de médico o de medicinas, nadie se queda analfabeto, y todos los niños tienen escuelas y todos los jóvenes tienen su centro de enseñanza y tienen posibilidad de llegar a los cursos superiores y a las universidades.

Nuestra Revolución no es perfecta. No. Todavía no hemos llegado a formas superiores. Todavía no hemos llegado a formas de expresión de lo que pudiéramos llamar la democracia, la nueva democracia proletaria. Pero sí decimos que en nuestro país el pueblo se siente parte de la Revolución, se siente parte del Estado. En nuestro país hay una sólida unión. En nuestro país nosotros decimos: todos somos estudiantes, todos somos trabajadores, todos somos soldados. El hombre adquiere una dignidad nueva, una dimensión nueva.

¿Cómo puede sentirse hombre aquel que ve por encima de su cabeza a los explotadores que lo escupen, que lo humillan, que lo desprecian, que lo matan de hambre? ¿Qué clase de igualdad es esa? ¿Qué clase de igualdad es esa que mientras las hijas de los poderosos y los ricos se paseaban por Europa e incluso buscaban títulos nobiliarios o matrimonios de millonarios, a muchas hijas de campesinos y obreros no les quedaba otro camino que el prostíbulo?
¿Y por qué no se habla de eso? ¿Por qué los reaccionarios no hablan de eso? ¿Tan cristianos como luego pretenden llamarse, tan humanos como pretenden llamarse, y admiten tranquilamente esas lacras, esos horrores dentro de la sociedad humana? ¿Por qué? (APLAUSOS.)

¿Qué derechos humanos son esos? ¿Qué derechos humanos son esos en que un hombre tiene que extender la mano para pedir una limosna, en que un niño tiene que andar descalzo y limosneando, en que una mujer tiene que venderse como mercancía en la plaza pública? ¿Qué derechos humanos son esos de un Estado y de una sociedad que no trabaja para el hombre y sus necesidades sino para las ganancias de los intereses privados? ¿Qué derechos humanos y qué Estado y qué libertad es esa en que los ricos y los poderosos envuelven todos los recursos naturales y humanos no para un fin social, sino para sus intereses egoístas; en que los ricos y los poderosos imponen sus condiciones, imponen sus leyes y lo imponen todo, y el hombre entonces no trabaja para la necesidad?

¿Qué sociedad es esa que crea necesidades ficticias, que despierta en los hombres ansias de consumo que no pueden satisfacer? ¿Qué sociedad es esa en que mientras hay cientos de miles de analfabetos y decenas de miles de niños que se mueren de hambre, de enfermedad o de desnutrición, quieren importar los lujos de las sociedades desarrolladas?

¿Qué Estado era aquel, el de nuestra patria, donde teníamos 300.000 automóviles, 60% de los niños sin escuela, ni un solo hospital en nuestros campos? ¿Qué Estado, qué libertades, qué derechos humanos que de tal manera ultrajaba al hombre, prostituía al hombre, envenenaba al hombre? ¿Qué Estado ese que usaba todos sus medios de comunicación masivos para vender mercancías, comerciar con todo: con los valores más apreciados del hombre, con la dignidad del hombre, con el sexo, con todo? ¿Qué Estado es ese —dedicado por entero los medios de comunicación masivos a defender los intereses de una filosofía de la ganancia—, que no le pide permiso a nadie para entrar en su casa, en su hogar, a tal hora del día o de la noche con su propaganda mercantilista? Medios de comunicación masivos en manos de los propios oligarcas, de los propios burgueses.

¿Qué libertades son esas que mientras ellos tienen la cultura, los medios, el dinero, lo tienen todo, el modo de expresarse, el infeliz campesino no tiene la cultura ni el medio de expresarse? ¿Qué libertades son esas, las libertades de ser propietario de los medios de divulgación de prensa, de los medios de divulgación de masas, y la libertad de usarlos en beneficio de sus intereses de clase?
Hoy en nuestro país todos los medios de comunicación de masas pertenecen al pueblo, ¡están al servicio del pueblo! (APLAUSOS.)

Allí no se despiertan ansias de consumo; allí se trata de educar: campañas de salud, lucha contra los grandes problemas que tiene la sociedad humana, que son muchos, que son infinitos, creando una conciencia solidaria, internacionalista.
Y por eso, cuando se produjo el terremoto del Perú, que hizo falta sangre y plasma, nuestras reservas se enviaron. Y cuando llamamos al pueblo a hacer donaciones de sangre para Perú, país con el que no teníamos siquiera relaciones, ¡cien mil personas en diez días donaron su sangre! (APLAUSOS.)
En nuestro país hoy no se comercia con la sangre, no es un artículo que se compra o se vende. Antes, en el pasado, una transfusión: 50 pesos. Para pagarle a alguien que se dedicaba a vender sangre.

Esa es la sociedad humana, ese era el Estado burgués: el tipo vendiendo la sangre y viviendo de la sangre vendida.

En nuestro país la sangre se regala, el pueblo les da la sangre a sus hermanos. Un cubano le da su sangre al cubano que la necesite; un cubano le da lo que necesite, ¡y si tiene que dar la vida por el cubano que la necesite, la da! (APLAUSOS.)

Pero cuando ya no se trata solo de la solidaridad dentro de las fronteras, cuando hace falta sangre para donarla a otros pueblos, aparece inmediatamente. Porque se han dedicado los medios a hacer conciencia, a ennoblecer al hombre, a levantar los valores morales y los valores humanos. Y si en vez de 100.000, se hubieran necesitado 500.000, habríamos tenido las 500000 donaciones. A nuestro pueblo se le puede pedir lo que se quiera, ¡lo que se quiera!, porque se ha educado en eso (APLAUSOS).

