miércoles, 10 de octubre de 2012



CON EL DANZAR DE LA LLUVIA
La vieja y cálida casona resiste estoicamente los embates del viento y de la persistente lluvia. Una salamandra silenciosa contiene leños rojos y ardientes  que trabajosamente intentan abrigar las paredes del sacrosanto hogar. La pequeña cocina, ya invadida por los primeros feligreses que devotos han acudido al llamado del adalid de la memoria obstinada y altiva, nuestro Osiel Núñez. En el patio, los añosos árboles, con los primeros brotes de una primavera travestida. Alrededor de las chimeneas humeantes  parapetándose bajo un cielo de metal,  se suceden los inaugurales abrazos de hombres y mujeres dispuestos a revivir una vez más, la más bella cita de amor…

Pareciera que  con una atroz porfía, el tiempo inclemente e impío quisiera poner a prueba la fidelidad  de nuestro compromiso, la lealtad de nuestros valores, los mismos que tantos,  por  defenderlos  ofrendaron  su vida.

Y…¡Manos a la obra! Amelia y Carmen, como todos los años ya se disponen a acariciar la harina que dará origen al perfumado pan amasado.  La Flora, en una bella piedra taladrada, machaca y machaca los ajos fragantes y desnudos que mi hermana Mirtha, Sergio, y  yo, despojamos de su ropaje. Nos llegan refuerzos a la cocina. La Pelito se suma a este grupo interactivo. El intrépido primo de Osiel, no se amilana ante las hilarantes mujeres que  entre bromas y chascarros,  procedemos  a confeccionar el afrodisíaco chimichurri que envolverá la carne de cerdo y pollo que irán a parar a las parrillas que ansiosas esperan ser cubiertas por la olorosa carga.
La lluvia no amaina. Debajo del entumecido parrón, de las copas de los árboles, saltando los charcos, apuntándole con el paso inseguro a la hilera de pastelones que sirven de puente para esquivar el barro que se potencia con el correr de las horas y que se adhiere afanosamente a nuestros zapatos y  a  toda nuestra indumentaria. Los parroquianos siguen llegando. Se apaciguan los nervios, la expectante calma se  va apoderando del colectivo bullanguero que asalta sin contemplaciones la prodigiosa  casa de Osiel. Las manos se multiplican, proporcionales a los corazones que llegan al convite. Sólo el recinto del escenario se escapa de la implacable lluvia. Allí se instalan los largos mesones alhajados de albos manteles que son de inmediato ocupados por los ávidos comensales.
Guarecidos contra el muro se ubica Ceibo, la editorial que creyó en mi proyecto literario y que mostrará ante la concurrencia el resultado hecho libro. El dueño de casa improvisa bellas palabras, lo sigue Dauno Totoro en representación de su casa editorial. Luego hablé yo. No me acuerdo lo que dije, pero la película animada de tantos seres queridos reunidos, jamás se borrará de mi memoria. …Y todavía no olvido. ¡Cómo olvidar lo que un día soñamos y logramos construir! ¡Cómo olvidar nuestros muertos, que mi   sencilla obra pretende contribuir a su inmortalidad! ¡Cómo dejar de sentir, el latido incesante de la nostalgia transmutada ahora en un inusitado hálito  de amor y vida!
El clima implacable no nos amedrentó. Fuimos muchos los que acudimos a la más importante cita de amor. Le seguimos ganando al olvido.  Jugamos a estar vivos. Jugando  a la vida … Aunque algo duela… Con el danzar de la lluvia.
IRIS ACEITON 

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