sábado, 31 de julio de 2010
MARIO BENAVENTE, PROFESOR DE LA UTE, REFLEXIONA SOBRE EL LEGADO QUE DEJA LUIS CORVALAN
LUIS CORVALÁN: COMUNISTA EJEMPLAR
(Mario A. Benavente Paulsen)
Profesor de Filosofía de las Ciencias de la Universidad Técnica del Estado
1.- Don Lucho se nos ha ido para siempre. Duele que así sea, pero la vida es así. Más temprano o más tarde nos dice “hasta aquí has llegado”. Quien parte, ya sin conciencia, no siente el dolor que deja en su entorno familiar y social. Cuando la ausencia es sin retorno, es el momento en que se valora la importancia que tuvo la existencia, especialmente cuando ha trascendido más allá de lo personal y familiar y se proyecta generosamente a todo el quehacer de los desposeídos del mundo. Es lo que ha ocurrido con el compañero Luis Corvalán Lepe.
2.- Las desigualdades e injusticias lo impactaron desde muy joven. Se rebeló contra ellas. La masacre de la Escuela Santa María y las constantes represiones de que eran objetos los obreros en el norte y los campesinos del sur no le fueron indiferentes. Luis Emilio Recabarren trazó un camino de liberación al proletariado nacional y latinoamericano. La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias marcó su infancia. La Revolución de Octubre en Rusia le demostró que el camino que Recabarren enseñaba al proletariado del Sur de América, conducía a terminar con la condición de explotado. Los nombres de Marx, Engels, Lenin, Stalin se le hicieron familiares. De la lectura de algunos escritos de estos eminentes revolucionarios, que lograban burlar las prohibiciones, asimiló, entre muchos, un concepto fundamental que Recabarren no se cansaba de enseñar: la unidad de los explotados con todos los sectores sociales humillados por la explotación. Es decir, el llamamiento con que Marx y Engels finalizaron el “Manifiesto del Partido Comunista” (1848) se hizo carne y sangre de su existencia. En la década de los treinta del siglo anterior, ya obtenida su calidad de profesor normalista, ingresó al Partido Comunista de Chile. Tal llamamiento adquirió en él connotaciones profundas y objetivas.
3.- La conformación del Frente Popular Antifascista que conquistó el Gobierno de Chile con el profesor radical Pedro Aguirre Cerda, demostró la validez de este principio. Desde sus orígenes, el Partido Comunista caminó por él.
4.- Al asumir la Secretaría General del PC en 1958, luego de la muerte de Galo González, Don Lucho comprendió que después de la derrota del nazifascismo y con el desarrollo de la Guerra Fría impuesta por las potencias imperiales en contra de la Unión Soviética, se entraba en una etapa más compleja de la lucha. En estas nuevas condiciones se requería un Partido de masas enraizado en los más amplios sectores sociales, especialmente en el corazón mismo del proletariado. Tendencias sectarias como “pocos, pero buenos” o de carácter obrerista que algunos esgrimían, fueron superadas a través de una intensa lucha ideológica. No se trataba de sancionar al militante, sino de ayudarlo en el conocimiento de la concepción marxista-leninista, de la realidad nacional y de la solidaridad. Se trataba de formar comunistas conscientes. El carácter de Partido de la clase obrera, había que conquistarlo. El comunista no nace como tal, se forma en la lucha cotidiana de las masas. La formación de cuadros dirigentes, tanto en el Partido como en la Jota, imprimió un ritmo acelerado a su influencia. Pocos miles eran los militantes cuando Don Lucho asumió como Secretario General. Después de diez años, el Partido Comunista chileno era el de mayor influencia en el país. Más de trescientos mil compañeros integraban las filas comunistas.
