martes, 19 de julio de 2011

DIPUTADO PATRICIO HALES RECUERDA QUE EL COBRE SE NACIONALIZÓ Y QUE LA CONTRALORÍA RECONOCIÓ GANANCIAS EXCESIVAS DE LAS MINERAS NORTEAMERICANAS


SESION 54° ORDINARIA, EN MARTES 12 JULIO DEL 2011
HOMENAJE NACIONALIZACIÓN 40 AÑOS DEL COBRE

El señor HALES .- Señor Presidente, honorable Sala, el principio innovador que inspiró la nacionalización del cobre y su asociación indiscutible con el actual debate del royalty, evaporó la atmósfera de nostalgia que podría haber invadido el homenaje.

La vigencia del principio de rentabilidad excesiva fortalece los fundamentos de nuestro rechazo a la actual legislación permisiva de la gran minería privada. Nos desafía, pues no hemos sido capaces de cambiarla.
Curioso que el estudio y homenaje al pasado presione tan fuertemente hacia el presente. La nacionalización del cobre quedó encadenada al futuro y remece nuestras deudas políticas presentes.

Pasados 40 años, esa gran minería, que constituía al momento de nacionalizarse el ciento por ciento, hoy día se ha reducido a un tercio.
Antecedentes de 1971 parecieran describir la minería de hoy como fundamentos para el royalty: abuso de nuestro recurso no renovable, elusión tributaria de las grandes empresas, explotación de nuestro suelo sin pagar impuestos, utilidades desproporcionadas respecto de las inversiones de esas mismas empresas en otras partes del mundo y abuso demostrado contablemente.

El gobierno de la Unidad Popular instaló un principio innovador para nacionalizar el cobre chileno: la noción de la injusta rentabilidad excesiva.
En vez de la amenaza expropiatoria revolucionaria, tan propia de los 60, proclamada por nosotros mismos, el gobierno aplicó la ley. La paradoja del concepto aplicado es que su carácter revolucionario lo constituyó justamente su legalismo.

El nuevo concepto consiguió anular rechazos a la decisión nacionalizadora y desmintió los miedos de las campañas del terror antiizquierdistas de la Derecha. La novedad argumental colocó a la derecha en una decisión positiva ineludible.
La realidad de los bajos costos con que las compañías extranjeras consiguen la creación de valor produce exceso de renta. A la mano de obra barata, que otorga resultados de utilidades extraordinarias, se sumaba la explotación gratuita de la tierra, que contiene el material extraíble, la que el inversionista no compra, donde el costo de lo no renovable es cero. Y hoy día se halla marcada, además, por el buen precio del cobre y la industrialización.

La rentabilidad superaba la normalidad de otros negocios y superaba la rentabilidad de esas mismas empresas en otras partes del mundo.
Honorable Sala, los datos que se hicieron públicos en ese entonces para que hablaran por sí solos.

La Kennecott, en El Teniente, ganó, desde 1955, un promedio del 53 por ciento, mientras que en otros países ganaba el 9. La Anaconda, en Chuquicamata, ganó un promedio de 21 por ciento, en circunstancias de que la media de sus otros negocios era de 3,7 por ciento. En pocos años, la Chile Exploration aumentó sus utilidades en 130 por ciento; la Braden, en 400 por ciento, y la Andes Copper Mining, en 760 por ciento.

La reforma constitucional de Allende estableció que se pagaría indemnización, pero que a ésta se le descontaría la rentabilidad excesiva de las empresas.
Ello fue instalado en la Constitución.

La nacionalización que propuso el gobierno de la Unidad Popular cambió entonces el enfoque mundial en curso. Pasaba a ser un principio peligrosamente repetible.
Nixon lo entendió. Cito a ese Presidente de los Estados Unidos: “Voy aplastar a Allende”.

