viernes, 2 de diciembre de 2016



FIDEL, FIDEL QUÉ TIENE FIDEL…
Mi padre, obrero de la construcción y culto comunista; lo nombraba  como: “mi primo Fidel”. En mi hogar proletario y militante, la revolución cubana  era el ícono de la gesta heroica de un pequeño pueblo que se había alzado  temeraria y hasta suicida  contra el “gigante opresor”, que esquilmaba de manera despiadada  sus riquezas básicas, su  libertad y los sueños de derrotar la injusticia y la miseria.
 En  1971 era alumna del Pedagógico de la Universidad Técnica del Estado. En ese  Noviembre  mi Universidad se vistió de gala para recibir  al más insigne e influyente líder político del mundo.
 Nos sentíamos pletóricos de que hubiera sido nuestra Universidad, la elegida para recibir al magnífico líder. Desde muy temprano nuestro recinto se fue poblando de caras desconocidas. Los encargados de la “seguridad” de Fidel, especialmente de origen cubano, recorrían las Escuelas, pasillos y salas   con exhaustivo esmero. Cada  estudiante de la UTE y  militante de los partidos de la  Unidad Popular, nos sentíamos responsables de la “integridad física  de Fidel”, y el no aceptar ni provocación alguna de Patria y Libertad y de otros sectores de la ultraizquierda, era nuestro mayor objetivo.  Los estudiantes de la U. de Chile y de la U. Católica, estudiantes secundarios, jóvenes de organizaciones sindicales, obreras y campesinas, se volcaron en masa hasta nuestra casa de estudios. Desde el  edificio vidriado en la nueva  construcción, pendía un balcón que se asomaba hacia la gran explanada de la Casa Central. Los árboles, las techumbres, improvisadas escalas, contenían a millares de jóvenes. En la planicie de asfalto el sol era abrazador, no cabía ni un solo un alfiler. Nuestras ardientes y jubilosas gargantas coreaban  cánticos y  consignas revolucionarias que hacíamos coincidir con el vaivén  alborotado de las coloridas banderas partidarias. Los parlantes reproducían  pegajosos  y comprometidos ritmos caribeños dedicados a la revolución cubana. Destacado era  Carlos Puebla y sus tradicionales, el grupo más significativo de la embajada cultural caribeña  que acompañaba a FIDEL. El son isleño se apoderó de nuestros sentidos y lo   bailábamos con una desbordante y espontánea  alegría.  Hasta  que un largo  murmullo se extendió como reguero de pólvora entre la muchedumbre enfervorizada, luego, un silencio electrizante…  
Escoltado por nuestro querido rector  Enrique Kirberg, y nuestro amigo y compañero  presidente de la Federación de Estudiantes,  Alberto Ríos, apareció desde el balcón, Fidel Castro Ruz. Su imponente y bizarra  figura enfundada en aquel  traje verde olivo.  Su  vozarrón que fluía  desde su garganta   como de un inagotable manantial, nos hechizó de inmediato. No me acuerdo lo medular que dijo en esa inolvidable mañana de primavera. Sólo tengo claro que sentí su magnetismo, su presencia avasalladora y real,  desde muy cerca y que esa calurosa mañana de Noviembre, no  la olvidaré mientras viva…

Recién el año 2014, junto a mi compañero  y a las mismas  amigas de entonces,  visitamos la isla de Fidel. Por edad ya no militábamos en la Jota. Por convicción, tampoco en el Partido Comunista. Llegábamos al  “paraíso de la revolución”, la isla depositaria de todas nuestras utopías juveniles.  Recorrimos sus calles pavimentadas de historia: la Habana Vieja, Santa Clara, Varadero. Donde la vida fluye despacio, suavemente, sin apuro. Allí donde  la rueda del tiempo se detuvo con su paisaje y su gente.  Comprobamos que en Cuba no existe la miseria, nadie se muere de desnutrición, de hambre, como en todos los países latinoamericanos, incluyendo Chile, por supuesto.  Claro que hay pobres, pero  pobres dignos . No hay niños, ancianos o mujeres que duerman en las calles. Evidenciamos que en Cuba ningún cubano se muere por falta de atención médica. Ningún cubano que quiera estudiar, deja de hacerlo por falta de recursos económicos. Erradicaron el analfabetismo. La mortalidad infantil es la más baja de América Latina. El aborto está permitido y es realizado  por  profesionales de la salud, es decir la mujer decide sobre su sexualidad y su cuerpo con total albedrío.

Y la derecha chilena, cínica y corrupta pretende  comparar a Fidel Castro con uno de los  más perversos dictadores del mundo.  Fidel combatió contra el   dictador Batista y, contra  el más poderoso  ejército de la tierra, el que despojaba y ultrajaba a su pueblo. El tirano Pinochet, derrocó a un gobierno democrático y mató, torturó  e hizo desaparecer a miles y miles de sus desarmados compatriotas.

Casi seis décadas en el poder es demasiado, hasta para un líder de la calidad de Fidel,  que  hizo tanto por su pueblo y por la dignidad de toda latinoamérica.  Nada justifica la inexistencia de partidos políticos, de elecciones, de libertad de prensa, de opinión.

Ha muerto Fidel Castro, el último y el más grande ícono revolucionario de mi maravillosa generación. La mayoría de su pueblo lo llora con dolor e incertidumbre y gran parte del mundo lo despedimos emocionados, deseando que el valeroso pueblo cubano encuentre el camino de la paz y la prosperidad.

Y  yo, con mi memoria plagada de recuerdos, terminaré de entonar la arenga que lo seguirá  hasta las mismas  estrellas:

¡Fidel, Fidel  ¡Qué tuvo Fidel, que los imperialistas no pudieron con él!
IRIS ACEITON 

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