miércoles, 29 de agosto de 2007

DR. LUIS CIFUENTES: UN ENAMORADO DE LA UTE


RECUERDO Y PRESENCIA DE LA UTE

Entrevista a Luis Cifuentes
(Académico de la U. de Chile, ex alumno y ex académico de la UTE) 2007

Esta entrevista fue realizada en base a preguntas aportadas por varias personas. Los números entre paréntesis se refieren a la Bibliografía (ver al final).

MOTIVACIONES

P : ¿Qué te motivó a escribir tus libros relacionados con Enrique Kirberg (1), el grupo Inti-Illimani (2) y la Reforma Universitaria de los años 60 (3)?

LC : La necesidad de recuperar memoria histórica para pensar un futuro mejor. Durante la dictadura, todos los temas que me apasionaron en mi juventud fueron demonizados, falseados u ocultados. Dado que al contradecir públicamente la opinión oficial se arriesgaba la vida, durante 17 años se estableció en Chile un clima de censura y autocensura que deformó el debate y afectó el conocimiento de tales procesos. Nunca hay una sola verdad, pero en este caso, sólo se conocía el punto de vista del régimen. Yo quise dar la palabra a los protagonistas de importantes procesos culturales y políticos de los años 60 y 70 para que se expresaran. Mi objetivo fue, y sigue siendo, contribuir a un debate acerca del futuro. Ese debate debe ser abierto y permanente. No se puede, a mi juicio, debatir constructivamente el futuro ignorando opiniones y experiencias esenciales del pasado.

P : ¿Llegaron esos libros al auditorio que esperabas?

LC : Sí. Dos de ellos están en la Web (1, 2) y han tenido miles de visitas, amén de que las ediciones originales se agotaron hace años.

P : ¿Qué opinas acerca de quienes dicen que debatir tales temas es "vivir de cara al pasado"?

LC : En la mayoría de los casos, quienes hacen esas afirmaciones quieren evitar el examen de aquellas visiones del pasado que fueron prohibidas durante la dictadura. Por cierto, hay personas en el lado opuesto del espectro político que no desean examinar el pasado para no revivir experiencias dolorosas. Respeto estas posiciones y en ningún caso exigiría ese examen. Este ejercicio debe ser enteramente voluntario.

LA UNIVERSIDAD
P : En tus años de estudiante a ti te interesaba la historia de las universidades.¿Qué es lo más notable en la historia de la universidad?

LC : Su origen, entre los siglos XI y XII, como idea y estructura alternativa y desafiante del estatus social e institucional de la Europa medieval, su activa domesticación en los marcos del escolasticismo, su crisis paradigmática y decadencia catastrófica de los siglos XVI - XVIII cuando le dio la espalda al Renacimiento, a la Reforma y a la ciencia moderna, su brillante resurgimiento del siglo XIX, expresado en el modelo napoleónico, el de Humboldt y en las universidades técnicas y su nueva crisis paradigmática, que ha estado viviendo desde fines del siglo XX. A esta crisis me he referido en varios artículos (4, 5).

P : ¿Cuál es tu personaje favorito en la historia de la universidad?

LC : Uno que nunca estudió ni enseñó en universidad alguna, pero cuya influencia intelectual descomunal marcó a fuego a todas las universidades del medioevo: Pierre Abelard, más conocido como Abelardo, monje teólogo autor del "Sic et non", profesor de diversas escuelas francesas de teología, muerto en 1142, pocos años antes del surgimiento de la Universidad de París. Fue el maestro más carismático en la historia; se dice que cada vez que lo expulsaban de sus cargos docentes - cosa que ocurrió muchas veces -, cientos de estudiantes abandonaban las escuelas y lo seguían. A él me refiero en mi artículo "La sombra de Abelardo" (6).

P : ¿Crees en la “universidad comprometida”?

LC : El único compromiso de la universidad debe ser con la libre búsqueda del conocimiento. Esto implica libertad de pensamiento y expresión, eliminación de todo autoritarismo en su gobierno, selección de sus miembros exclusivamente sobre la base de sus méritos intelectuales y académicos, independientemente de su origen social o étnico, género, estatus financiero, posición ideológica o convicción religiosa. Sin embargo, esa búsqueda no puede ser contemplativa; la universidad debe también comprometerse con la generación de soluciones consensuales a los problemas más importantes del país y del mundo. Por otra parte, la universidad no debe por motivo alguno comprometerse con una ideología, clase social, partido o coalición política ni gobierno de ningún tipo, por cuanto esa actitud implicaría eliminar su capacidad crítica, así como crear divisiones insuperables en su propio seno.

P : ¿Y qué opinas de la “universidad militante”?

LC : Una “universidad militante” es una aberración, ya que sólo sería posible por medio de la represión de la disidencia. ¿En qué tienda puede militar la universidad si en su comunidad está representado un abanico de corrientes de opinión? La idea de militancia institucional implica exclusión, es decir, es una manifestación de agudo sectarismo. Durante los años 60 hubo muchos militantes en las universidades y en toda la sociedad chilena, pero no hubo ninguna universidad militante, puesto que el cogobierno permitía la expresión de una diversidad de opiniones en el seno de las comunidades universitarias e instalaba mecanismos democráticos de control que impedían cualquier postura arbitraria de sus autoridades.
En cambio, a partir de 1973, y producto de la imposición de "rectores-delegados" y de la expulsión masiva e ilegal de académicos, funcionarios y estudiantes progresistas, las universidades chilenas se acercaron mucho a convertirse en militantes del régimen. La conversión total fue impedida por docentes, estudiantes y funcionarios que, arriesgando sus vidas, resistieron tales maniobras.
En la actualidad existen en Chile universidades privadas confesionales de diversas doctrinas, que ven al pluralismo como algo peligroso y hasta perverso. Estas son, en el sentido más estricto, universidades militantes, regidas por una total intolerancia ante visiones distintas de las detentadas por sus dueños. Pero a nadie parece preocuparle el tema.

P : ¿Debe ser la universidad “conciencia crítica de la sociedad”?

LC : La universidad sólo puede ser “conciencia crítica de la sociedad” en la medida en que permita la expresión de todas las visiones críticas existentes. Su rol crítico debe consistir en alertar contra la rigidez intelectual, el dogmatismo y el sectarismo e instar a sus miembros a someter a examen permanente su propia visión del mundo, confrontándola con otras ideas y con la realidad.

P : ¿Qué te parece la “universidad protegida”?

LC : Ese es un chiste. Los únicos que han hablado de “universidad protegida” son los que perpetraron y justificaron todo tipo de agresiones en su contra. De ellos habría que protegerla.

P : ¿Compartes la noción de que “el estudiante va a la universidad a estudiar”?

LC : No. Pienso que el joven va a la universidad a formarse integralmente como ser humano y como parte de un sistema social, cultural y ecológico, y para ello se necesita mucho más que estudiar. Debe desarrollar sus inquietudes intelectuales, sus inclinaciones artísticas, su sensibilidad espiritual, su ser social, su propia y única visión del mundo, involucrándose en la vida del alma mater en sus variadas dimensiones. Parte de esta formación consiste en cuestionar lo establecido y sentirse responsable por la generación de nuevas soluciones.

LA UNIVERSIDAD TECNICA DEL ESTADO (UTE)

P : ¿Por qué ingresaste a la UTE?

LC : Creo que por el clima de la época. Los años 60 fueron singulares: una ola de esperanza y optimismo barrió el planeta. Este es un fenómeno que ocurre, a lo más, una o dos veces por siglo. Muchos pensábamos que todos los problemas trascendentes tenían solución durante el plazo de nuestras vidas y la tecnología fue un importante ingrediente de ese optimismo. La radio a transistores, la televisión, la carrera espacial, la aparición de los primeros “cerebros electrónicos” - como se llamaba entonces a los computadores-, todo contribuyó a un interés por las carreras ingenieriles. En el colegio en que yo estudiaba, el Instituto Nacional, durante el último año de estudios se organizó una serie de visitas a universidades y, por alguna razón, la que más me atrajo fue la UTE.

P : ¿Es decir, la UTE no fue tu segunda elección?

LC : No. Fue mi única elección. No postulé a ninguna otra universidad. Incluso, en la UTE, sólo postulé a Ingeniería Química.

P : ¿Conocías otras universidades?

LC : Sí. Yo prácticamente me crié en la Universidad de Chile, ya que mi padre fue catedrático en esa universidad. Desde niños, mis hermanos y yo íbamos a jugar a las canchas deportivas y a la piscina de la universidad. Mi padre nos llevaba también a visitar las salas donde él hacía clases.

P : ¿No te llevó eso a identificarte con la Universidad de Chile?

LC : Por lo menos con el club deportivo. En mi adolescencia, yo fui socio de la Chile y fanático seguidor del Ballet Azul, pero cuando ingresé a la UTE descubrí cosas que me parecieron mucho más interesantes y a ellas dediqué mi tiempo. Creo que la última vez que entré a un estadio a ver fútbol fue en 1969.

P : ¿Eras consciente de que la UTE tenía un menor estatus social que la Universidad de Chile o la Católica?

LC : No. Pero no creo que eso me hubiera influido en esos años.

P : ¿A qué atribuyes ese prejuicio social?

LC : Tiene una raíz histórica que no es exclusiva a Chile. La enseñanza superior técnica se desarrolla en Francia a partir de las escuelas de artes y oficios y en Alemania, a partir de las escuelas politécnicas. Estas eran escuelas secundarias técnicas abiertas fundamentalmente a los jóvenes provenientes de la clase media baja y la clase obrera. Cuando se fundó l’École Polytechnique de París, en 1794 -considerada por muchos la primera universidad técnica en la historia -, de inmediato recibió el nombre de “la hija de la revolución”. La enseñanza superior técnica nació en Europa como un camino de perfeccionamiento para “las clases trabajadoras”, es decir tuvo desde su inicio un carácter socialmente plebeyo y políticamente rojizo.
Chile no fue una excepción y el proceso iniciado en 1849 con la fundación de la Escuela de Artes y Oficios, que impartió oficialmente educación terciaria desde 1915, culmina en los años 40 con la campaña por la fundación de la UTE a partir de todas las escuelas técnicas superiores chilenas. El movimiento tuvo un sello progresista y se dice que algún diario de derecha editorializó contra la creación de una “universidad para los rotos”. He buscado este editorial sin éxito.

P : Tú no provenías de la clase obrera, sin embargo te identificaste con la UTE. ¿Por qué?

