FIDEL, FIDEL QUÉ TIENE
FIDEL…
Mi padre, obrero de la construcción y culto
comunista; lo nombraba como: “mi primo
Fidel”. En mi hogar proletario y militante, la revolución cubana era el ícono de la gesta heroica de un
pequeño pueblo que se había alzado temeraria y hasta suicida contra el “gigante opresor”, que esquilmaba
de manera despiadada sus riquezas
básicas, su libertad y los sueños de
derrotar la injusticia y la miseria.
En 1971 era alumna del Pedagógico de la Universidad
Técnica del Estado. En ese Noviembre mi Universidad se vistió de gala para recibir al más insigne e influyente líder político del
mundo.
Nos
sentíamos pletóricos de que hubiera sido nuestra Universidad, la elegida para
recibir al magnífico líder. Desde muy temprano nuestro recinto se fue poblando
de caras desconocidas. Los encargados de la “seguridad” de Fidel, especialmente
de origen cubano, recorrían las Escuelas, pasillos y salas con
exhaustivo esmero. Cada estudiante de la
UTE y militante de los partidos de la Unidad Popular, nos sentíamos responsables de la
“integridad física de Fidel”, y el no aceptar
ni provocación alguna de Patria y Libertad y de otros sectores de la
ultraizquierda, era nuestro mayor objetivo. Los estudiantes de la U. de Chile y de la U.
Católica, estudiantes secundarios, jóvenes de organizaciones sindicales,
obreras y campesinas, se volcaron en masa hasta nuestra casa de estudios. Desde
el edificio vidriado en la nueva construcción, pendía un balcón que se asomaba
hacia la gran explanada de la Casa Central. Los árboles, las techumbres,
improvisadas escalas, contenían a millares de jóvenes. En la planicie de
asfalto el sol era abrazador, no cabía ni un solo un alfiler. Nuestras ardientes
y jubilosas gargantas coreaban cánticos y consignas revolucionarias que hacíamos
coincidir con el vaivén alborotado de
las coloridas banderas partidarias. Los parlantes reproducían pegajosos y comprometidos ritmos caribeños dedicados a
la revolución cubana. Destacado era Carlos Puebla y sus tradicionales, el grupo
más significativo de la embajada cultural caribeña que acompañaba a FIDEL. El son isleño se
apoderó de nuestros sentidos y lo bailábamos con una desbordante y espontánea alegría.
Hasta que un largo murmullo se extendió como reguero de pólvora
entre la muchedumbre enfervorizada, luego, un silencio electrizante…
Escoltado por nuestro querido rector Enrique Kirberg, y nuestro amigo y compañero presidente de la Federación de Estudiantes, Alberto Ríos, apareció desde el balcón, Fidel
Castro Ruz. Su imponente y bizarra
figura enfundada en aquel traje
verde olivo. Su vozarrón que fluía desde su garganta como de un inagotable manantial, nos hechizó
de inmediato. No me acuerdo lo medular que dijo en esa inolvidable mañana de
primavera. Sólo tengo claro que sentí su magnetismo, su presencia avasalladora
y real, desde muy cerca y que esa calurosa
mañana de Noviembre, no la olvidaré
mientras viva…
Recién el año 2014, junto a mi compañero y a las mismas amigas de entonces, visitamos la isla de Fidel. Por edad ya no
militábamos en la Jota. Por convicción, tampoco en el Partido Comunista.
Llegábamos al “paraíso de la revolución”,
la isla depositaria de todas nuestras utopías juveniles. Recorrimos sus calles pavimentadas de historia:
la Habana Vieja, Santa Clara, Varadero. Donde la vida fluye despacio,
suavemente, sin apuro. Allí donde la
rueda del tiempo se detuvo con su paisaje y su gente. Comprobamos que en Cuba no existe la miseria, nadie
se muere de desnutrición, de hambre, como en todos los países latinoamericanos,
incluyendo Chile, por supuesto. Claro
que hay pobres, pero pobres dignos . No
hay niños, ancianos o mujeres que duerman en las calles. Evidenciamos que en
Cuba ningún cubano se muere por falta de atención médica. Ningún cubano que
quiera estudiar, deja de hacerlo por falta de recursos económicos. Erradicaron
el analfabetismo. La mortalidad infantil es la más baja de América Latina. El
aborto está permitido y es realizado por
profesionales de la salud, es decir la mujer decide sobre su sexualidad
y su cuerpo con total albedrío.
Y la derecha chilena, cínica y corrupta
pretende comparar a Fidel Castro con uno
de los más perversos dictadores del
mundo. Fidel combatió contra el dictador Batista y, contra el más poderoso ejército de la tierra, el que despojaba y
ultrajaba a su pueblo. El tirano Pinochet, derrocó a un gobierno democrático y
mató, torturó e hizo desaparecer a miles
y miles de sus desarmados compatriotas.
Casi seis décadas en el poder es demasiado,
hasta para un líder de la calidad de Fidel, que
hizo tanto por su pueblo y por la dignidad de toda latinoamérica. Nada justifica la
inexistencia de partidos políticos, de elecciones, de libertad de prensa, de opinión.
Ha muerto Fidel Castro, el último y el más
grande ícono revolucionario de mi maravillosa generación. La mayoría de su
pueblo lo llora con dolor e incertidumbre y gran parte del mundo lo despedimos
emocionados, deseando que el valeroso pueblo cubano encuentre el camino de la
paz y la prosperidad.
Y yo,
con mi memoria plagada de recuerdos, terminaré de entonar la arenga que lo
seguirá hasta las mismas estrellas:
¡Fidel, Fidel
¡Qué tuvo Fidel, que los imperialistas no pudieron con él!
IRIS ACEITON
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