A las 20 horas y 27 minutos del domingo 11 de Julio se levanta la sesión del Congreso Pleno que había aprobado este proceso. El artículo transitorio N° 17, letra b), de la Constitución facultó al Presidente de la República para ordenar el descuento de las rentabilidades excesivas. Allende, dos meses después, dictó el decreto supremo N° 92, que determinó la cantidad que habría que restarle al pago de la indemnización obligatoria.

Antes de Allende, en el mundo se nacionalizaba por acuerdo o por imposición. Se temía a la violencia expropiatoria.
En Chile, lo resolvió el Parlamento con la aprobación en pleno de la iniciativa. Luego se instaló en la propia Constitución.
Se discutió democráticamente. Allende no impone, no expropia, no confisca. Se desmoronan las profecías en cuanto a que Allende reproduciría los procesos de la revolución cubana o los de algunos nacionalismos latinoamericanos de los años 50.
No había atropello; había pleno respeto al Estado de derecho.

La legitimidad de la fórmula se levantó como peligrosa para los intereses empresariales extranjeros en cualquier parte del mundo: se había legitimado el proceso innovador de la rentabilidad excesiva.
¡Qué vigente este debate, honorable Sala! La rentabilidad excesiva.
Sólo el royalty podría detener el proceso que vivimos 40 años después y que me permito denominar hoy día como “la desnacionalización del cobre”.
¿Cuánto ganan hoy las mineras amparadas en la desnacionalización? Los especialistas entregan los datos: sólo en 2006 éstas mineras, no las de antaño, ganaron cinco veces los 4 mil millones de dólares que el Presidente de la República ofrece para resolver los problemas de la educación: más de 20 mil millones de dólares en un solo año.

Las facilidades legales de hoy permiten desnacionalizar el cobre disminuyendo la apariencia de utilidad en base a créditos cargados u otras figuras para no tributar.
Podemos afirmar que lo desnacionalizaron desde 1974, pues lo obrado conceptualmente contravino la base misma de la institución jurídica y los principios del derecho moderno que habían permitido nacionalizar el año 71.

El constructor jurídico de la nacionalización, Eduardo Novoa Monreal, designado por el Presidente Allende para estos fines estableció en la Constitución los principios que hoy día nos pueden ayudar a exigir el royalty por las utilidades excesivas, y así poner fin a los malabarismos con que las mineras eluden el pago de impuestos en Chile haciendo que pierda el territorio con cobre y también el dinero.
Homenajear, entonces, la nacionalización es, inevitablemente, también homenajear a Eduardo Novoa, a su equipo: Sergio Insunza, Armando Uribe y tantos más.

Construyeron la nacionalización con conceptos jurídicos nuevos, de comienzos del siglo XX, como una institución jurídica que no surge sólo del derecho de los países socialistas, sino con Julliot, Chenot, Laufenburger, que se consagra en la declaración N° 1.803 de la ONU, en 1962, cuando se proclama el derecho de todo Estado a disponer de sus riquezas y sus recursos naturales. No venía del siglo XIX. Era nuevo; ésta era la novedad.

Y ellos entienden que en su acepción más exacta una nacionalización no se caracteriza por colocar bajo el dominio nacional bienes de propiedad extranjera. No es contra lo extranjero; puede aplicarse tanto a bienes privados de nacionales como de extranjeros, pues su etimología no procede de hacer nacional lo que es extranjero, sino de asignar los bienes privados a la nación toda.
No la confunden con la confiscación, porque ésta tiene carácter sancionatorio. Y es distinta de la expropiación, que sólo transfiere el dominio, en circunstancias de que la nacionalización transforma la propiedad privada en colectiva con el objeto de ponerla al servicio de intereses generales.



El concepto que me permito levantar como “desnacionalización” se entiende mejor si confrontamos la realidad actual, lo que hoy día vive Chile en la minería con el principio nacionalizador que genialmente construye Eduardo Novoa como “un acto supremo de gobierno que nace de una nueva actitud del hombre respecto a la propiedad, que entiende que ciertas actividades no pueden ser dejadas a la iniciativa privada o al lucro como motivo central.”. ¡Qué actual, señor Presidente! Enfoque que en el Chile de hoy es más bien recordado por los movimientos sociales con la política a la zaga.

