viernes, 13 de agosto de 2010
CERY TORO Y UNA LINTERNA DE PAPEL Y ESPERANZA DE ANDRES SABELLA POR LA VIDA DE LOS 33 MINEROS ATRAPADOS EN SAN JOSÉ
DOLOR MINERO
“Copiapó pudo ser asfaltado con plata chañarcillana”. Hoy el camino se hace con lágrimas. Hay una gran familia minera atravesada por el dolor de 33 perdidos.
Usted escribió que “los hijos de los mineros nacen con una vaguedad deliciosa en la mirada: la ilusión de los caminos, se hace dulzura en esta mirada.” Poético.
Hoy la mirada de los hijos de los mineros está nublada. No hay vaguedad, no hay dulzura, hay vista fija hacia la ilusión Sí don Andrés, hacia la esperanza de hallar con vida a esos seres amados, que salieron el jueves pasado al camino y no han regresado todavía.
¿Qué hacer para mitigar ese sufrimiento que nos ha tocado a todos tan fuerte?
Quizás haya que ir hacia la Pachamama, hacia su vientre, mostrarle tanta congoja, demostrarle que sus entrañas heridas no son solamente de zarpazos humanos, sino desgarrones deshumanizados por el desenfreno de la riqueza y de la despreocupación.
No basta la solidaridad, hay que hacer algo más allá de los códigos de palabras enredadas, de los inventos científicos que no operan en las catástrofes, más allá de los celulares, de los ductos, de los teléfonos satelitales, de los GPS, de los rayos laser, de los escáneres inútiles en ocasiones como éstas.
Siglo XXI, en el que reina la incomunicación.
¿Es posible que entre tanto adelanto tecnológico no exista uno, sólo uno, para vencer el mortal silencio del encierro de esos hijos de la mina? Es catastrófica nuestra ignorancia repetitiva: ¿ es que no hay lecciones que enseñen.?
¿Quiénes pagan?
“La Casualidad, el Hada Madrina de los mineros, operó el milagro de entregar las entrañas fabulosas de Tarapacá y Antofagasta, a la codicia de los hombres”, expresó usted. Y en esas entrañas mueren sólo obreros sin rango, nombres de planillas, números de turno. Pero jefes de hogar, esposos, padres, hijos, hermanos, seres humanos, como usted, como yo. O como el contratista, o el dueño que no traspasan ni la entrada. O como quien autorizó la reapertura de esa mina copiapina, clausurada por insegura.
“Los hombres dejaron el pueblo y se lanzaron a la conquista del cerro que constituía para ellos, para los mineros, el nudo de sus vidas”. Hoy, un nudo de muerte que no se puede desatar, ahí, en los huecos horadados porfiada y avaramente en la pampa.
Mi pena es infinita: no hay brindis maestro. Usted tampoco lo haría.
CERY TORO GONZÁLEZ
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