LC : En efecto. Yo provengo de la pequeña burguesía clásica, y la UTE me entregó la versión alternativa a la visión liberal - humanista, pero tristemente complaciente que caracterizaba a una buena parte de la clase media profesional chilena en los años 1950 - 1960 y que era la visión dominante en el Instituto Nacional. En la UTE esa complacencia era desafiada paso a paso.

P : ¿Puede decirse que la UTE cambió tu visión del mundo?

LC : Sí. La enriqueció con nuevos elementos que no formaban parte de mi formación previa, especialmente un interés por la problemática global contemporánea y la de los grupos más desaventajados en la sociedad chilena.

EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE LA UTE

P : ¿En qué momento te integraste al movimiento estudiantil?

LC : Si mal no recuerdo, desde el primer día de clases. A fines de mi primer año de estudios me hice cargo del diario mural del Centro de Alumnos del departamento y al año siguiente me integré a la directiva.

P : ¿Cuál es tu principal recuerdo del movimiento estudiantil?

LC : Creo que lo más importante era una certidumbre de que los estudiantes podíamos lograr prácticamente cualquier cosa que nos propusiéramos si era constructiva. Había una reserva de entusiasmo, de capacidad orgánica, de esfuerzo, increíbles. Con un mínimo de motivación se podía mover montañas. Había miles de jóvenes dispuestos a trabajar intensa y voluntariamente en proyectos culturales, sociales y políticos. En particular, recuerdo la riquísima actividad cultural, donde nacían, se transformaban y se proyectaban decenas de peñas, conjuntos musicales y de danza, talleres literarios, grupos de teatro, etc. Entre muchas experiencias, te contaré que, durante los veranos, la FEUT (Federación de Estudiantes de la UTE) organizaba cursos de preparación para los exámenes de admisión a la universidad, en que ocupábamos una fracción importante de las salas del campus atendiendo a más de dos mil estudiantes cada año. Los profesores eran estudiantes de la UTE y nadie pagaba ni cobraba un peso. Hoy estas experiencias parecieran provenir de otro planeta.

P : En lo personal, ¿hubo alguna experiencia particularmente significativa en tus años de estudiante de la UTE?

LC : Hubo muchas, pero si tuviera que destacar una, señalaría el conocimiento de Chile que gané en mis visitas a las Sedes provinciales de la UTE. Me tocó ir en representación de la FEUT a cubrir asambleas, convenciones y otras actividades. Cuando no había fondos - que era lo normal -, viajábamos a dedo y allá nos alojábamos en las casas de nuestros compañeros. Conocí Valdivia, Temuco, Puerto Montt, Antofagasta, Copiapó, La Serena, Talca y Concepción en estas actividades. Sólo me faltó conocer la Sede de Punta Arenas. Viajar a dedo hasta allá era mucho más complicado y el viaje en avión era, para nosotros, un lujo oriental.

P : ¿Cómo se originaban las propuestas del movimiento estudiantil?

LC : En torno a la FEUT había un grupo de estudiantes, del que más de una vez formé parte, que por iniciativa propia generaba documentos de discusión, ponencias y artículos en revistas estudiantiles. Estos luego eran debatidos en asambleas, convenciones y congresos y allí opinaban muchos; era un trabajo colectivo. Si tuviera que identificar a alguien que se destacó por su aporte conceptual y estratégico, ese sería Alejandro Yáñez, que fue elegido presidente de la FEUT en cuatro oportunidades.

P : ¿Fue realmente tan importante el papel de los estudiantes en la UTE como se lo hace aparecer?

LC : Sin duda. El movimiento estudiantil de las escuelas técnicas superiores, organizado en la Federación de Estudiantes Mineros e Industriales de Chile (FEMICh), fue un actor fundamental en la creación de la UTE en los años 40. En cuanto a su gestación, la UTE fue una suerte de universitas scholarium, al estilo de Bolonia. Y fue el movimiento estudiantil quien inició el proceso reformista con la toma de la Sede de Copiapó el 25 de mayo de 1961. Los profesores sólo se incorporaron, como cuerpo, en 1967 y los funcionarios sólo en 1969, dado que sus dirigentes se opusieron a la Reforma hasta después de la primera elección de Kirberg. No así sus bases. Como dato anecdótico en cuanto a la presencia del movimiento estudiantil, recordemos que el tercer rector de la UTE fue don Santiago Labarca, legendario dirigente de la FECH durante el movimiento reformista de los años 20.

P : En tu libro “Fragmentos de un sueño” (2) hay afectuosos recuerdos del movimiento estudiantil de la UTE. ¿Cuál era la fuerza motriz de ese movimiento?

LC : Una creencia ingenua, pero poderosa, en que existía un futuro mejor e inminente. En eso concordábamos moros y cristianos. El sentido de inminencia de grandes cambios positivos motivaba gigantescos esfuerzos y sacrificios personales que en otras circunstancias simplemente no ocurren.

P : Se ha dicho que los estudiantes de la UTE adoptaron actitudes aislacionistas y “aristocráticas” respecto de los jóvenes de otras universidades. ¿Hay algo de cierto en esto?

LC : El movimiento estudiantil de la UTE despertaba cierta admiración en círculos estudiantiles de otras universidades y por eso, tal vez, adoptamos ocasionalmente actitudes arrogantes. Fue un pecado de juventud. Pero aislacionismo no hubo. A menudo se nos pedía apoyo o participación en actividades gremiales ajenas y lo hacíamos. Por otro lado, muchos teníamos hermanos o amigos en otras universidades, lo que generaba un intercambio de experiencias. Pero las veces que nos juntábamos “oficialmente” a debatir con los muchachos de la Universidad de Chile u otras, tendíamos a contarnos nuestras victorias y no nuestras dificultades. No hubo intentos serios por hacer un análisis auto crítico de las experiencias del estudiantado chileno, cosa que nos habría beneficiado mucho.

P : ¿Por qué esa admiración hacia los estudiantes de la UTE?

LC : Esa actitud se daba en algunos círculos izquierdistas y creo que la razón consistió en que fuimos los primeros que conseguimos la creación de una Comisión de Reforma con participación estudiantil (octubre de 1967), en que la izquierda lideró ese proceso y también por una percepción, no sé si acertada, de que en la UTE el movimiento reformista consiguió mayores cambios estructurales y participativos. Es efectivo que en otras universidades hubo mayor oposición académica al cambio. Un dirigente que siempre expresó su admiración por el movimiento estudiantil de la UTE fue Alejandro Rojas, presidente de la FECH en los años 70.

P : ¿Hasta qué punto influía la FEUT en la vida universitaria?

LC : El respeto que despertaba en la UTE el movimiento estudiantil era inmenso. Por ejemplo, cuando iban dirigentes de la FEUT a visitar las Sedes provinciales, se les acogía como autoridades, se les invitaba a reuniones con los Vicerrectores y a participar en el Claustro de Sede. Si la FEUT se proponía hacer algo constructivo, simplemente lo hacía.

P : ¿Es cierta la historia de que en la UTE los estudiantes decidían quiénes iban a ser candidatos a Decano, por ejemplo?

LC : En sentido estricto, no, ya que entre los académicos había grupos organizados y cualquiera podía levantar una candidatura, pero te contaré que más de una vez tuvimos que cumplir el papel de “hacedores de reyes”, a solicitud de los académicos o por iniciativa propia cuando no se vislumbraba acuerdo.

P : ¿Y en qué consistía ese papel?

LC : En escuchar a los académicos, armar una lista corta, conversar con los candidateables y luego presentar una proposición a los grupos docentes organizados. Cada vez que esto ocurrió, surgió un candidato pro-Reforma que invariablemente fue elegido. Muchos profesores y funcionarios veían a la FEUT como una agencia de consenso, especialmente porque nunca actuábamos por interés propio.

P : ¿Es cierto que sólo se elegía a militantes de izquierda?

LC : No. La inmensa mayoría de los dirigentes académicos - directores de departamento, decanos, vicerrectores - carecía de militancia partidaria. Por mencionar sólo a algunos de los más conocidos, Arsenio Fica, Juan Vera, Tomás Ireland y Reinaldo Irrgang fueron elegidos a altos cargos sin tener militancia. La historia de los “militantes” es un mito risible e interesado.

P : ¿Podrías nombrar a algunos dirigentes estudiantiles de esos años?

LC : Pidiendo perdón de antemano por los vacíos de mi memoria, recuerdo particularmente a quienes fueron presidentes de la FEUT a partir de 1965, año de mi ingreso a la UTE: Vladimir Alvarez, Alejandro Yáñez (4 veces), Raúl Palacios, Víctor Díaz, Alberto Ríos (2 veces) y Osiel Núñez. Otros que saltan a mi memoria son Alfonso Grau, Glenn Meza, Jorge Canto, Germán Wilson, Luis Cornejo, Félix Candia, Oscar Bravo, Rodrigo Molina, Enrique Grosser, Cecilia Maturana (fallecida a comienzos de los años 70), Ulises Pérez, Víctor Canto, René del Villar, Pedro González, Marcia Sáenz-Diez, Próspero Canales, Gonzalo Silva, Baltazar Schmied, Gregorio Pérez, Luis Cerda, Gustavo Ruz, Luis Riveros (hasta hace poco, rector de la Universidad de Chile), Mario Hoare, Juan Gutiérrez, Luis Verdugo, Michelle Peña (desaparecida durante la dictadura), Danilo Aravena, Manuel Contreras, Sergio Lavanchy (actual rector de la U. de Concepción), Patricio Soza, Betty Núñez (fallecida en los años 90), Francisco Larenas, Eduardo Bernales (fallecido en 2003), Edmundo Hernández, María Eugenia Vásquez, Carlos de la Cruz, Gregorio Mimica (desaparecido durante la dictadura), Alfredo Fariña, Emilio Tamblay, Luis Casado, Carlos Galaz, Patricia Abarzúa, Sergio Andreu, Raúl Podestá, Alvaro Palacios, Domingo Molina, Fedora Demsky, Víctor González, Leonardo Yáñez, René Ferrada, Carlos Cerda, Claudio Laura, Iris Aceitón, Fernando Alvarez, Patricio Pumarino, Eduardo Alvarez (fallecido en los años 90), Esteban Gárate, Lawrence Thraves, Fernando Salazar, Alicia Salinas, Emilio Daroch, Juan Carlos Ruiz (fallecido en los 90), Oscar Pizarro, Juan Martínez y Luis Camargo (“el Guajiro”, venezolano). De las sedes provinciales recuerdo a Juan Antonio Chávez, de Temuco (asesinado en 1973); Osvaldo Labbé, Jaime Imilán y Luis Valdivia, de Valdivia; Jaime Torreblanca, de La Serena, Juan Torres de Talca (fallecido en 2005), Aurelio Tobar de Concepción, Rolando Valdivia, de Antofagasta (fallecido en los 90). Otros rostros vienen a mi memoria, pero los nombres se me escapan. Hubo cientos de dirigentes estudiantiles destacados en aquellos años.

