sábado, 18 de septiembre de 2010

¿POR QUÉ PODEMOS BRINDAR ESTE 18 DE SEPTIEMBRE?


Volantines de septiembre

CERY TORO GONZÁLEZ

Es cuestión de bajar un poquito el tono cibernético y hallaremos un juego de antaño, chilenísimo y “elevado”: el volantín.
Como usted, yo también icé volantines allí en mi puerto, en una calle o “en una playa, donde las gaviotas raspaban sus alas para mantenerla blanquita y acogedora…”

Los niños de mi barrio, “echábamos comisiones” con “hilo curado” con vidrio molido. Era un precioso triunfo “mandar cortado” al volantín de un oponente y seguir en competencia. Y era tan poético mirar ese pedazo de papel cruzado por varillas mágicas –como la de Harry Potter- , que bajaba, subía, conversaba con las nubes, aprovechaba el viento nortino y cruzaba el aire hasta atrapar el hilo del contrincante, cortarlo y terminar con esa alada vida: meciéndose sin rumbo, el “cortado” iba a dar a cualquier lugar.

Todos los niños corrían para apoderarse de ese vencido, porque con una “cañuela” nueva, recuperaba el movimiento. Mi mamá se negaba a devolverlo o entregarlo si alguno caía en su patio: le pertenecía a sus nietos …

Había “cambuchas” de papel de diario. Había “jotes”, los inmensos, gigantescos. Había grandes “peras”. Todos volaban, cruzaban los espacios que nosotros no podíamos alcanzar. Y algunos con lienzas infinitas, se iban más allá de lo imaginado, se perdían, pequeñitos, en la lejanía. Y al no verlo, ahí en la playa, yo lo suponía en manos de Simbad o Sandokán.




Septiembre era volantinero.


Los volantines eran pájaros que volaban desde las manos infantiles, adiestradas por sus mayores. Eran, como usted los define: “corazones que salían de paseo por el cielo”.

¡Tantos juegos chilenos casi perdidos!

El trompo multicolor, que araba la tierra en busca de una victoria. Las bolitas –aquí las llaman bochas- sonoras en su vidriosa policromía. El emboque, pedacito de madera que nos sintonizaba con el equilibrio. El run-run y su zumbido. El “luche” y sus mágicos cuadraditos. La “payaya” con sus cinco piedritas. Las “escondidas” y su algarabía en los encuentros. La “chola” y la pelota. Y “el tú la llevai”, así, bien chileno: la llevai.

Septiembre de volantines, de historia, de recuerdos, de desfiles, de “pintas” nuevas, de fondas y ramadas. De olorosas y exquisitas empanadas. De sones militares. De amor a la Patria.

¿Brindamos por todo eso?: ¡orza maestro! (Andrés SABELLA)

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