La desnacionalización se contrapone a la nacionalización, porque ésta confía en la colectividad, las riquezas, empresas o actividades que antes estaban a cargo de la iniciativa privada, con el fin que sean utilizadas en beneficio de todo el pueblo para solucionar problemas sociales, suprimir injusticia y procurar el bien a toda la colectividad.

Señor Presidente, más allá de la mitología de la unanimidad con que se nacionaliza en 1971, los expertos detectaron que en el debate de entonces -y quizás también hoy día en este Congreso- era natural que la derecha quisiera asimilar la noción de nacionalización a la expropiación del derecho tradicional. Es natural que quienes afirman que sólo la libertad individual es el motor más poderoso del progreso económico y de una mejor organización social le encarguen al Derecho sólo el fin de proteger esa libertad y que evite todo intento estatal de dirigir la economía. Y cuando advierten que la noción jurídica moderna de nacionalización no puede ser resistida, busquen reducirla hacia el derecho expropiatorio pasado.
Y no entienden que la nacionalización está destinada a cambiar el régimen de explotación de bienes o actividades para transformarla en actividad colectiva para el bien común.

Cito a sus detractores. Llegaron a decir que la nacionalización era un equívoco semántico para sorprender a las personas de poca cultura. Y, como dijo el experto, terminaron aprobándola algunos, pese a su repugnancia doctrinaria.
Al leer todas las actas del debate habido en la Cámara de Diputados en 1971, revivimos una argumentación demoledora. El debate sobre la indemnización ingresa en las profundidades de la epiqueya de Aristóteles para fundamentar, citando a los autores, que un pago puede ser equitativo, aunque no sea equivalente, siempre que sea adecuado.

En la discusión sobre la equidad y la justicia social, Maira, Millas, Jaque, Renán Fuentealba, fueron brillantes al defender los conceptos filosóficos y jurídicos en la justicia de la nacionalización.

La falta de convicción de la Derecha -con todo respeto-, apoyando la unanimidad de la nacionalización del cobre, quedó demostrada en 1974, tres años después actuó con su motivación más genuina, aquella que subyacía en las profundidades ideológicas de la Derecha, iniciando la desnacionalización, después del golpe de Estado, con el decreto ley N°600, sin pudor, a poquito de haber concurrido a la unanimidad de la nacionalización en 1971.

Cuando el Golpe consolidó el poder, el 74 la Derecha se expresó en su esplendor, a la luz del día, no sólo en su entusiasmo privatizador en otras áreas, sino desnacionalizando el Cobre, ofreciéndolo, casi como el poema de Neruda respecto de los ahogados en dólares, cuando dice: cuando llegan las avanzadas imperiales, se acerca un enano oscuro y te dice: por favor, no es necesario pagar tanto a estos nativos, señor, sería torpe, se emborracharían. Entonces, el decreto ley N°600 ofrece a la inversión extranjera y a la Gran Minería que ganen dinero sin barreras.
Con razón, el subsecretario del Presidente Piñera, sin ser desmentido por ninguna autoridad, acaba de decir que la nacionalización del Cobre fue un error histórico. No se atrevieron a devolver la Gran Minería de Codelco nacionalizada, pero comenzaron el proceso desnacionalizador al tener todo el poder en las manos, o con el fusible en la mano, comenzaron la desnacionalización de la minería y de otras actividades.

Así, hoy, a cuarenta años, ya no sólo por culpa de la Derecha, sino también por culpa nuestra, por responsabilidad nuestra, las minas que nacionalizó Chile y que constituían el ciento por ciento de la Gran Minería, hoy no llegan a ser alrededor del 33 por ciento, gracias al proceso de desnacionalización; el resto, lo tienen los privados sin pagar royalty por llevarse un territorio que no volverá a tener cobre hasta unos ciento cincuenta millones o doscientos millones de años más.
El pensamiento desnacionalizador se fue extendiendo -el que destruye la propiedad colectiva-; la idea del bien común de la nacionalización, se fue ampliando lentamente hacia el negocio de la salud y de la educación, en forma tal, que más bien los estudiantes y no este diputado han sabido denunciar mucho mejor que cualquiera de nosotros y que la política.