LA REFORMA UNIVERSITARIA DE LOS AÑOS 60

P : Varias universidades alegan haber iniciado la Reforma de los años 60. En tu opinión, ¿cuándo y dónde comienza ese proceso?

LC : Es muy difícil establecer cuándo comenzó la Reforma de los años 60 en Chile, esencialmente porque la Reforma de los años 20 nunca terminó. Recordemos que aquel movimiento fue duramente reprimido; el local de la FECH fue asaltado y destruido por guardias blancas y un dirigente de la FECH, el poeta José Domingo Gómez Rojas, enloqueció y murió en el manicomio como producto de las torturas de que fue objeto a manos de la policía. La Reforma de los años 20 nunca consiguió sus objetivos, por ello, siguió habiendo manifestaciones y actividad reformista en los años 30, 40 y 50 sin que las aspiraciones planteadas en el Manifiesto Liminar de Córdoba, documento fundamental de aquel proceso (7), llegaran a realizarse en nuestro país.
La Reforma de los años 60 estalló en los medios de comunicación el año 67, pero en diversas universidades hubo sucesos reformistas en 1961, 63, 66, etc., antes de las tomas de las universidades católicas de Valparaíso y Santiago (1967), que fueron las más difundidas. Hay una cronología de la Reforma en mi artículo "A 30 años de un estallido" (8) y también en el libro "La Reforma Universitaria en Chile (1967-1973)" (3), antes citado. Quienes tajantemente afirman que el movimiento comenzó en sus propias universidades, a menudo lo hacen por ignorancia de otros procesos.

P : ¿Quién fue el primer rector elegido por la Reforma?

LC : La respuesta depende de si nos referimos a un rector designado por una autoridad superior (Fernando Castillo, UC, agosto de 1967), elegido en claustro de profesores con representantes estudiantiles (Fernando Castillo, UC, noviembre de 1967), elegido en claustro pleno - votación universal - de profesores y estudiantes (Enrique Kirberg, UTE, julio-agosto de 1968) o elegido en claustro pleno de profesores, estudiantes y funcionarios (Edgardo Enríquez, U. de Concepción, diciembre de 1968). De 1969 en adelante, todos los rectores fueron elegidos en claustro triestamental.

P : ¿Cuál fue el origen del proyecto reformista en la UTE?

LC : La UTE nace en 1952 - después de haberse acordado su fundación en 1947 -, con dos problemas fundamentales: la carga de su largo pasado no universitario y una estructura de tipo feudal. Los Directores de Escuela tenían poder absoluto y el Rector, en lugar de ser elegido por los profesores, como en la Universidad de Chile, lo era por el Consejo Universitario, que carecía de representatividad. Los estudiantes fuimos los primeros en señalar la necesidad de cambios. El primer movimiento reformista en la UTE ocurrió en mayo de 1961. A partir de entonces, los estudiantes desarrollamos las ideas de la Reforma en un proceso de varios años, con seriedad, responsabilidad, amplitud y disciplina.
Sin embargo, las autoridades se resistieron sin declararlo y simplemente desviaron la discusión hacia comisiones cuyo trabajo se eternizaba sin resultado alguno. Cuando en 1967 profesores y estudiantes comenzamos a implementar la “reforma de hecho”, creando organismos democráticos con participación estudiantil a nivel de departamento, fueron los documentos elaborados por los estudiantes los adoptados como norma. La toma de la Casa Central en septiembre - octubre del 67, contó con un apoyo masivo de los profesores y hubo Consejos de Escuela y de Sede que emitieron pronunciamientos oficiales de apoyo.
Esta historia se cuenta en artículos de Alejandro Yáñez (9), Hernán Vega y Arsenio Fica (10), en uno mío (11) y también en la sección Testimonios de el sitio Web “Homenaje a la UTE” (www.geocities.com/uteito y http://www.ute.cl/). Una visión más extensa y detallada de la Reforma de la UTE se encuentra en "Los nuevos profesionales" (12), de Enrique Kirberg.

P : Si la Reforma comenzó el año 1961 en la UTE ¿no sería esta la universidad que inició el proceso?

LC : Estoy seguro de que, si tú buscas en la prensa de la época, encontrarás que también hubo actividad reformista en diversas universidades el año 60, el 59, el 58, etc. Me remito a lo que ya dije acerca del inicio del proceso. Siempre me ha parecido pretencioso y pueblerino decir "la Reforma empezó en mi universidad".

P : En la UTE se conquistó el 25% de participación estudiantil tanto en los cuerpos colegiados como en las elecciones de autoridades. ¿Hubo resistencia a esta cifra?

LC : Ninguna. Cuando se propuso, fue aceptado de inmediato. Los estudiantes nos ganamos la participación con la calidad y responsabilidad de nuestro aporte.

P : Se ha insinuado que la participación estudiantil en Chile fue una especie de aberración histórica, algo excepcional e indeseable. ¿Cómo reaccionas ante este juicio?

LC : Con sorpresa. La participación del estudiantado en el gobierno de la universidad tiene 900 años de existencia. La primera universidad perdurable en la historia (Bolonia) fue una universitas scholarium, regida por los estudiantes, donde el Rector era un estudiante. Muchas otras siguieron ese molde, entre ellas las españolas, donde los alumnos decidían sobre la contratación de profesores. Cuando el emperador Federico Barbarroja concedió privilegios a los estudiantes de Bolonia en 1155, lo hizo para ganarse el favor de quienes ya eran vistos como un poder. Varios siglos más tarde, en 1809, Wilhelm von Humboldt fundó la Universidad de Berlín y uno de sus principios claves fue la libertad de aprendizaje (Lernfreiheit), que daba a los estudiantes amplios poderes de decisión sobre la elección de profesores, asistencia a clases, duración de los estudios, cambio de carrera y hasta cambio de plantel. En las universidades escocesas tradicionales, los estudiantes eligen al Rector hasta el día de hoy, aun cuando este se ha convertido en una figura ceremonial más que ejecutiva. En América Latina se consiguió el cogobierno en varios países. En Uruguay, por ejemplo, este siguió existiendo durante la dictadura militar de los años 70. En las universidades estatales españolas existe hasta hoy cogobierno multi estamental y en numerosas universidades europeas hay participación estudiantil en consejos o senados superiores. La participación estudiantil nunca fue una peculiaridad chilena.

P : En página editorial de “El Mercurio” se afirmó hace algunos años que fue Kirberg quien "impuso el cogobierno" en la UTE. ¿Cuál es tu apreciación?

LC : Esa afirmación me causa risa. Kirberg fue elegido por primera vez en claustro pleno de profesores y estudiantes, es decir, su elección ya fue un acto de cogobierno. El cogobierno en la UTE nació antes, el 27 de octubre del 67, cuando, por el clamor de la comunidad universitaria, el gobierno de Eduardo Frei Montalva intervino y creó la Comisión de Reforma con participación estudiantil. De allí en adelante hubo participación estudiantil en todos los claustros y cuerpos colegiados. Kirberg fue elegido por vez primera en julio-agosto de 1968, es decir, varios meses después del nacimiento del cogobierno. En cualquier caso, la comunidad universitaria estaba exigiendo formas amplias de participación en todas las universidades chilenas, por eso el cogobierno fue adoptado en todas ellas sin que nadie lo “impusiera” en ninguna parte. Por cierto, muy pronto los funcionarios se incorporaron al cogobierno.

P : ¿A qué atribuyes el éxito del movimiento reformista?

LC : Al trabajo prolongado, serio y responsable que ya mencioné y al carácter amplio, unitario, no sectario de discusión e implementación de las ideas de la Reforma. La Reforma fue la expresión de la voluntad claramente mayoritaria de la comunidad universitaria, que fue consultada una y otra vez durante esos años. Pero esto no impidió los errores. La democracia no elimina la falibilidad humana.

P : ¿Hubo etapas claras en el proceso reformista?

LC : A mi juicio, la Reforma de la UTE tuvo tres etapas: la primera fue un período de incubación, desde el 25 de mayo de 1961 hasta el 27 de octubre de 1967, cuando se crea la Comisión de Reforma; en este período se gestaron las ideas, se consiguió el apoyo mayoritario y se derribó el viejo orden. La segunda etapa fue de construcción de la nueva UTE, desde que comienza a funcionar la Comisión de Reforma (noviembre de 1967) hasta julio de 1970, cuando se realizó el Primer Congreso de la UTE, que aprobó la Nueva Ley Orgánica y eligió un Consejo Superior Transitorio. La tercera etapa se inició con el fin del Primer Congreso y terminó trágicamente el 11 de septiembre de 1973; estuvo marcada por la polarización social, política y cultural a nivel nacional y universitario.

P : Se ha dicho que la participación estudiantil produjo el caos en la universidad. ¿Cuál es tu visión del “caos”?

LC : Las dos primeras etapas de la Reforma fueron inmensamente constructivas, activas e interesantes, aunque no libres de errores. Se respiraba un aire de alegría, de orgullo compartido en lo que estábamos haciendo. Fue la edad de oro de la UTE. Hasta 1970 yo no vi caos alguno. La tercera etapa, aunque también contuvo iniciativas constructivas, constituyó parcialmente un proceso de degradación de la Reforma, pero éste tuvo su origen en las circunstancias históricas de los años 60.
El problema de fondo fue que, en el marco de una revolución global de las aspiraciones humanas, en Chile se agotó el consenso democrático nacido en 1932 en torno a la Constitución de 1925. Esta había permitido y legitimado el acceso de la clase media a la institucionalidad nacional, proceso que se completó en lo esencial durante los gobiernos radicales de 1938 - 52. Desde fines de los años 40 se habían hecho presentes sobre el tapete de la discusión las aspiraciones de la clase obrera y los sectores marginales. Se necesitaba de un nuevo consenso democrático que contemplara los intereses de estos grupos sociales, pero el país no tuvo la madurez política necesaria para construirlo en los marcos de la legalidad vigente. Es posible argumentar que Chile tampoco contaba con los recursos materiales y económicos necesarios para satisfacer las aspiraciones de las grandes mayorías. El resultado de este conflicto no resuelto fue una aguda polarización intelectual y cultural a comienzos de los años 60 e institucional y política hacia el final de la década. Este último fenómeno adquirió carácter dramático de 1970 en adelante. Hay un artículo de Genaro Arriagada en la revista Mensaje (1978) donde se discute precisamente este tema.