5.- La formación de la Unidad Popular que condujo a Salvador Allende a la Presidencia de Chile, fue la máxima conquista del pueblo. Fue la culminación de un largo y sufrido camino. Muchos entregaron su vida, otros sufrieron persecuciones, relegaciones y cárceles. Se logró el principal objetivo político de entonces: el pueblo organizado y unido había conquistado un gobierno popular, democrático y revolucionario. La clase obrera fue el verdadero motor de las transformaciones. Los trabajadores empezaron a aprender la administración y el proceso de producción de las grandes empresas monopólicas nacionalizadas. Los campesinos hacían lo propio con la tierra que la eliminación de los latifundios, les entregara. Los estudiantes de enseñanza media y universitaria se integraban resueltamente al profundo proceso de transformaciones que vivía Chile. Los éxitos en la construcción de la sociedad socialista en la URSS y, en forma especial, la consolidación de la Revolución Cubana, incentivaban la confianza en la lucha de nuestro pueblo. Chile bullía de entusiasmo y esperanza. Los partidos populares adquirieron una influencia considerable y lograron conformar la más amplia unidad política y social de nuestra historia: la Unidad Popular. El pueblo se había convertido en protagonista fundamental en el desarrollo del apasionante proceso que se vivía. Las juventudes se integraban con sus alegrías y cantos a trabajar con los obreros en las fábricas, en los puertos y campos. Había que ganar lo que Don Lucho llamó “la batalla de la producción”. Lo que se conoció como “la experiencia chilena” estimuló los movimientos sociales en nuestro continente. El imperialismo estadounidense y la oligarquía criolla horadaron la unidad de las fuerzas populares e impusieron la dictadura fascista.
6.- La influencia del PC, bajo la sabia conducción del camarada Corvalán fue extraordinaria en la década de los sesenta. Junto a él, una joven y experimentada generación de dirigentes comunistas a nivel nacional, imprimió un ritmo de desarrollo y consecuencia con los principios de la concepción proletaria. Junto al nombre de Don Lucho hay que evocar, entre tantos, algunos destacados cuadros: Víctor Díaz, Américo Zorrilla, Mario Zamorano, José González, Uldarico Donaire (Rafael Cortés), José Oyarce, Víctor Contreras Tapia, Alberto Molina Oscar Astudillo, Julieta Campusano, Bernardo Araya, Galvarino Melo, Alberto Molina, Luis Figueroa, Isidoro Carrillo, Mario Silva, Manuel Cantero, Óscar Ramos, Héctor Véliz, José Weibel, Choño Sanhueza todos de extracción proletaria, junto a los de Pablo Neruda, Volodia Teittelboim, Gladys Marín, Orlando Millas, Jorge Montes, Hernán Ramírez Necochea, César Godoy Urrutia, Marta Ugarte, Sola Sierra, Enrique París, Waldo Pizarro, Fernando Ortiz, Sola Sierra, Manuel Guerrero, Manuel Parada. Julio Alegría, Carlos Contreras Maluje, todos ya fallecidos y otros hechos desaparecer por la dictadura. Junto a esos eminentes combatientes, los nombres de Jorge Inzunza, José Cademártori, Hugo Fazio, Virginia González, Jacinto Nazal, Iván Ljubetic y otros valiosos cuadros que siguen combatiendo por un mundo mejor. No era casual que en esos años la mayor parte del Comité Central (48%) estaba integrado por cuadros obreros, algo más del 20/% por cuadros campesinos y mapuches, más del 10% por destacados educadores, intelectuales, profesionales, comerciantes y dirigentes de las Juventudes Comunistas. En esos dirigentes, enraizados en las aspiraciones más sentidas de las masas, radicó la sabiduría del Partido de Recabarren bajo la inteligente y sagaz conducción de Don Lucho.
7.- Poco se ha hablado de él como educador de masas. Claro está que un comunista, por el sólo hecho de serlo, es un educador de masas. Don Lucho fue algo especial. Ya en sus columnas que tenía en el diario “El Siglo” en la época en que Galo González era el Secretario General, los análisis políticos del entonces joven Luis Corvalán, eran faro orientador de vastos sectores, en especial jóvenes que requerían entender la política nacional para impulsar con fundamentos objetivos los procesos de reforma universitaria. Los artículos del entonces poco conocido Corvalán, no sólo proporcionaban antecedentes políticos, sino, además, métodos para el análisis de los fenómenos sociales.
8.- Al asumir como Secretario General del Partido impuso mayor rigor en las interpretaciones y análisis políticos. Él mismo predicó con el ejemplo. Sus intervenciones públicas y al interior de la organización eran expresión de serias reflexiones personales y colectivas, las que llevaban su sello. Era enemigo de improvisar. Cada una de sus expresiones verbales o escritas estaba siempre inserta en un riguroso contexto ideológico. Sabía que no era buen orador y en él ejercía mucho peso su condición de comunista y más aún de Secretario General. Todas las informaciones que entregaba en las reuniones del Comité Central, eran escritas y reflejaban el pensamiento de la Comisión Política. En las reuniones del CC cada dirigente aprendió a expresar por escrito su opinión respecto al informe central y en el tiempo previamente acordado. Esto impedía la improvisación. Sólo un dirigente del CC nunca pudo o no quiso asimilar este método. Siempre se le autorizó para ello. El querido y bien recordado dirigente del magisterio, César Godoy Urrutia, tuvo este privilegio y, ¡caramba! qué bien lo utilizaba.