Lo llamo desnacionalización, porque contrasta el concepto que inspiró a la nacionalización del cobre que hoy celebramos.
Chile ha retrocedido en su repudio al lucro excesivo y al valor colectivo que se había conquistado.

Esta victoria de nacionalizar el cobre comenzó con el ex presidente Eduardo Frei Montalva, con la llamada nacionalización pactada y la discutida chilenización de 1965.
Para no caer en una personal exageración filial, prefiero transferir literalmente el párrafo con que la enciclopedia describe el proceso. “La nacionalización pactada de 1969, fue el proceso -ideado y encabezado por el ministro de Minería, Alejandro Hales-,…

-Aplausos.

…que culminó con la compra de la mayoría de las compañías y su control por el Estado de Chile. Posteriormente, en la presidencia de Salvador Allende, se realizó la nacionalización y estatización de la Gran Minería del Cobre, por la ley N°17.450, publicada el 16 de julio de 1971.
Esa valiosa gradualidad del curso histórico nacionalizador chileno facilitó el éxito de 1971.

El Gobierno de Eduardo Frei Montalva ablandó resistencias. La nacionalización pactada agudizó la lucha contra el abuso y aceleró la idea del control estatal del cobre. Nadie apostaba, a comienzos de los 60, que la recuperación íntegra del cobre se lograría en 1971 con voto unánime. Era difícil construir una conciencia colectiva nacional tan poderosa que empujara a la Derecha a concurrir con su voto positivo a una iniciativa de Allende.

El Gobierno de Frei y el Partido Demócrata Cristiano, con sus líderes, fueron anulando la conducta de la Derecha chilena a oponerse al dominio total del Estado sobre la Gran Minería. Ellos son también parte de este homenaje.
Tomic, el candidato presidencial democratacristiano coincidió con Allende en su compromiso de la nacionalización completa y total.
Vale la pena recordar que la conciencia se hace y también se deshace; que la comprensión colectiva de un país se puede transformar en una gran capacidad movilizadora que logra éxitos difíciles de imaginar al inicio de los procesos. Y hay que recordar también que el éxito es un peligro.

La novedad establecida por Allende fue un factor de amenaza de intereses determinante para su caída. Su nacionalización no era por la vía armada; la propuesta de Allende era legal y moralmente aceptada en la comunidad internacional. Las empresas extranjeras descubrieron que este principio podría hacerse atractivo y usarse para expropiarles en todas partes. Lo grave para ellas era que se sabía justo, legítimo, ajustado a derecho, irrebatible y que en Chile había sido políticamente incontrarrestable.

Las empresas habían aprovechado, como hoy, los recursos no renovables, pagando en las condiciones que ya hemos descrito. Por eso, la Constitución las llamó rentabilidades excesivas y ordenó que a la hora de establecer el precio que el Estado debía pagarles, se les restara todo lo que habían ganado sobre una utilidad normal.



El ejemplo de Allende era un peligro. El concepto de utilidades excesivas para restarlas al pago, podía extenderse en cualquier parte del mundo donde funcionara la libre empresa. Allende era un peligro para sus intereses.
Escucho en mis archivos la grabación del embajador norteamericano, Edward Korry, de su reunión con el Presidente Nixon y Kissinger en la Casa Blanca. Dice el embajador: Nixon empezó a soltar un discurso de 5 o 6 minutos, sobre cómo iba a aplastar a Allende. No paraba de golpear su puño contra la mano. Dijo que lo destruiría, que lo hundiría económicamente, que iba a exprimirlo económicamente. Lo que continúa son insultos de Nixon hacia el Presidente Allende.