P : ¿Qué o quién degradó la Reforma?

LC : La polarización extrema de la sociedad chilena deformó todos los procesos institucionales. No sólo las universidades se polarizaron, sino que también los colegios profesionales, los gremios, los sindicatos, los centros de madres, las juntas de vecinos, las iglesias, los clubes deportivos, las compañías de bomberos, las familias ... todo. Ese desgraciado conflicto pasó a dominar la vida nacional en perjuicio de toda actividad constructiva y desembocó en la tragedia de 1973. Los estudiantes no fueron gestores, sino víctimas del colapso de la democracia en Chile. Y cabe señalar que la discordia entre diversos grupos docentes, como también entre funcionarios, fue tan grave como la que se dio entre los jóvenes.

P : Se ha afirmado que la Reforma fue una “imposición” sobre las comunidades universitarias. ¿Hay algo de cierto en esto?

LC : No. Todas las decisiones fundamentales, incluidas las metidas de pata, fueron tomadas por la mayoría de la comunidad en votaciones ponderadas donde los docentes tenían por lo menos el 65% de los sufragios. Ahora, es cierto que, antes de la Reforma, los catedráticos (profesores titulares), que constituían menos de una quinta parte del estamento docente, tenían mayor poder relativo en varias universidades, de aquí que algunos de ellos vieran los cambios como una afrenta personal, pero no consiguieron apoyo mayoritario para sus posiciones. Si tenían la razón, les faltó poder de convicción.

P : ¿Cuál fue el efecto de la ideología en la Reforma?

LC : Ideologías siempre ha habido y siempre habrá, pero, a partir de un momento, la Reforma se ideologizó y ese fenómeno fue negativo. La ideología tendió a sustituir la reflexión y el análisis por una serie de actos de fe. Esto, sin embargo, es característico de las etapas históricas de transición. Si la Reforma no hubiera llegado a un fin abrupto en 1973, la etapa ideológica habría sido necesariamente superada y se habría vuelto al debate factual y constructivo que existió hasta 1969-70. Desafortunadamente, lo que ocurrió fue que, después del golpe de 1973, el laissez faire ideológico fue reemplazado por la ideología de la extrema derecha apoyada en el terror. Esa sí que fue una imposición.

P : ¿Fue todo negativo en la universidad entre 1970 y 1973?

LC : Por ningún motivo. Siguió habiendo experiencias riquísimas, sobre todo en las Sedes provinciales. Pero lo específicamente universitario tendió a ser inundado por la política contingente. La participación estudiantil, por ejemplo, decayó en cantidad y calidad, dado que todo se orientó a las tareas políticas nacionales. Los trabajos voluntarios fueron jornadas emocionantes, pero las complejas tareas de la universidad fueron lentamente abandonadas por el movimiento estudiantil.

P : ¿Hasta qué punto fue adecuado el 25% de participación estudiantil? En otros países latinoamericanos se conquistó un 33% y aún subsiste.

LC : A mi juicio, y posiblemente por los requerimientos históricos de esos años, el 25% sobrepasó las capacidades reales del movimiento estudiantil. Los estudiantes de la UTE, por ejemplo, tuvimos que sostener una triple estructura orgánica: la estructura gremial (la FEUT, Centros de Alumnos, etc.), la estructura de participación (los delegados al Consejo Superior, de Sede, Facultad y Departamento) y la estructura política (las juventudes políticas organizadas, que eran estructuras masivas). La FEUT era un monstruo que llegó a tener más de 33.000 miembros en 24 ciudades de Arica a Punta Arenas y requería dirigentes de gran calibre. En un Consejo Superior de 80 miembros, los estudiantes tenían que disponer de 20 cuadros capaces de aportar a la discusión al más alto nivel. En circunstancias de aguda contingencia política, fue la estructura de participación la que sufrió primero. Los recursos humanos fueron insuficientes y la motivación universitaria decreció en forma dramática.

P : ¿A eso te refieres cuando has dicho que lo importante de la participación es la calidad y no la cantidad?

LC : Efectivamente. La calidad de las ideas y de la acción fue lo que dio origen a lo mejor del período reformista. La cantidad fue, en gran medida, irrelevante. Esto queda demostrado, por ejemplo, por el hecho de que ningún rector elegido en esos años lo fue sin contar con mayoría en el estamento docente, es decir, la votación del estamento estudiantil no decidió ninguna elección de rector.

P : También has dicho que el movimiento estudiantil “subdimensionó” la Reforma.

LC : Sí. En algún artículo afirmé que es posible distinguir tres “dimensiones” de la universidad: la político – administrativa, la técnico - académica y la histórico – cultural. Los estudiantes enfatizamos lo político-administrativo (estructura y gobierno de la universidad) porque ese era nuestro terreno de mayor experiencia. Éramos novatos en lo técnico-académico, es decir, en el ámbito de las funciones universitarias, luego no podíamos liderar en ese campo. De ahí surgieron algunas debilidades del proceso.

P : Alguna vez afirmaste que la democratización era apenas un prerrequisito de la verdadera Reforma. ¿Podrías explicar esto?

LC : Una universidad autoritaria no puede, ni aunque quiera, representar ni satisfacer los intereses de la totalidad de la población. La democratización abre la única posibilidad de que eso ocurra, pero no lo garantiza. El éxito de la reforma debe medirse en su aporte real al país. Habrá triunfado cuando la universidad produzca más y mejores profesionales, más y mejor investigación, comunicaciones, integración cultural, etc. Esto sólo puede lograrse con un aumento medible de la calidad en todas sus funciones. El movimiento reformista tendió a caer en la complacencia una vez avanzada la democratización. Hubo una suerte de desprecio por la problemática funcional, en lugar de reconocer que esa era la más compleja y, por lo tanto, la que presentaba los mayores desafíos. Esto condujo, por ejemplo, a una gravísima baja en el rendimiento estudiantil que prolongó los plazos de estudio, a un alto costo para el país.

P : Tú has rechazado la tríada “docencia, investigación y extensión” como definición funcional de la universidad. ¿Por qué?

LC : Porque la considero una sobre simplificación superada por los hechos. Ya a fines de los años 60 la UTE tenía por lo menos ocho funciones: formación profesional, investigación, extensión y comunicaciones, integración cultural, creación artística, prestación de servicios técnicos, formación de mandos medios y educación de trabajadores. Otras universidades han exhibido funciones adicionales, por ejemplo la reflexión filosófica y teológica, que fue incorporada a los estatutos reformados de las universidades católicas, y en el futuro pueden surgir más funciones.

P : ¿Crees que la formación de mandos medios es función de la universidad?

LC : Clark Kerr, en su libro clásico (13), lista un amplísimo rango de funciones de la universidad norteamericana de su tiempo y concluye, con ironía, que lo que une a personas empeñadas en tan diversas actividades son problemas comunes de estacionamiento. Con esto quiero decirte que ya en los años 60 las universidades del mundo desarrollado tendían a diferenciarse entre sí por las cosas que decidían hacer entre las muchas oportunidades y desafíos que les presentaba el medio externo. Esto es tan cierto hoy como ayer. Por supuesto, hay funciones clásicas y definitorias de la universidad de calidad (formación profesional, investigación, integración cultural, creación intelectual, reflexión filosófica) que muchas universidades alegan desarrollar, pero no siempre lo logran.
En el caso de la UTE, el rector Kirberg se propuso crear los institutos tecnológicos, que ofrecían carreras de cuatro a seis semestres de duración, para llenar un vacío institucional: en Chile nadie ofrecía tales estudios. El objetivo declarado era desarrollar una red de tecnológicos a lo largo del país para, una vez que estos estuvieran funcionando, entregárselos al Ministerio de Educación. La formación de mandos medios fue concebida en la UTE como una función transitoria - y no permanente - de la universidad.
Llegó a haber 24 institutos tecnológicos de la UTE en 1973, pero la dictadura eliminó 23 de ellos. Sin embargo, la visión de Kirberg fue reivindicada por la historia: en Chile existen hoy más de cien Centros de Formación Técnica y decenas de Institutos Profesionales que ofrecen estudios similares. Podría decirse que Kirberg fue el padre de la educación terciaria no universitaria en Chile.
Para responder específicamente tu pregunta, creo que cada universidad debe decidir qué actividades debe y puede desarrollar para cumplir su misión, en el bien entendido que la calidad de las funciones clásicas – y en especial el reconocimiento internacional de la producción intelectual de sus académicos - sigue siendo definitoria del status académico de cada institución. No nos engañemos: hoy en día sólo es trascendente lo que es globalmente trascendente.

P : ¿Existen autores contemporáneos que recojan la temática funcional de la universidad?

LC : Sí. Por ejemplo, James Duderstadt (14) y Gerhard Casper (15) se han referido a este tema en los últimos años. El primero señala que la universidad tiene tres grandes funciones: enseñanza, investigación y servicio, que son manifestaciones de su misión más fundamental: crear, preservar, integrar, transmitir y aplicar el conocimiento. Por su parte, Casper enumera nueve “tareas” de la universidad, entre ellas, formación profesional, creación, evaluación, certificación y transferencia del conocimiento, creación de redes sociales y académicas, selección de cuerpos académicos y evaluación de pares.

P : ¿Y qué hubo de la dimensión histórico - cultural de la universidad en los años 60?

LC : En las primeras dos etapas de la Reforma esta dimensión creció espontáneamente, sin que lo hubiéramos planeado. Hubo una explosión de debate en torno a los problemas más trascendentes del país y el mundo, que empapó toda la vida universitaria. Muchos recibimos en esas discusiones de claustro, asamblea, pasillo, pensionado o casino, una parte importante de los estímulos que luego han orientado nuestro desarrollo intelectual y humano. Creo que este hecho poco advertido fue el que terminó por convertir a la UTE en una auténtica universidad.

P : ¿No lo era antes?

