lunes, 12 de septiembre de 2011
DEL ACCIDENTE AEREO DE 21 PERSONAS EN JUAN FERNANDEZ, A LOS MIL QUE TIRARON AL MAR AMARRADOS CON ALAMBRES A RIELES, DESDE AVIONES MILITARES
CUANDO EL PARECIDO ES HORROROSAMENTE DISTINTO
La noticia nos impactó a todos por igual, sin importar diferencias de credos, convicciones políticas, intelectuales; ni las odiosas diferencias sociales que tanto nos segmentan a los chilenos. Eran 21 los ocupantes del avión perdido. El estupor creció cuando se conocieron las identidades de los pasajeros: Felipe Camiroaga y el grupo de TVN, el empresario Felipe Cubillos y su Fundación de reconstrucción, los funcionarios del Ministerio de la Cultura, los tripulantes de la FACH. Todos abrigamos durante muchas horas la secreta esperanza que en alguna parte de la escarpada naturaleza que rodea el archipiélago, estuviera la nave desaparecida y con ello, aunque fueran algunos de sus ocupantes, todavía con vida. Muy pronto los “entendidos” en la materia, nos desvanecieron la feble ilusión de encontrar sobrevivientes.
“Al igual que con los “33”, con éstos “21”; el gobierno no escatima recursos en su búsqueda. Todos los medios económicos y la tecnología, todo el aparataje del estado, de las Fuerzas Armadas y todos los medios humanos con su inconmesurable entrega La gran diferencia es que los primeros providencialmente, se encontraron vivos. Con los “21”, el pueblo chileno entero aún llora sus muertes.
Observo en las pantallas de televisión el rostro todavía joven de la ex diputada Cubillos, su pelo bien cuidado, su cara demudada por el dolor, por esa incertidumbre que lacera el alma, que mata a pausa, despacito, al no saber qué sucedió con ese ser tan querido y perdido tan definitiva y repentinamente. El gobierno sigue en la titánica tarea, día y noche, ahora, de encontrar los cuerpos de las víctimas, no restringe esfuerzo de ninguna índole. La isla tiene una cantidad de 700 habitantes y son 600 los rescatistas que hurgan cada piedra, cada peñón del pequeño islote. Mientras tanto en las puertas del canal televisivo se congrega la gente, de todas las edades, viejos, niños, sobre todo mujeres; muchas no han ido a trabajar, otras deben haber dejado a sus pequeños hijos solos o al cuidado de los más grandes, unas se han clavado el retrato de Camiroga en el pecho, a la usanza de los familiares de las víctimas de los detenidos desaparecidos: ¡Dónde está?
El mar empieza a entregar los primeros cuerpos de los mártires del desastre aéreo. Rápidamente son identificados por el SML. El Ministro Allamand cuyo rostro acusa toda la angustia y el agobio vivido en la ardua tarea del rescate, declara: “Sé lo que están sintiendo los familiares de los pasajeros del avión”, (me imagino el dolor que le causa la desaparición de su cuñado, el empresario Cubillos); “No descansaremos hasta encontrar el último cuerpo de las infortunadas víctimas, como una forma mínima de mitigar en parte el dolor de sus familiares y amigos”
¡Cómo no pensar en ti, Marta Ugarte! Tenías 42 años cuando te detuvieron los agentes del Estado chileno. Fuiste salvajemente torturada en la Villa Grimaldi y en otros centros de aniquilamiento. Junto a varios de tus compañeros, te introdujeron en un saco, amarrada a un pesado trozo de riel. Uno de tus verdugos declaró: “Estando ya en el helicóptero, en el momento de ser lanzada al mar, me percaté que un saco se movía, para apurar el trámite la ahorqué con el mismo alambre que la unía al trozo de acero”.
Y el mar entregó tu cuerpo querida Marta, fue en la playa La Ballena, de la bahía Los Molles. El diario El Mercurio lo caratuló como un “crimen pasional”. El informe de la autopsia dictaminó: fractura en columna, traumatismo torácico abdominal, fracturas costales múltiples, ruptura y estallido del hígado y bazo, luxación de ambos hombros y caderas.
Gracias a la aparición del cuerpo de Marta Ugarte en la playa de los Molles, se pudo establecer que más de 1000 cuerpos de compatriotas habrían sido lanzados al mar por militares de la dictadura chilena, como uno de los más impecables métodos de exterminio.
No hubo aviones, buzos, robots, ni tecnología de última generación que los buscaran, Es más, muchos de los personeros de este gobierno negaron su existencia. El padre de Marcela Cubillos fue Ministro de Relaciones Exteriores del sátrapa traidor de Pinochet. Muchos familiares de las víctimas de este accidente aéreo sintieron por desgarradores días el dolor de no saber el destino de los cuerpos de sus seres queridos. ¿Habrán pensado sólo un segundo en aquellos que han muerto, en aquellos que llevan 38 años preguntando: ¡Dónde están?
Iris Aceitón
11 de Septiembre de 2011
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