El 21 de octubre de 1971, el Secretario de Estado, Williams Rogers, dijo: Suspenderé toda la ayuda a Chile si no se revisa la decisión de nacionalizar el cobre. Consultado si eso no sería una bofetada en la cara, el ministro de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, dijo: es el único lenguaje que entienden.
John Conally, secretario del Tesoro, prohibió la venta de aviones comerciales a líneas chilenas. Y para no despertar reacciones contraproducentes, como les ocurrió con Cuba, escogieron una línea más hábil, silenciosa, de asfixia a la economía chilena. No se niegan los créditos, sino que se tramitan sin aprobarlos. Una mano invisible opera contra Chile en los organismos financieros internacionales y esperan la renegociación de la deuda externa para apretar el lazo en el Club de París.
Durante la renegociación de la deuda chilena, el Departamento de Estado, dijo: “La nacionalización del cobre está en nuestro pensamiento”.

Traigo citas de los diarios de la época, promoviendo desconocer la legalidad de la nacionalización. New York Times: Maniobra Grotesca; Evening Star: Robo desembozado. Si Nixon no actúa, esto se extenderá a otras partes; Barron´s: Bandoleros…despojo; New York Daily News: El ladrón Salvador Allende; Newsweek:”Confiscación”; Revista Time: “La nacionalización del cobre de Chile es un gran zarpazo… Hay que demostrar que Estados Unidos no es blando.

No supimos entender las claves del odio que incubaba la Derecha chilena de entonces ni los intereses que quería recuperar, y que explican parte de su posterior permisividad política y social para la violación de los derechos humanos.
Pero, tampoco fuimos capaces de comprender la odiosidad de nuestras propias conductas. En el entusiasmo, nos cegábamos y nuestro fanatismo, muchas veces, tuvo efectos nocivos de sectarismo, del que somos responsables por haber contribuido al deterioro de la convivencia nacional.

A pesar de eso, conquistamos la nacionalización del cobre. Aunque es un asunto pasado de moda, sé que para quienes hoy sólo creen en la habilidad de la elite política y en las maniobras de las directivas, la conciencia de nacionalizar el cobre venía construyéndose lentamente desde un amplísimo movimiento político popular.
El primer proyecto de nacionalización lo presentan los senadores comunistas Elías Laferte y Salvador Ocampo, en 1951. La política construyó un ambiente nacionalizador. En los años 70, en torno al cobre, convergieron fuerzas políticas adversarias, como la Democracia Cristiana y la Unidad Popular. Al revisar sus discursos, puedo ver que Allende repetía en toda su campaña: “No quiero sólo ganar votos; quiero ganar conciencias”. Chile estaba empapado de convicción.
Honorable Sala, trabajamos con lo único que hoy detona mis nostalgias: la política de vocación transformadora de largo plazo, la que siembra en las conciencias un porvenir mejor, la política de corto plazo, la que avanza por peldaños, porque tiene sentido del porvenir.



Por eso, el proceso dio resultado. La nacionalización del cobre fue mucho más que una fórmula inteligente jurídico-contable. Construimos un anhelo nacionalizador; acercamos las propuestas políticas con capacidad transformadora al pensamiento de las personas, no sólo al de los eruditos, invitándolas a sumarse con convicción y orgullo a la nacionalización.

Fue un trabajo duro, lento, hecho con pedagogía política. Había debate. La Derecha amenazaba con el recuerdo de las expropiaciones de Cuba, en los años 60, con los gusanos y con el paredón. Se debatió, se sumaron los estudiantes, levantamos razones, se divulgó la palabra, se recorrió Chile, se hicieron marchas y asambleas previas a la votación de la reforma constitucional en el Congreso Nacional, que se iba a efectuar el domingo 11 de julio. Había que asegurar su aprobación.
Ese domingo, en la mañana -la votación sería en la tarde- Allende habla en Rancagua, ante los mineros. El discurso del Presidente fue un informe al pueblo, detallado, técnico, político, económico y social. Apenas unas horas antes de la votación de la reforma constitucional, el país estaba atento.