LC : En mi opinión, no. La UTE tenía un largo pasado no universitario, que actuó como lastre hasta fines de los años 60. Había muchos profesores que se habían formado en las escuelas técnicas superiores antes de la fundación de la UTE y que, inevitablemente, carecían de experiencia universitaria. Algunos tendían a ver la educación terciaria como una simple prolongación de la enseñanza media que esas escuelas habían impartido desde su fundación y no demostraban aspiraciones específicamente académicas. Sin embargo, en la dinámica de esos días, muchos de ellos perdieron influencia, jubilaron o se sumaron al nuevo espíritu de los tiempos.

P : ¿Cuál es tu recuerdo cumbre del período reformista?

LC : Como momento, el 27 de octubre de 1967, cuando se creó la Comisión de Reforma con participación estudiantil. Fue la coronación de muchos esfuerzos.

P : ¿Cuál es tu visión del Rector Horacio Aravena, quien fuera desplazado por la Reforma?

LC : Un hombre de una amplia cultura y de muy buen nivel académico. Él podría haber encabezado el movimiento reformista y más de una vez se lo propusimos. Pero fue víctima de la inercia, de la tendencia a no cambiar, que era muy arraigada en la UTE. Como ser humano, tenía mucho de admirable.

P : Tú escribiste un libro acerca del Rector Kirberg. ¿Cómo lo recuerdas?

LC : La biografía de Enrique Kirberg se funde con la historia de la UTE. En calidad de fundador y primer Presidente de la FEMICh, encabezó el movimiento por la creación de la UTE en los años 40, fue su primer Rector democráticamente electo en 1968 y reelegido en 1969 y 1972. Después del golpe, como al cabo de dos años de investigación no encontraron nada de que acusarlo, lo sometieron a proceso por “evasión tributaria”, aunque el cargo era falso. Sin embargo, estuvo dos años preso y 12 años en exilio forzoso. Kirberg fue un hombre absolutamente consecuente con sus principios de toda una vida, que creyó apasionadamente en su universidad, y que pagó un precio altísimo por su lealtad irrestricta.
Cuando los estudiantes lanzamos la primera candidatura de Kirberg, en marzo de 1968, nadie daba un peso por ella. En algunas sedes provinciales hasta se le dificultó el ingreso a nuestro candidato. Pero, contra viento y marea, la carismática personalidad de Kirberg y el entusiasmo de sus jóvenes partidarios - entre los que incluyo a muchos profesores jóvenes que se habían formado en el movimiento estudiantil - contagiaron a muchos y, ante el despavorido asombro de unos cuantos, ganamos en la segunda vuelta de la elección.
Durante su rectorado, la UTE destrozó la autoimagen de universidad secundona que los círculos dominantes nos habían impuesto. Un formidable espíritu de auto superación invadió y elevó a la UTE. Nos atrevimos a todo: se impulsó la investigación y el postgrado; se firmaron los primeros convenios internacionales de intercambio académico; la FEUT organizó las primeras Escuelas Internacionales de Dirigentes Estudiantiles; un presidente de la FEUT se convirtió en el primer chileno en ocupar la Vicepresidencia de la Unión Internacional de Estudiantes; de la UTE salió el grupo Inti - Illimani, galardonado en todo el mundo; la UTE invitó a Chile a Linus Pauling, dos veces laureado con el Premio Nóbel, a dar un ciclo de charlas. Después de 1973, muchos ex - estudiantes y ex - docentes de la UTE han brillado con luz propia en el mundo profesional y académico europeo y americano. Kirberg fue un catalizador que hizo aflorar lo mejor de todos nosotros. Su autoridad moral fue astronómica.

P : ¿Puedes dar algunas cifras que ilustren los logros de la Reforma en la UTE?

LC : Por supuesto. La UTE creció de 10 mil alumnos repartidos en 9 Sedes en 1968 a más de 33 mil alumnos en 24 ciudades en 1973; firmó más de 50 convenios de colaboración con empresas productivas y abrió 37 cursos para trabajadores, dictados en las fábricas, con más de 4 mil alumnos en 1973; el número de asistentes a escuelas de temporada de la UTE subió de 3 mil 500 en 1969 a 52 mil en 1973; el número de académicos que hacía investigación aumentó en un 220% entre 1967 y 1972; en el mismo período, más de cien profesores fueron becados a cursos de postgrado, muchos a universidades europeas y norteamericanas; el número de estudiantes trabajadores y provenientes de los grupos sociales más desaventajados aumentó del 5% en 1968 a un 30% en 1973; el número de mujeres estudiantes subió de un 6% del total de alumnos en 1965 a un 31% en 1972. Creo que estas cifras bastan para demostrar el profundo impacto de la Reforma en la vida de la universidad.

P : ¿Cuáles son tus principales recuerdos de la visita a la UTE del Dr. Linus Pauling, Premio Nóbel de Química y de la Paz, en el año 1970?

LC : Pauling dio tres conferencias, abiertas a todo público, sobre temas científicos en salas de la Facultad de Ingeniería. Además, se reunió con académicos y científicos en el Paraninfo de la Facultad de Educación y concedió una entrevista masiva e informal a la comunidad universitaria en las salas del Laboratorio Central de Química, donde se mezclaron profesores y estudiantes. Allí se produjo un ambiente muy rico e interesante. Sostuvo muchas otras conversaciones informales en salas y pasillos. Toda su visita fue un símbolo de los nuevos horizontes de nuestra universidad. Ver a un doble ganador del Premio Nóbel paseándose con toda naturalidad por la UTE fue muy estimulante.
Quedó en mi recuerdo su negativa a pronunciarse cuando le preguntaron "cuáles serían los tres mayores descubrimientos en Química hasta el año 2000". Por cierto, cualquier respuesta habría sido un carril; un ganador del Nóbel no es un oráculo. Como anécdota, recuerdo que un estudiante creyó oportuno adoctrinar a Pauling y comenzó a enseñarle los rudimentos del marxismo. Pauling escuchó por unos segundos y luego se despidió del entusiasmado joven para continuar su charla con otros de los presentes.

P : Se ha afirmado que en la UTE hubo sectarismo, intentos por parcelar la universidad y "cuoteo" por parte de los partidos progresistas. ¿Incluyes estas manifestaciones entre los errores cometidos?

LC : Sí. Esas tendencias negativas existieron, pero no sólo en la UTE, sino que en toda la sociedad chilena. Y no provinieron sólo ni fundamentalmente de la izquierda, sino que de todos los sectores políticos organizados, incluidos los grupos autodenominados “independientes” y “gremialistas”. Como lo reveló el paso del tiempo, muchos de los primeros resultaron ser personas de militancia oculta y, casi todos los segundos, militantes de extrema derecha.
De los errores que mencionas no hemos sacado aún todas las enseñanzas debidas. Sin embargo, todo lo negativo del período de polarización palideció ante la arbitrariedad, la corrupción y los crímenes de la dictadura. La Reforma generó, desafortunadamente, inquietud y descontento en algunos sectores minoritarios, pero el autoritarismo perpetró el despido masivo, el aprisionamiento, la tortura, la violación, la desaparición, el asesinato y exilio forzoso de cientos de académicos, funcionarios y estudiantes.
En mi libro acerca de Kirberg (1) hay una discusión de las principales críticas que se le hicieron al proceso de Reforma en la UTE y en el libro acerca de la Reforma Universitaria en Chile (3) expongo mi visión de las debilidades de la Reforma.

P : ¿A qué atribuyes las posiciones de aquellos que, más allá de la crítica constructiva, rechazan en bloque el período reformista y no ven sino lo negativo en él?

LC : Hay que distinguir entre quienes generaron toda una demonología de la Reforma después de 1973 y aquellos cuya crítica tiene otro origen. Para mí, quienes se escandalizan ante la participación estudiantil pero callan ante el asesinato, son casos perdidos. Pero hubo otros que, durante el período reformista, no fueron tocados por la magia de los tiempos. Acaso repelidos por el énfasis ideológico, se mantuvieron al margen de la corriente principal del proceso y efectivamente ignoraron lo positivo. Desde su atalaya, lo más visible era lo negativo. Sus críticas me parecen legítimas y atendibles.

P : ¿Podrías nombrar a algunos académicos que se destacaron durante el movimiento reformista?

LC : En lugar de intentar una enumeración, que sería larga, prefiero remitirte a los nombrados por don Enrique Kirberg (1, 12), por Juan Vera (16), por Tomás Ireland (17) y por mí (20). A ellos, agregaría los nombres de Heinz Neuburg y Juan Contreras. Heinz Neuburg, fallecido hace pocos años, fue un activo animador del proceso de Reforma y fue, hasta donde sé, el único académico que ocupó el cargo de director de un departamento de la UTE (Ingeniería Química) y que, al regresar de su exilio, fue también director del departamento homólogo en la Universidad de Chile. Juan Contreras fue una de las pocas voces que, con valentía y elocuencia, defendieron el proceso de Reforma en el consejo de profesores de la EAO en los 60, donde durante algún tiempo se manifestó una fuerte resistencia al cambio.

P : ¿Cuál es tu visión del gobierno de Allende y su relación con la UTE?

LC : Ese tema es complejo y muy extenso y me he referido a varios aspectos de él en mi libro acerca de la izquierda (18), de manera que prefiero no intentarlo aquí.

LA MILITANCIA

P : En los años 60 hubo una explosión de militancia en Chile y en muchos otros países. ¿A qué lo atribuyes?

LC : Como ya señalé, la esperanza y el optimismo de los 60 condujeron a que muchas personas, jóvenes y no tan jóvenes, estuvieran dispuestos a actuar colectivamente y a sacrificar sus intereses de corto y mediano plazo en función de un gran cambio social que estimaban inminente. Había, en Chile y en otros países, organizaciones políticas que venían planteando visiones críticas de la sociedad capitalista e intentando organizar y movilizar a los menos privilegiados desde hacía años o décadas. En las circunstancias descritas, llegó para estas organizaciones la hora de la cosecha. Cientos de miles de personas en Chile y millones en todo el mundo vieron en la militancia de izquierda una opción de aportar al gran cambio positivo.

P : ¿Abrazaste también el embrujo de la militancia?

LC : Sí. Aunque hoy no se habla de eso y muchos han llegado a negar su participación política de aquellos años, me parece necesario reconocer un pasado intenso e idealista. Yo ingresé a militar en la Juventud Comunista de la UTE en 1967 y permanecí en condición de militante de la Jota hasta mediados de los años 70.

P : ¿Qué fue lo mejor de esa experiencia militante?

