viernes, 2 de septiembre de 2011

LA UTE, MÁS VIVA QUE NUNCA

LA UTE, MÁS VIVA QUE NUNCA

El casino de la EAO está en penumbras, sólo rompe la oscuridad la tenue lumbre de las velas que adornan las mesas dispuestas como en una gran herradura mirando hacia el escenario, macizo y negro, en cuyo fondo cuelga incólume el pendón con los nombres de nuestros mártires.
La grácil y etérea figura de Rebeca, envuelta en una túnica blanca, con un gran cirio encendido en su mano, levita hacia el tablado. Su voz cantarina, llena de matices: recita, suplica, pide, denuncia, exige justicia. De entre la nada, en medio de la oscuridad, se escucha un leve susurro, el más bello canto, un verdadero trino; es la maravillosa voz de Nora Blanco, potente y perfecta, empodera los versos de Neruda y Benedetti.
Con Alejandro Pavez compartimos los micrófonos, leemos “Los Versos para la UTE”, escritos para esta especial ocasión.
Max Berrú y Jorge Coulon nos regalan su arte, su repertorio conocido y venerado por la concurrencia es ensalzado por la savia joven de “Los Insobornables”. El público que repleta las mesas, se enciende, aplaude agradecido a este par de exponentes del Intiillimani, el de siempre, el único; valorando no sólo su canto, sino su ética y consecuencia de vida demostrada a través de tanto tiempo.
Los sapos y culebras, dúo legendario, cantores de peñas y tertulias universitarias de los fines del sesenta, hasta el quiebre de nuestra institución democrática. Ahí están, solidarios ofreciéndonos su música.
En la gran cocina del casino de la EAO, lucen centellantes los fogones de aluminio sobre las enormes cocinas empotradas. Las manos diligentes de Carmen, Amelia, Ericka, preparan los mostos calientes y fríos, con alcohol y sin él para deleitar a la concurrencia. El pebre y su aroma afrodisíaco engalanan las sopaipillas rechinantes de aceite hirviendo, el “tinto navegado” entibiarán hasta los corazones más gélidos. Las sopaipillas pasadas, olorosas a chancaca para los más dulceros, los sanguches de potito con ají para los más comilones. Nadie se muere de hambre, nadie se muere de sed.
Emilio y Alex incansables, como siempre; preocupados de los más mínimos detalles. Mientras el Taller Calahuala se adueña del escenario y afinan sus instrumentos, una larga hilera de huasos y chinas inaugura la pista de baile.
¡Y se arma la fiesta mierda! Italo y Gianni Franzani son conquistados por un par de chinas, sus respectivas parejas no se hacen de rogar y se entusiasman con los huasos ladinos y enamorados. Poco a poco, vamos perdiendo el pudor; gracias a la confianza y a los pícaros grados del néctar de los dioses, sobre todo los que somos duros como una estaca, para el baile, se sobreentiende.

Leña Gruesa es el plato de fondo, son los músicos de Quelentaro, sus seguidores. El vozarrón de su vocalista es increíblemente parecido al de Gastón Guzmán, la fuerza de su poesía nos eriza los pelos, versos llenos de lamentos, denuncias, con tanta vigencia que nos duele tener que reconocer que casi nada ha cambiado en este mundo y que a pesar de todo y de todos, seguiremos tratando de transformarlo.
La noche avanza y el frío arrecia. Una vez más hemos sido protagonistas de un encuentro maravilloso de afecto, poesía y canto. Agradecemos a este pequeño grupo de mujeres y hombres que trabajan incansablemente y nos permiten doblarle la mano al “olvido”; agradecemos a la Corporación, que hace posible que la UTE permanezca más VIVA QUE NUNCA.
Iris Aceitón

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