Después de conocer el resultado, celebramos en todas partes y cantamos para poder expresarnos con toda el alma. Eduardo Yáñez, estudiante de la Universidad de Chile, compuso un éxito mundial:
“Nuestro cobre,
la carne de la pampa,
enclavado en la tierra colorada
que había allá en el norte.
Nuestro cobre,
ahora estás en casa
y la Patria te recibe emocionada
con vino y con guitarras.”

Esa gran minería nacionalizada hoy nos permite decir que Chile tiene dinero, que hay muchos pobres, pero no somos pobres. Allende lo dijo al firmar la promulgación de la ley, con voz serena, sentado al lado de Patricio Aylwin y del Presidente de la Corte Suprema, en La Moneda: “Hemos conquistado nuestra segunda independencia: la independencia económica.”

Hoy, sólo tenemos un tercio de la gran minería; pero tenemos riqueza. Las empresas comenzaron a exigir embargar el cobre en los puertos de Europa, y nosotros llamábamos a defenderlo. Y, de nuevo, Novoa, con el valioso apoyo de algunos abogados de Derecha, por patriotismo, salieron a defender a Chile. Trabajamos para explicarle al pueblo que había que defender lo conquistado. Se hicieron afiches, rayados murales; recurrimos al arte para sensibilizar la objetividad de la lucha, no sólo la razón. Música, poesía; vino el pintor Matta a rayar con nosotros las murallas. Cantábamos para transmitir la emoción de la razón; cantábamos orgullosos en todas partes para defender el cobre nacionalizado; marchábamos porque la riqueza podía eliminar la pobreza.

“Nuestro cobre,
la carne de la pampa,
como un niño que nunca imaginó
la dicha de ser hombre,
has vencido para bien de los chilenos;
ya no seremos pobres.
De tus frutos saldrá la vida nueva,
Vendrán tiempos mejores.”

Habíamos vencido políticamente en la discusión ideológica en torno al cobre. Había enemigos poderosos; pero, a pesar de todo, fue la política la que transformó realidades, haciendo conciencia. Y lo logramos.

Para finalizar, quiero decir que hoy son los movimientos estudiantiles los que han sido capaces de recuperar el ciclo de la lucha social, elevándolo a un nivel superior al del pasado. Los jóvenes de hoy han mejorado con amplitud la convocatoria sobrepolitizada con que nosotros nos movíamos, hace cuarenta años. Los jóvenes de hoy, más bien, empujan a los políticos a sacar adelante lo que nuestras incapacidades presentes no han sido capaces de resolver.

A ver si la amistad laboral que hemos construido en el Parlamento, si la amistad de trabajo que hemos construido en la política puede llevar a algunos a abrirse a buscar nuevamente acuerdos con sentido colectivo y no impuestos, para romper el curso del pensamiento desnacionalizador. No digo que vuelvan a votar unánimemente con nosotros como hace 40 años; pero, a lo mejor, puedan abrirse a un mayor esfuerzo por el bien colectivo, entendiendo que en esa línea, que deja como lección la nacionalización del cobre, está el valor más grande que nos dejó como herencia el valor de lo colectivo, como país; de no entender el lucro como motor, al menos exclusivo, de las grandes necesidades de la nación y que apliquemos la idea, no sólo en el cobre, sino en otros ámbitos en los cuales nuestros compatriotas tienen tantas carencias y sufrimiento. Entonces, tal vez, la Derecha se sume y salga cantando con nosotros:

“Nuestro cobre,
la carne de la pampa,
enclavado en la tierra colorada
que vive allá en el norte.
Como un niño que imaginó
la dicha de ser hombre,
has vencido para bien de todos los chilenos;
ya no seremos pobres.
De tus frutos saldrá la vida nueva
vendrán tiempos mejores,
vendrán tiempos mejores,
vendrán tiempos mejores.”
He dicho.

DIPUTADO PATRICIO HALES

No hay comentarios:

Publicar un comentario