LC : El haber encontrado un ser colectivo, que yo inconscientemente venía buscando desde mi adolescencia. Viví en buena y numerosa compañía los procesos masivos y apasionantes de la Reforma Universitaria y de la formación de la Unidad Popular, amén de haber participado tangencialmente en la Nueva Canción Chilena, que fue parte de la gran revolución cultural de entonces. Además, recuerdo que profundicé mis lecturas de filosofía, de historia y de economía estimulado por la práctica militante. Pero me parece que, lejos lo mejor, fue el haber vivido momentos de profunda y emocionante solidaridad humana, compartiendo una disposición muy sincera de entrega a tareas que intentaban favorecer a las grandes mayorías, especialmente a los más desposeídos. La mayor parte de mis mejores experiencias de militante las viví en la UTE.

P : Pero esa experiencia política fracasó y, eventualmente, dejaste de militar.

LC : Así es. Me he referido a ese fracaso en mi libro ya mencionado (18), pero te diré que, después del fin de la Unidad Popular, y en vista de otras derrotas de la izquierda en diversos países, hice un re examen de mis convicciones políticas. Este proceso duró varios años y me llevó a releer a los clásicos del socialismo y a algunos críticos del sistema soviético, tales como León Trotsky, Antonio Gramsci, Rosa Luxemburgo, Bertrand Russell, Georg Lukacs, Milovan Djilas, Arthur Koestler, Herbert Marcuse, Roger Garaudy, Leszek Kolakowski, Rudolph Bahro y otros. Al cabo de este proceso, llegué a la conclusión de que los pilares intelectuales de mi militancia eran falsos, de modo que me quedé sin motivos racionales para continuar militando. Esto ocurrió entre 1976 y 1977. Soltar las amarras afectivas fue mucho más difícil.

P : ¿Cuáles eran esos pilares intelectuales?

LC : El marxismo-leninismo como doctrina, el socialismo soviético como sistema social y el centralismo democrático como estructura orgánica. Me convencí de que no servían para cambiar el mundo para mejor, y si no servían para eso, no servían para nada.

P : ¿Te sorprendió el derrumbe del socialismo?

LC : A pesar de que en los años 70 yo había leído a los intelectuales disidentes de Europa Oriental agrupados en torno a la revista Survey, que predijeron el derrumbe espontáneo de la Unión Soviética, los sucesos de 1985-1988 en los países socialistas fueron para mí inmensamente sorprendentes e interesantes. Nunca me imaginé un proceso como el desatado por Gorbachev en la URSS, pero cuando cobró impulso me di cuenta de que era imparable y sólo entonces reparé en que su conclusión era necesariamente el derrumbe del socialismo. Creo que en 1988 un viejo conocido me dijo que “Gorbachev estaba salvando al socialismo”. Le contesté que, del socialismo soviético, ya no quedaba nada que salvar. Y no por culpa de Gorbachev, sino por las irreparables debilidades del sistema.

P : ¿Hay personas que admiraste en tus años de militante y que sigues admirando?

LC : Sin duda. Por ejemplo, dos estudiantes de la UTE: Michelle Peña, joven socialista, gran amiga, mujer cálida, honesta y luminosa; Goyo Mimica, joven transparente y generoso con sus afectos y con su vida. A nivel de dirigentes nacionales, “Choño” Sanhueza y Mario Zamorano, líderes natos, íntegros, de una capacidad impresionante y de una humildad casi inconcebible. Lamentablemente, los cuatro fueron asesinados. El haberlos conocido alienta las esperanzas que aún tengo.

P : ¿Has tenido otras experiencias de militancia?

LC : A mi regreso a Chile, a comienzos de los años 90, milité brevemente en un partido de la Concertación, pero luego renuncié. No encontré proyectos colectivos, sino sólo proyectos individuales y estos últimos no me interesan. No tengo ni la más remota ambición de ser concejal, alcalde, diputado, senador, ministro ni presidente. No tengo motivación ni dedos para esos pianos. Mis afectos y mi profesión ocupan plenamente mi tiempo y mis aspiraciones. Poco después fui miembro de Gente en Movimiento, grupo que surgió de la campaña presidencial de Manfred Max-Neef (1993). Esa fue una experiencia mucho más interesante y novedosa, pero el horno no estaba para bollos y sólo duró unos años.

P : ¿De qué modo te afectó el golpe de Estado de 1973?

LC : El golpe cambió mi vida. El 12 de septiembre del 73 fui aprisionado en la UTE junto a cerca de mil profesores, estudiantes y funcionarios. Permanecí en calidad de preso político durante cinco meses en el Estadio Chile, Estadio Nacional y Chacabuco. En 1974 salí al exilio después de haber sido detenido por segunda vez. Durante mis 17 años de permanencia en Gran Bretaña hice mi doctorado, dos trabajos postdoctorales y luego trabajé en mi profesión. Además, en el exilio me casé, me divorcié y escribí mis dos primeros libros. Cuando volví a Chile, el país había cambiado y yo también.

P : ¿Quisieras referirte a tus experiencias de preso político?

LC : Lo he hecho en varios artículos que han circulado en Internet. Como hay numerosos testimonios, libros, artículos, etc. referidos a ese tema, incluidos los artículos de Carlos Orellana y Boris Navia en el sitio Web “Homenaje a la UTE” (www.geocities.com/uteito y http://www.ute.cl/), prefiero no insistir en él.

P : ¿Fuiste torturado durante tu paso por los campos de concentración?

LC : No tiene importancia. También hay muchos testimonios respecto de la tortura y otros crímenes.

P : ¿Cuáles serían tus deseos en el ámbito político de hoy?

LC : Formar parte de una ciudadanía activa, que asuma, ejerza, defienda y amplíe sus derechos civiles día a día. Pero eso se ve lejano. En Chile ni siquiera hay un movimiento de defensa de los derechos de los consumidores, que podría ser un comienzo de ciudadanía. Lo que hay son grupos pequeños dedicados a muy diversos temas, cuyo trabajo y propuestas no son recogidos por los medios de comunicación; hay una gran fragmentación social y política. Pero no pierdo las esperanzas. Sigo creyendo que un mundo mejor es posible.

LA ACADEMIA

P : Tú has estudiado y trabajado en universidades europeas. ¿Cómo calificas la preparación profesional que te dio la UTE?

LC : Adecuada. Me habilitó para hacer un postgrado en Alemania y luego un doctorado en Inglaterra sin mayores problemas. Pero en la UTE aprendí muchas otras cosas, y muy importantes, acerca del mundo, de mi país, de mí mismo. Un capítulo de un libro se puede estudiar por cuenta propia en cualquier momento, pero creo que hay procesos que, si no se viven en la juventud, ya no se viven.

P : ¿Qué ventaja nos tienen los países desarrollados en el terreno tecnológico y académico?

LC : Ellos descubrieron hace mucho tiempo que, en la mayoría de los casos, los problemas tecnológicos pueden resolverse a fuerza de recursos humanos. Nosotros solemos poner énfasis en los recursos materiales. En esto, casi siempre nos equivocamos. Peor aún, encontramos en ese error justificaciones para nuestro atraso o falta de iniciativa.
En el terreno académico, los países desarrollados nos llevan la ventaja de acumular experiencia en sus instituciones. En Chile estamos siempre recomenzando y, a menudo, a partir de cero.

P : ¿Cuál es la principal virtud de un académico?

LC : La capacidad de comunicar a sus alumnos que el conocimiento es un proceso continuo e infinito de descubrimiento. Nadie es poseedor de la verdad. La ciencia no tiene, ni tendrá, respuesta para todos los problemas. La realidad es elusiva y el científico es falible.

P : Entonces ¿la ciencia nunca podrá resolver los grandes problemas de la humanidad?

L : A mi juicio, no. Los "grandes problemas de la humanidad" se encuentran en el terreno de la ética. Estos están totalmente fuera del campo de competencia de la ciencia.
¿Por qué mueren de hambre cada día decenas de miles de personas cuando en muchos países se destruyen gigantescas cantidades de alimentos? A mi entender, la razón es que hay quienes creen que la ganancia de los grandes productores de alimentos es superior, como valor, a la vida humana.
¿Por qué muere gente en tortura día a día? Me parece que la razón es que hay quienes creen que la defensa de privilegios de minoría es superior, como valor, a la integridad física y a la dignidad del ser humano.
La ciencia no puede hacer nada por corregir esta perversa inversión de las escalas de valores. Sin embargo, la ciencia ha resuelto, y seguirá resolviendo, numerosos otros problemas, tanto en el ámbito trascendente de nuestra comprensión del macro y del micro universo como en el ámbito práctico de la tecnología, que está directamente relacionado con la vida diaria.

UTE Y USACH

P : ¿Qué te pareció el cambio de nombre de UTE a "Universidad de Santiago" en 1981?

LC : Un exorcismo patético de pavores nocturnos. Y que conste que el cambio de nombre no fue impuesto por la dictadura, como muchos creen, sino propuesto por círculos académicos de la UTE cercanos al “rector-delegado” de turno. Quienes perpetraron este cambio de nombre, sin consulta alguna a la comunidad de la UTE, trataron de borrar una parte de la historia de la universidad para congraciarse con el poder de facto. Pero no se puede renunciar al pasado. Quien lo hace no adquiere una nueva identidad, sino que renuncia a la única que le es propia y posible.

P : En los 80, algunos académicos dijeron que una de las razones del cambio de nombre de la UTE consistió en que las universidades tecnológicas estaban en vías de desaparecer.

LC : Una prueba más de la certeza de aquel dicho "lo que natura non da, Salamanca non presta". La presencia y prestigio continuados del MIT, del Caltech, de la Escuela Politécnica de París, del Imperial College de Londres, del UMIST de Manchester, de la ETH de Zürich - ¡la escuela de Einstein, nada menos! -, de las Universidades Técnicas de Berlín, München, Budapest, Dresden, del Georgia Tech, del Rensselaer Poly, etc., prueban lo contrario. En un ranking universitario mundial basado en indicadores objetivos de calidad recientemente publicado (http://ed.sjtu.edu.cn/ranking.htm) figuran dos universidades técnicas (Caltech y MIT) entre las seis mejores del mundo y 40 universidades técnicas entre las quinientas mejores del mundo. Más aún, en Gran Bretaña y otros países desarrollados fueron creadas varias universidades tecnológicas en los años 80 y 90. Sigo asombrándome de las afirmaciones que se hacen en medios académicos chilenos. Es como si más allá de nuestras fronteras sólo existiera un vacío cósmico.

P : ¿Qué relación ves entre la UTE y la USACh?

