Querid@s Jotos@s:
Hace 25 años cuando la Juventud Comunista celebraba el cincuentenario de su fundación, tanto en las trincheras combatiendo a la dictadura fascista en Chile, como en el exilio, desarrollando el trabajo solidario con nuestro pueblo, fue publicado un artículo en la Edición Nº 55 del Boletín Exterior del Partido Comunista de Chile. Este artículo que tiene por titulo " El treinta Aniversario de la Jota" fue escrito por el compañero Alejandro Yáñez, quién en la década del 60, había sido Presidente de la FEUT (Federación de Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado) y miembro del Comité Central de las Juventudes Comunistas de Chile. Este articulo, por su contenido, por su proyección y porque rememora grandes momentos de la Historia de la Jota, tiene que ser conocido por los jotosos de hoy día y compartir la emoción de su lectura tanto por los amarantos de ayer, de hoy y de siempre.
Les deseo un feliz cumpleaños y una buena lectura.
Con saludos fraternos y un fuerte abrazo.
Oscar Dante Conejeros.
Con la amaranto siempre en la memoria.
El 30 ANIVERSARIO DE LA JOTA
Por ALEJANDRO YAÑEZ
Si, dice treinta. No se trata de un error de imprenta. Menos aún de un olvido del autor. Es, precisamente, todo lo contrario: un recuerdo. Un recuerdo en homenaje al presente cincuentenario de la juventud.
El 5 de septiembre de 1962 se conmemoró, con gran realce político, el treinta aniversario de las Juventudes Comunistas de Chile. Como ya era tradicional, en el marco de las festividades se realizaron en Santiago, los “Encuentros Partido-Juventud”. Durante una semana, a partir de las siente de la tarde, llegaban a Teatinos 416, sede del Comité Central del Partido, centenares de jóvenes comunistas invitados a dialogar con los dirigentes más destacados del Partido.
De estos encuentros deseo referirme especialmente a uno que tuvo importancia en la lucha de los estudiantes comunistas de la Universidad Técnica del Estado. Se trata del que sostuvimos sen aquel aniversario con Fernando Ortiz.
Fernando Ortiz era ya a la sazón una de las personalidades universitarias comunistas más relevantes. Miembro del Comité Central del Partido y profesor e investigador de Historia en la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, era muy respetado en los círculos universitarios e intelectuales tanto política como académicamente. En el Partido y en la Juventud, y en general en el movimiento obrero y popular, Fernando Ortiz gozaba de un merecido prestigio y popularidad por su combativa trayectoria revolucionaria, expresada en el campo de la acción y de las ideas desde sus tiempos de dirigente estudiantil, a fines de los años 40 y a comienzos de los 50. Todo esto hacía particularmente atractiva para nosotros la perspectiva de este encuentro y un numeroso grupo de dirigentes de la DECUT, -Dirección de los Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado- llegamos al local con la suficiente anticipación como para ocupar los primeros lugares de la sala.
Los estudiantes comunistas de la Universidad Técnica del Estado vivíamos en aquellos días momentos difíciles. En agosto de ese años, menos de un mes antes del treinta aniversario, habíamos perdido las elecciones de la Federación de Estudiantes de nuestra universidad –FEUT- y con ello había sido desplazada la izquierda de su máxima dirección, la Presidencia y la Mesa Directivas de la FEUT que estaban en poder del FRAP Universitario pasaron a manos de la Juventud Demócrata Cristiana que en esos años llegó as dirigir las Federaciones universitarias de nuestro país.
A esa circunstancia, ya de por sí traumática para nosotros, se agregaba que los cuadros más fogueados había terminado a fines de 1961 sus estudios y, al no encontrar trabajo como profesionales por su reconocida condición de dirigentes estudiantiles comunista, se trasladaron a Cuba a colaborar en sus respectivas especialidades con la naciente revolución. Por eso, al frente de la DECUR, habíamos quedado militantes novatos recién promovidos, tan confundidos como asustados ante nuestras nuevas responsabilidades.
Así, pues, golpeados por la reciente derrota en la Federación de Estudiantes y bastante desorientados, llegamos al encuentro con Fernando Ortiz.
