LAS
VERDADES MÁS VERDADERAS
Que alentador fue verlo y
escucharlo durante más de dos horas en un programa de la TV chilena. Con sus
casi noventa años, lúcido como pocos, sensible, con sus recuerdos y vivencias a flor de piel. Protagonista viviente e irrefutable de la historia de nuestro país y que
nos retrotrajo al pasado reciente, atiborrándonos de dolor y vergüenza… El comandante de la
FACH, Ernesto Galaz, sin exabruptos, sin estridencias, nos paseó por la
historia “no oficial” de Chile. Prisionero, torturado, condenado a muerte por
sus propios camaradas de armas, no recurre a artilugios efectistas para narrar
su “pesadilla” en cautiverio, la de su
amigo y compañero Alberto Bachelet que finalmente lo condujo a una alevosa muerte, la de sus innumerables
camaradas de armas, en definitiva la
“pesadilla” que vivimos una inmensa
mayoría de chilenos.
Mirando a la cámara, sin
titubear y, con la valentía de un sobreviviente con sus convicciones incólumes,
espetó al otrora director de la Academia de Guerra de la FACH y miembro de la
criminal Junta de Gobierno, Fernando Matthei: “Que no sea cobarde y reconozca
su complicidad”, “Se ampara en su falta de entereza moral”. Lo incrimina sin parpadear, del silencio cobarde y cómplice que mantuvo el todavía arrogante
general Matthei, durante su mandato en la AGA
y como miembro de la deshonorable
Junta de Gobierno. “Nunca movió
un dedo para ayudar a su amigo Alberto Bachelet. Atribuye a la generosidad y
grandeza que habita en Michel Bachelet y su madre Ángela Jeria, cuando éstas lo
exculpan del horroroso crimen perpetrado contra su ser querido. No comparte sus
posiciones pero, las respeta. La verdad verdadera está exenta de esta
generosidad. Las propias víctimas,
testigos presenciales de la felonía y la
orgía de tortura y muerte en que se convirtió el subterráneo de la AGA, jamás
lo eximirán.
El comandante Galaz nos recuerda con exactitud
la seguidilla de generales de la institución que renunciaron, después de la humillante expulsión del general Leigh de la Junta de Gobierno, generales que adhirieron a
la causa de su superior y en honor a su vejada
institución, el general Matthei no trepidó en ocupar su lugar, demostrando una
vez más su escasa dignidad y lealtad con los suyos. Con la certidumbre que le
proporciona el conocimiento de la amoralidad de Matthei, atribuye su pronto
reconocimiento del triunfo del NO, a su postura inequívoca de jugador a
ganador. No le calzan los ropajes de demócrata.
Con una delicada ironía
califica de exóticos los fallos de la desprestigiada justicia chilena: la
colusión de las farmacias, la inexplicable fortuna de los Pinochet, la
exculpación de Matthei en la muerte del general Alberto Bachelet; no me cabe
duda que por tiempo no enumeró el fallo sin responsables en el derrumbe y
entierro de los 33 obreros de la Mina San José o, la pena de 541 días de pena
remetida contra el arquero de la U de
Chile, Johnny Herrera, quien ebrio y a
190 kilómetros por hora, atropelló y dio muerte a la joven estudiante Macarena
Cassasús.
El comandante (r) Ernesto
Galaz nos brindó una clase magistral de
la “la historia no oficial” de nuestro país. Para nosotros los
sobrevivientes de aquella nefasta e irrepetible etapa de la historia de Chile,
un violento y veraz recordatorio. Para
las generaciones jóvenes, un jirón desgarrador urdido de
verdades verdaderas.
IRIS
ACEITON
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