LC : Lo primero que debo decirte es que, entre el golpe de Estado de 1973 y la reforma universitaria dictatorial de 1981, la UTE sufrió una enorme transformación. Primero fueron eliminados 23 de los 24 institutos tecnológicos que había creado la Reforma de Arica a Punta Arenas; luego, fueron desgajadas las ocho sedes provinciales (Antofagasta, Copiapó, La Serena, Talca, Concepción, Temuco, Valdivia y Punta Arenas) para formar universidades regionales. En un caso, el de Valdivia, la Sede de la UTE pasó a formar parte de una universidad privada tradicional, la U. Austral. La pérdida de las Sedes provinciales es muy importante, puesto que no hay que olvidar que ellas daban a la UTE buena parte de su riqueza cultural, de su tradición histórica, de su robusta ligazón con la diversidad nacional. Por estas razones, la USACh, ni aunque quisiera podría ser continuadora de la UTE de los años 60-70; a lo más, podría serlo de la Sede de Santiago.
Pero, aun enfocado de esta manera, el tema sigue siendo complejo y presenta dos caras. De un lado, la USACh puede ser vista como continuadora de la UTE de Santiago: el campus es el mismo, la mayoría de los edificios actuales son los mismos que hace treinta años y están llenos de recuerdos y de ecos del pasado; más aún, hay académicos y funcionarios de la UTE de los años 60 que todavía trabajan en la USACh.
De otro lado, la USACh nació como un intento por negar a la UTE; fue una UTE jibarizada, desnombrada, enrejada y con signo negativo, que sus propios estudiantes, acudiendo a un concepto hegeliano, llamaron "un engendro antitético". Para profundizar el quiebre, más tarde se optó por abandonar el carácter tecnológico de la universidad y hoy la USACh es una copia reducida de la Universidad de Chile.
Si consultamos un ranking universitario nacional confeccionado en base a indicadores objetivos de desempeño académico, veremos que la USACh se encuentra después de la Universidad de Chile, la U. Católica y la U. de Concepción, y está amenazada por la U. Austral y la U. Santa María. Creo que la USACh podría beneficiarse mucho, y mejorar su posición en el concierto universitario chileno, si se decidiera a asumir aquel pasado de entusiasta auto superación que caracterizó a la Reforma de la UTE.

P : ¿Cómo se expresaba, en los años 60-70, ese espíritu de auto superación?

LC : Tomando como ejemplo a los académicos de mi departamento (el de Química de la Facultad de Ingeniería), te cuento que en 1970 yo estaba asistiendo a un curso intensivo de alemán en preparación para irme a hacer un posgrado a Alemania; al mismo tiempo, dos colegas míos ya estaban allá estudiando; otro académico joven estudiaba inglés para irse a Canadá a hacer un master; tres estaban ya en Rumania haciendo el doctorado; dos estaban sacando la licenciatura en química en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile para luego continuar estudios de doctorado allí mismo; otros dos, que eran ingenieros de ejecución, estaban estudiando ingeniería civil en la misma UTE. Por último, varios de mis viejos profesores, que eran técnicos químicos de la EAO y estaban muy cerca de jubilar, estaban haciendo estudios vespertinos para obtener el título de ingeniero de ejecución. En suma: todo el mundo estaba aprendiendo, auto superándose; era emocionante ver como una institución entera vibraba con esa voluntad de llegar a ser mejores.

P : ¿Crees que la USACh valora lo mejor del período reformista?

LC : La Reforma fue tan demonizada - y sigue siéndolo por la extrema derecha y otros -, que en el Chile de hoy hay que tener mucho valor para reconocer aspectos positivos en aquel proceso. Cuando uno conversa en privado con académicos de la USACh que vivieron esos años, muchos de ellos los recuerdan con agrado y hasta con emoción, pero la USACh, como otras universidades chilenas, tiende a ignorar el tema o tratarlo de manera muy concisa y convencional. En los últimos tiempos ha habido algunas manifestaciones de reconocimiento de aspectos de aquel pasado, como la instalación de un monumento a Víctor Jara en la explanada que hay frente a la Casa Central de la USACh, y la inauguración de un pequeño mural de homenaje a Enrique Kirberg y Víctor Jara en el Foro Griego (19). Sin embargo, la figura de Kirberg aún carece de un auténtico reconocimiento en la USACh. Aquellos años todavía son un tema delicado y provocan muchos silencios. Por otra parte, ha habido gestos positivos de parte de las autoridades de la USACh hacia los exonerados políticos de 1973 que me parece necesario reconocer y valorar.

P : ¿Has tenido una relación personal con la USACh?

LC : Sí. A comienzos de los 90, en mi condición de exonerado político de la UTE, postulé a ser contratado como académico de la USACh, pero sus autoridades no se interesaron en mis servicios, como tampoco se interesaron en los de muchos otros académicos que éramos identificados como partidarios de la Reforma o de la izquierda. Haciendo un balance, creo que me hicieron un favor, puesto que me contrató la Universidad de Chile y ella es, sin ninguna duda y de acuerdo a indicadores objetivos de excelencia, la mejor universidad chilena, como lo comprueba el ranking académico mundial al que ya me referí. En él, la U. de Chile fue la única universidad chilena que figuró entre las 500 mejores del mundo (Nota de actualización: en el ranking de 2007 la PUC aparece por primera vez). Como consecuencia, una parte importante de mi carrera académica se ha desarrollado en esa universidad, lo que considero una experiencia valiosísima.
Por otra parte, desde mi retorno a Chile en 1992, fui invitado en numerosas oportunidades a participar en actividades de la USACh, por académicos, estudiantes y funcionarios. Recuerdo en especial dos ocasiones: en 1995, fui invitado a hacer una intervención en homenaje al Dr. Reinaldo Irrgang - fallecido en los años 80 – a nombre de sus ex – alumnos, con ocasión de darse su nombre al edificio de la Facultad de Química y Biología. Fue una ceremonia mayor, con la presencia de todos los académicos, estudiantes y funcionarios de la facultad, del rector, todos los decanos y autoridades académicas de otras universidades. Allí rendí homenaje a quien fuera el primer director del Departamento de Química elegido en claustro pleno en los años 60 y destacado líder del movimiento reformista (20). Luego, en 1999, la Federación de Estudiantes de la USACh celebró los 150 años de la fundación de la Escuela de Artes y Oficios en un acto solemne en el Aula Magna, el antiguo teatro de la EAO y se me hizo el señalado honor de invitarme a hacer una intervención en ese acto.
Por otra parte, he realizado ya tres proyectos de investigación (FONDECYT) en los que he colaborado con académicos de la Facultad de Ingeniería de la USACh, he sido miembro de comisiones examinadoras de estudiantes del programa de doctorado en ingeniería de la USACh y, en la actualidad, soy profesor guía de un académico de la USACh en un programa de doctorado de la Universidad de Chile.

P : ¿Son parecidas tus relaciones con la UTE y con la USACh?

LC : La experiencia de la UTE es valiosísima como referente histórico, pero en cuanto institución, la UTE ya no existe; por su parte, la USACh es una universidad de hoy. Ellas corresponden a dos tiempos distintos, a dos mundos distintos, a dos Chile distintos. Tengo una relación de amor y de profunda identificación con la UTE; ella fue, es y será “mi alma mater inmortal”, como dice un viejo himno. Con la USACh, en cambio, tengo una relación de colaboración profesional continua. Su suerte no me es indiferente.

EL SITIO WEB “HOMENAJE A LA UTE”

P : ¿Cómo surgió la idea de crear el sitio Web “Homenaje a la UTE”?

LC : Durante el año 2000, Juan Rivera, ex - alumno de la UTE, me propuso la idea de producir un libro cuyo título sería “Gregorio Mimica, su vida y su tiempo”. Goyo, como ya señalé, fue un dirigente estudiantil de la UTE desaparecido en 1973 y gran amigo de Juan y mío. Muchos años después se supo que había sido asesinado en la EAO en los días que siguieron al golpe. Yo apoyé la idea del libro, pero advertí que el tema financiamiento era el primero que debía resolverse. De partida, no encontramos a nadie que tomara voluntariamente la tarea de escribir el libro, luego, tuvimos que considerar la opción de pagarle a un escritor por encargo. En segundo lugar, había que encarar la producción del libro mismo, que implica pagar a una editorial o imprenta. En fin, el proyecto iba a costar varios millones de pesos y, aunque nos pusimos de inmediato a juntar material escrito y gráfico, el tema financiero nunca fue resuelto, de modo que el ‘proyecto libro’ murió de muerte natural.
Al cabo de más de un año, propuse crear un sitio Web con los materiales que ya teníamos. Juan desarrolló la idea de un sitio Web interactivo, que prestara servicios y fuera financiado por sus usuarios. Era una gran idea, pero como su financiamiento tampoco fue resuelto, decidí crear yo mismo un sitio Web en un host gratuito (Geocities) al que subí una selección de los materiales que Juan y yo, con ayuda de varias otras personas, habíamos reunido. Ese fue el origen del sitio “Homenaje a la UTE”. Solicitamos aportes (artículos e imágenes) y muchos han sido publicados. A modo de ejemplo, quiero mencionar a dos ex - alumnos que han aportado imágenes: Enriqueta Wickel y Alberto de Mayo. Ambos viven en el extranjero. El sitio está abierto a toda persona que tenga algo constructivo que aportar respecto de la UTE.

P : ¿Y cómo surgió el sitio http://www.ute.cl/ ?

LC : Por iniciativa de Juan que creó un mirror, es decir, un sitio vacío que, cuando tú accedes a él mediante un browser, te lleva automáticamente al sitio UTE que está en Geocities. El problema es que no sólo hay que pagar cada dos años por el uso del nombre http://www.ute.cl/, sino también hay que pagar mensualmente por el hosting, es decir, por el servidor que lo aloja. Así es como hoy tenemos dos vías de acceder al sitio Web de Homenaje a la UTE: directamente en www.geocities.com/uteito y por medio del sitio www.ute.cl.

P : ¿Tiene algún costo el sitio que está en Geocities?

LC : Hay que pagar a un programador para que, una vez al año, haga la puesta al día, es decir, suba los nuevos materiales recibidos y haga mejoras de formato.

P : ¿De dónde salen los recursos mencionados para mantener el sitio?

LC : De los bolsillos de quienes hemos emprendido voluntariamente esta labor de amor por la UTE, y de un grupo reducido de compañeros que han querido ayudarnos. El sitio es un homenaje a nuestras inocencias, sueños y entusiasmos de juventud; es una quijotada, pero nos alegra ser parte de ella. Y cuando digo “nuestras” me refiero a los jóvenes de los años 60 y 70.

