martes, 30 de diciembre de 2008

Gregorio Mimica renació en San Miguel, en el Liceo Andrés Bello



El anfiteatro de la Municipalidad de San Miguel está casi completo. En las butacas del centro se sitúan los jóvenes con sus uniformes azules obscuros que acentúan más todavía sus rostros morenos, sus cabezas de pelo corto y oscuro, se notan especialmente peinados para la ocasión.



Sus ojos vivaces todavía delatan esa exquisita indolencia propia de la edad. Me siento detrás de ellos, ni siquiera reparan de mi presencia, juguetean se ríen, la ceremonia no les importa, son felices entre sus pares, los observo con detenimiento y hasta los encuentro parecidos, no sabría distinguirlos unos de otros.

Sólo callan cuando saben que se acerca el momento de que van a ser nombrados para recibir su diploma de egresado.



Es la ceremonia de graduación de los 8º años del, Liceo Nº 6 Andrés Bello.
El Liceo donde hiciera todos sus estudios básicos y medios nuestro Goyo Mimica.
Busco entre tanto rostro joven alguno parecido al inmortal rostro de Goyo, no logro encontrar parecido alguno.

Me concentro en uno que se destaca de los demás por su porte y su risa franca.
Me aterra pensar que este hermoso muchacho corra la misma suerte de Mimica, siento que me falta el aire,



¡Cómo le aviso que le está prohibido soñar!,¡Qué las utopías han muerto y no resucitarán jamás! Y el mundo como si nada.

¡A quien le importa que a Goyo le hayan dado muerte!



Tu padre murió de pena. Tu madre de tanto llorarte cada día se hizo más pequeña, tan pequeña hasta que sencillamente desapareció. Y nosotros que éramos tantos, tantas las mujeres que te amamos, tantos los que nos reímos de tus cuentos, tantos los que te quisimos como ser humano. ¿Dónde están?

No nos damos tiempo para recordarte, nos preocupa la despedida de fin de año, la cena del año nuevo, el aguinaldo.



Emilio lee el discurso de agradecimiento, Juan Manuel ve coronado su trabajo de tantos años, el de perpetuar la memoria de Goyo a través de un premio con su nombre a un joven tan bueno y sencillo como el mismo Gregorio fue, Rodrigo y Alex perpetúan el momento con sus máquinas fotográficas.

Me abrazo a Erica, a la hermosa Tamara, me alegra ver a Bélgica después de tanto tiempo, Sergio Moris y su risa contagiosa, deciden tomar una cerveza.



Yo me siento segura del brazo de Giorgio, pienso cuántos años han pasado y los sigo queriendo tanto, tanto como sigo queriendo a Goyo.

Iris Aceitón Venegas

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