9.- El Partido, en general, contó con buenos oradores. El más brillante de la segunda mitad del siglo anterior fue el dirigente sindical Juan Vargas Puebla. También lo fueron César Godoy Urrutia, Volodia Teittelboim, Jorge Montes, pero todos tuvieron que adaptarse a la modalidad que, con su ejemplo, enseñó el camarada Corvalán. A niveles de Comités Regionales, Comunales y de células, los informes políticos se hacían por escrito. En nuestras juventudes comunistas se dio un proceso similar. La voz y la acción de un comunista, siempre fue coincidente con la de sus más altos representantes. Buena parte de la unidad ideológica y política del PC fue obra de la conducción que el camarada Corvalán supo imprimirle. Esta modalidad de trabajo se hizo característica del quehacer logró que esta forma de trabajo fuese característica del quehacer partidario. El rol de las células fue y es fundamental en la formación del militante. Jaime Castillo, destacado teórico de la DC, ya fallecido, decía: “A pesar de tener posiciones diferentes, hay que reconocer que lo que uno conversa con un dirigente comunista en Chile, es lo mismo que un comunista chileno dice en Moscú o en cualquier lugar del mundo”
10.- La figura de Luis Corvalán se proyectó más allá de los márgenes partidarios. A mediados de la década de los sesenta, un periodista político del Diario El SUR de Concepción, en uno de sus artículos, afirmaba que “Luis Corvalán era el más importante dirigente político de la historia de Chile en el siglo XX”. Eso lo decía en ese entonces. Ni siquiera podría haberse imaginado que el nombre de Luis Corvalán sería el de un dirigente político chileno que llegaría, como ningún otro compatriota, a los más apartados rincones del planeta. De todos los continentes y pueblos emergían las voces solidarias que exigían el respeto a su vida y su libertad Desde la Isla Dawson, Ritoque y Tres Álamos su figura fue el mayor estímulo a la solidaridad internacional contra la dictadura fascista. Su nombre irá siempre unido al de Salvador Allende y Pablo Neruda.
11.- En este homenaje no se puede dejar de admirar en él su fortaleza moral. No es difícil enfrentar las calumnias y diatribas que emanan de los enemigos de clases. Por el contrario, ellas fortalecen el ánimo y convencen de que se está defendiendo con fidelidad los intereses de los desposeídos. En las victorias, todos son vencedores. En las derrotas, sólo unos pocos son los responsables. Don Lucho tuvo, además, la sabiduría para saber callar. La rica experiencia adquirida no le permitía gastar sus energías contra las maledicencias. Se refugió en su célula. En ella militó hasta sus últimas semanas. Como ningún otro dirigente de nuestro Partido nos dejó obras importantísimas e imprescindibles para comprender la historia política de Chile y el mundo en el siglo XX. Se podrán compartir o no algunas de sus opiniones personales, yerros u omisiones, pero nadie logrará empañar su grandeza. Lo importante es que dejó escrito lo esencial de su pensamiento. Las generaciones futuras de comunistas y el desarrollo de la lucha de clases a escala nacional, latinoamericana y mundial sabrán valorarlo mejor.
11.- De firmes convicciones, intransigente en la defensa de las aspiraciones de los proletarios, de fidelidad ejemplar a su Partido y a la lucha de los pueblos del mundo, llevó muy adentro el rol de esposo y padre. Lily, su compañera, en las condiciones más difíciles, siempre tuvo al lado su cariño. Sus hijos deben enorgullecerse de haber tenido un padre que supo darles especial ternura. Se nos fue Don Lucho, llevándose grandes satisfacciones por las victorias alcanzadas por los pueblos, pero también los dolores por las grandes derrotas. Su enorme fortaleza moral, le permitió sobrellevar la muerte de su único hijo varón, combatiente de nuestras juventudes comunistas, Luis Alberto, Coné …..
Su ejemplo, consecuencia y fervor revolucionario servirán de guía para las nuevas generaciones de hombres y mujeres que abracen la causa del socialismo y del comunismo.-
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