P : ¿Te satisface el sitio en su estado actual?

LC : Te mentiría si te dijera que no. Creo que en él ya hay suficiente material para que un interesado en el tema, chileno o extranjero, capte lo esencial de la experiencia de la UTE. El libro de don Enrique (12), que está agotado hace años y que no se encuentra en ningún otro sitio Web, es por sí solo un testimonio sustancial: quinientas páginas de historia. Pero además hay otros libros, artículos, documentos, imágenes y vínculos cuyo número ha ido creciendo en cada puesta al día. Las opiniones y testimonios incluidos en este sitio constituyen visiones valiosas, complementarias y detalladas acerca de la historia de la UTE. Espero que el sitio siga desarrollándose con nuevos aportes y esta mini biblioteca de la UTE sea cada vez más representativa de un trozo de nuestra historia.

P : ¿Hay algo que te agradaría en particular agregar al sitio?

LC : Sí. Un archivo sonoro con el himno de la UTE, ojalá interpretado por el Coro de la UTE dirigido por Mario Baeza. Desafortunadamente, no he encontrado ninguna grabación hasta el momento. No pierdo las esperanzas.

P : ¿Y qué opinas del blog de la UTE creado recientemente?

LC : Me parece una excelente iniciativa. La experiencia de la UTE se puede expresar de muchas maneras y me resultaba extraño que no hubiera surgido, hasta hace poco, una idea constructiva como esta. Espero que en el futuro haya más sitios Web, blogs y otros que contribuyan a recuperar esa experiencia.

EL FUTURO

P : ¿Cuál es el desafío fundamental que enfrenta la universidad moderna?

LC : La universidad debe superar la crisis paradigmática por la que atraviesa. Esto implica una verdadera refundación que le permita satisfacer las necesidades de la sociedad postindustrial, marcada por el desarrollo acelerado e imparable del conocimiento y la tecnología. El mundo ha cambiado de manera radical durante los últimos cuarenta años y la universidad enfrenta una realidad cualitativamente distinta que la que existía en los años 60. El académico Jack Wilson (21) discute este tema en un artículo que debería ser lectura obligatoria para los universitarios de hoy.
Otro gran desafío de la universidad es el de adoptar el sentido de urgencia que se abre paso en la cultura contemporánea. La humanidad ya llegó a tocar algunos límites de este sistema que por mucho tiempo creímos inagotable: la tierra.

P : ¿Qué opinas de la situación actual de las universidades chilenas?

LC : El sistema universitario chileno actual es hijo de la reforma dictatorial de 1981. Una comisión internacional de expertos que evaluó el sistema el año 1998 lo calificó de “perverso, inequitativo, vulnerable y peligroso”. El tema da para largo y lo he tratado en cierto detalle en un artículo que apareció en la Revista Chilena de Humanidades y en la revista virtual “Ciencia al Día Internacional” (22). Prefiero referirte a ese trabajo.

P : ¿Habrá una nueva reforma de las universidades chilenas? ¿Se repetirá lo bueno de los años 60?

LC : Hubo una transformación universitaria en los años 90, dirigida a superar las peores lacras del autoritarismo, pero sus logros fueron tan modestos que en algunas universidades tradicionales apenas se notaron.
En 1997 hubo grandes movilizaciones estudiantiles y en varias universidades se discutió la democratización del gobierno universitario. En la Universidad de Chile hubo un Encuentro Universitario triestamental, con un 30% de participación estudiantil, que decidió los términos de una consulta a la comunidad. En ese referéndum se decidió la creación de un Consejo Normativo triestamental. Como consecuencia, se eligió una comisión triestamental, con un 20% de participación estudiantil, para que redactara una nueva ley orgánica, cosa que se hizo. Luego, el proceso pareció detenerse durante varios años hasta que, finalmente, se aprobó la nueva ley en el parlamento. Veremos qué rumbo tomará la universidad en el futuro y cómo gravitará la nueva ley. En cualquier caso, en 2007, la legislatura universitaria básica a nivel nacional sigue siendo la misma de la dictadura.
En la USACh, en un referéndum triestamental realizado en 1998, los académicos rechazaron la participación estudiantil en los cuerpos colegiados y esa situación permaneció invariable por varios años. Sólo durante la actual rectoría (en 2006) se reintrodujo la participación de académicos, estudiantes y funcionarios.
Una auténtica reforma universitaria - a la altura de su época - debería reconocer que la universidad del futuro se está definiendo día tras día ante nuestros ojos. Nada se va a repetir. Los años 60 no van a volver. Los viejos tenemos una experiencia con la que debemos ajustar cuentas y los jóvenes de hoy levantan sus propias banderas y aspiraciones. El mundo ha cambiado y nada está claro de antemano. Hoy nadie anuncia una revolución ad portas, un gran cambio épico global ni el surgimiento de un “hombre nuevo”. Las respuestas tenemos que encontrarlas entre todos.

P : ¿Eres partidario de reestablecer la participación estudiantil?

LC : El problema es: ¿participación para qué? Si existe la resolución clara e inequívoca de mejorar cualitativa y cuantitativamente el aporte de la universidad al futuro del planeta, no cabe duda de que se necesita de la participación de toda la comunidad universitaria. Un esfuerzo de tal envergadura sería inconcebible si el estamento más numeroso, dinámico, generoso y menos comprometido con el status quo se mantuviera marginado o apático. Empero, dado el triturante auto financiamiento universitario impuesto en Chile por políticas gubernamentales desde 1981 hasta la fecha, un “cogobierno” hoy posiblemente implicaría que los estudiantes salieran a pedir limosna a las calles para ingresar fondos, dado que este parece ser el alfa y el omega de toda política universitaria actual en Chile. Esto se da en medio de una auto complacencia extraordinaria a nivel de clase política.

P : ¿Volverá la UTE a llamarse UTE?

LC : Lo dudo, puesto que lo que alguna vez se llamó UTE - un conjunto de Sedes e institutos tecnológicos presentes en 24 ciudades chilenas - hoy no existe como unidad institucional y tampoco conozco a ningún miembro de la comunidad de la USACh, ni de las universidades regionales derivadas de la UTE, que hoy plantee este cambio. Para mí, lo más importante es que las universidades que de alguna manera recogen el legado de la UTE recuperen el espíritu de auto superación, de confianza en el futuro que llevó a la UTE a mirar de igual a igual a todas las universidades chilenas y a proyectarse en el plano internacional. El nombre es menos importante que el sentido de reencuentro e identificación con las raíces históricas de la universidad, que pasan por la Escuela de Artes y Oficios y hermanan a la UTE y sus derivadas con las Technische Hochschulen alemanas y las Écoles Polytechniques francesas.
Pero debo decirte que, pase lo que pase, aquellos que vivimos los mejores años del proceso, aquellos para quienes la UTE fue “nuestra madre e hija” (frase afortunada de Alejandro Yáñez), la llevamos con nosotros dondequiera que vamos. En esa medida, y por medio de la influencia constructiva que hayamos ejercido y podamos ejercer en el futuro, la UTE ya dejó y seguirá dejando su marca imperecedera en la historia y la cultura chilenas y hasta algún alegre oleaje en playas lejanas.



BIBLIOGRAFIA

(1) L. Cifuentes, “Kirberg: Testigo y actor del siglo XX", Fundación Enrique Kirberg (1993). http://www.geocities.com/uteito/text/KIRBERGTESTIGOYACTOR.rtf
(2) L. Cifuentes, "Fragmentos de un sueño. Inti-Illimani y la generación de los 60”, Ediciones Logos (1989). http://www.trovadores.net/lmveure.php?NM=2
(3) L. Cifuentes, "La Reforma Universitaria en Chile (1967-1973)”, Editorial USACh (1997)
(4) L. Cifuentes, “Crisis y rescate de la universidad”
http://firgoa.usc.es/drupal/node/12202
(5) L. Cifuentes, "Crisis universitaria e investigación" http://www.ciencia.cl/CienciaAlDia/volumen4/numero1/articulos/articulo7.html
(6) L. Cifuentes, “La sombra de Abelardo”. http://www.geocities.com/uteito/articulos/abelardo.rtf
(7) Manifiesto Liminar de Córdoba. http://www.geocities.com/uteito/documentos/malicordo.doc
(8) L. Cifuentes, “A treinta años de un estallido”. http://www.geocities.com/uteito/articulos/claridad.rtf
(9) A. Yáñez, “La lucha por la Reforma Universitaria en la UTE”.
http://www.geocities.com/uteito/articulos/llanes.rtf
(10) H. Vega y A. Fica, “La Reforma en la UTE”.
http://www.geocities.com/uteito/articulos/ficavega.rtf
(11) L. Cifuentes, “El movimiento estudiantil de la UTE”, en (3).
(12) E. Kirberg, “Los nuevos profesionales”, Universidad de Guadalajara, México (1981). En dos partes:
http://www.geocities.com/uteito/text/NUEVOS_PROFESIONALES_PARTE_1_2002.rtf
http://www.geocities.com/uteito/text/NUEVOS_PROFESIONALES_PARTE_2_2002.rtf
(13) C. Kerr, “The uses of the university”, Harvard U. Press (1963)
http://www.hup.harvard.edu/catalog/KERUS5.html
(14) J. J. Duderstadt, “The future of the university in an era of change”, http://milproj.ummu.umich.edu/publications/change/download/change.pdf
(15) G. Casper, “Come the millennium – where the university?”, http://www.stanford.edu/dept/pres-provost/president/speeches/950418millennium.html
(16) Juan Vera, http://www.geocities.com/uteito/articulos/vera.rtf
(17) Tomás Ireland, http://www.geocities.com/uteito/articulos/TestimonioIreland.doc
(18) L. Cifuentes, “La izquierda ante el cambio de siglo”, Cuarto Propio, Santiago (1997)
(19) http://www.geocities.com/uteito/presenciaim.htm
(19) L. Cifuentes, “Semblanza de Reinaldo Irrgang”.
http://www.geocities.com/uteito/documentos/irrgang.doc
(21) J. M. Wilson, “The technological revolution: reflections on the proper role of technology in higher education” (2000)
http://www.jackmwilson.com/ArticlesTalks/The%20Technological%20Revolution-final.htm
(22) L. Cifuentes, “El proyecto MECESUP: un ejemplo de aplicación de la política universitaria del Banco Mundial” http://www.ciencia.cl/CienciaAlDia/volumen1/numero2/articulos/articulo7.html















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