Ahora ya en nuestro país las decisiones fundamentales no se discuten en un parlamento. ¡No! Pero se discuten en los centros de trabajo, se discuten en las organizaciones de masas (APLAUSOS). En nuestro país el Gobierno Revolucionario comenzó gobernando por decreto. Pero ya en nuestro país cualquier ley importante que tiene que ver con los intereses fundamentales del pueblo, la discuten millones de personas a través de nuestros centros obreros, nuestras organizaciones de masas, nuestras unidades militares. Todos. Porque todos formamos parte, a todos nos interesan esos problemas. ¡Ahora qué nivel de conciencia! ¡Y cómo ya en ese país para hacer una ley —aun cuando pueda tocar transitoriamente un interés del pueblo— es el pueblo el que la discute, es el pueblo el que la analiza!

¡Díganme ahora que el parlamentarismo burgués es más democrático que eso! ¡Díganme! (APLAUSOS.) ¡Díganme que elegir a unos representantes, díganme que elegir a unos representantes por equis años, sin que nadie después los controle, es más democrático, a las circunstancias en que un pueblo todo es legislador! ¡Allí todos pertenecemos al parlamento, todos somos parlamentarios, todos somos legisladores, y lo somos constantemente! (APLAUSOS.)

No hay representación directa. No: el pueblo no necesita quien lo represente, ¡porque el pueblo se representa a sí mismo! (APLAUSOS.) El pueblo no necesita quienes tomen decisiones por él. ¡El pueblo toma decisiones por sí mismo! Y nosotros, revolucionarios —nosotros, revolucionarios—, conducimos a nuestro pueblo por ese camino. ¡Esa es nuestra misión! Y creo que es lo único que da derecho a llamarnos revolucionarios. Y no pretendemos ningún tipo de ambiciones personales.

Como hemos dicho en otras ocasiones nosotros no buscamos glorias ni buscamos honores. No nos consideramos mejores que los demás. ¡No! ¿De dónde nacen los sentimientos nobles que podamos tener? ¡Del pueblo! Todos los hombres nacemos con tendencias buenas y tendencias malas, con tendencias egoístas y con tendencias generosas, con tendencias nobles y con tendencias innobles. La sociedad desarrolla unas u otras. La capitalista, desgraciadamente, desarrolla por todos los medios las tendencias egoístas, las tendencias innobles, las bajas pasiones, y las utiliza por todos los medios con un objetivo mercantil.

Nosotros tratamos de desarrollar las pasiones nobles. Pero nosotros mismos, los revolucionarios, lo que expresamos son los más nobles sentimientos del pueblo. No somos más que portadores de su propia nobleza, de su propia bondad. Nosotros no tenemos nada de nosotros mismos. ¡Lo que tenemos y sentimos los revolucionarios lo recibimos del pueblo y lo llevamos al pueblo! ¡Y es el pueblo quien nos ha hecho mejores, es el pueblo quien nos ha hecho más nobles, es el pueblo quien nos ha hecho más revolucionarios! (APLAUSOS.)

Nuestras formas pueden ser todavía más o menos perfectas. Y digo que todavía son más imperfectas que perfectas. Pero nada nos impide racionalizar, trabajar, luchar. Un pueblo absolutamente identificado y unido buscando lo mejor, con todo su vigor y toda su fuerza. ¡Esa es nuestra patria! Pero lo demuestra un hecho: que siendo un país de 8 millones de habitantes, ayudado, sí, por la solidaridad internacional, ayudado amplia y generosamente... Pero allí, en aquel país y en aquella trinchera ha sido el vigor del pueblo, el nuevo sentido del patriotismo, el nuevo sentido de la dignidad, el nuevo sentido de la moral, lo que nos ha hecho defender esa tierra, defender esas ideas, defender esa bandera.

Esa bandera es la misma de nuestros libertadores, ante la cual siempre se inclinaron con veneración y respeto. Sus colores no han cambiado. Lo que ha cambiado es el contenido de nuestra patria, lo que ha cambiado son las ideas que simboliza esa bandera que ya no es de explotación, que ya no es de sometimiento, que ya no es de injusticia, sino una bandera que significa para hoy todo lo que es la patria, las luchas del pueblo, sus grandes conquistas, sus grandes avances.

¡Y esas mismas banderas de los libertadores seguiremos llevándolas para elevarlas a su punto más alto! ¡Y esas mismas banderas esperamos hermanarlas con banderas iguales de América Latina, como hoy se hermana con la de Chile! (APLAUSOS.)

¡Y esas mismas banderas, a medida que los pueblos avancen y a medida que simbolicen la justicia y la liberación y la solidaridad y la unión, se irán hermanando con todas las demás banderas de los pueblos de América Latina, que algún día ondearán también, unidas, más alto de lo que han ondeado siempre!

Ese es el objetivo de nuestra lucha como revolucionarios patrióticos y como revolucionarios que nos hemos acogido a la ideología del proletariado, a los sentimientos del proletariado, a la solidaridad latinoamericana y a la solidaridad mundial. Eso es lo que representan nuestras ideas de hoy, nuestro Estado de hoy, nuestras instituciones de hoy, nuestros conceptos de hoy.

Nosotros si hemos llevado a la realidad los principios de igualdad, fraternidad y libertad que ningún otro proceso revolucionario pudo llevar. Y en cuanto a la forma en que deben hacerla los chilenos, en cuanto a si lo harán con ese Estado o sin ese Estado, con ese parlamento o sin ese parlamento, les digo que ustedes sabrán resolver correctamente el problema.
Muchas gracias (APLAUSOS).



(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUÍGRAFICAS
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO DE CUBA)

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