Por otra parte, pesaba sobre nosotros lo ocurrido en la FECH -Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile- donde la Democracia Cristiana había desplazado del poder a la izquierda en 1955 y se mantenía en esa posición, sin visos de ser removida, durante siete años seguidos. (La dirección Demócrata Cristiana en la FECH se prolongó por catorce años consecutivos, hasta fines de 1960). En esos tiempos el movimiento estudiantil y juvenil, parecía casi imposible recuperar lo que caía bajo su control.
No está demás decir que en esos días, por lo que nos había sucedido, se desarrollaba entere nosotros una vida discusión, muy crítica y autocrítica, acerca del por qué de nuestras derrotas. Estábamos conscientes de que en verdad habíamos sido incapaces de conducir realmente el máximo organismo estudiantil y de ganar el respaldo y la confianza mayoritaria de la masa. Necesitábamos hacer correcciones en nuestra conducta política, descubrir y corregir errores, elaborar una estrategia y tácticas más adecuadas, en una palabra, encontrar la forma de reconquistar lo período. En ello, por otra parte, estaba empeñado todo lo que constituía la arzón de ser de nuestra existencia, lo que nos había llevado a abrazar una causa que para cada uno de nosotros significó una gran conmoción en nuestras vidas, en nuestras convicciones, en nuestros ideales, e incluso, en nuestras relaciones familiares. Los problemas que nos ocupaban no eran en absoluto secundarios para nosotros. Además, no podíamos conformarnos con que los estudiantes hubiesen preferido ser dirigidos y representados por una tendencia política reformista como era la JDC en lugar de escoger a quienes éramos evidentemente revolucionarios.
Fernando Ortiz nos habló de sus experiencias como dirigente juvenil y estudiantil. En su época de estudiante había sido un líder notable y en la Jota llegó a desempeñar el cargo de Secretario General. Su conferencia estuvo llena de riqueza. Nosotros le escuchábamos con enorme atención. Dentro de ese caudal de vivencias políticas se destacó una de ellas, que no he olvidado jamás: el rol de los estudiantes comunistas de la Universidad de Chile en la histórica “huelga” de la chaucha de 1949.
Eran los años de la dictadura de González Videla. La represión arreciaba contar el movimiento popular y golpeaba con particular violencia a Partido y a las Juventudes Comunistas. Los campos de concentración y las cárceles estaban llenos de revolucionarios. Sobre el pueblo en su conjunto caía, además, la carestía de la vida, la cesantía, la explotación extrema. Un sordo y profundo descontento popular se había acumulado en el seno de las masas. La represión política económica era feroz, pero no lograba contener el aumento de la tensión social. En medio de dichas condiciones el gobierno decretó el alza de la movilización colectiva en 20 centavos, una “chaucha”. Fue la gota que rebalsó el vaso El pueblo se lanzó a la calle. Tuvieron lugar grandes manifestaciones de protesta. La indignación popular era muy grande. Santiago estaba prácticamente paralizado. No pocos autobuses fueron volcados en las calles, otros incendiados. El movimiento se extendió por todo el país. La policía fue impotente para restablecer el “orden”.
En estas jornadas la clase obrera hizo una gran demostración de fuerza. Del problema del alza de la movilización colectiva se pasó a enjuiciar toda la carestía de la vida, y la situación del país en su conjunto. Los trabajadores levantaron sus propias demandas en reivindicaciones económicas y políticas, figurando entre éstas la de derogar la “Ley Maldita” –la llamada ley de Defensa permanente de la Democracia- con que González Videla ilegalizó y persiguió a los comunistas. Durante más de diez días se mantuvo las lucha entrando y saliendo sucesivamente del combate huelguístico distintos sectores de trabajadores en base a una coordinación nacional. Cayó el gabinete de González Videla. La dictadura sintió el repudio generalizado del país y se vio obligada a hacer no pocas concesiones. De hecho, la “huelga de la chaucha” marcó el fin de ese gobierno oprobioso, nacido de la traición y de la sumisión servil a los intereses yanquis. La unidad y la coordinación alcanzada por los trabajadores en ese combate revertió tres años más tarde como uno de los factores que alumbró la fundación de la CUT.
La “huelga de la chaucha” fue una lucha popular en el más exacto sentido del término. Participó el pueblo y el rol relevan te lo desempeñó el movimiento obrero. Sin embargo, quienes iniciaron la protesta y prendieron fuego a la pradera seca fueron los estudiantes de la Universidad de Chile, encabezados por los jóvenes universitarios comunistas que no ejercían la máxima dirección de la Federación de Estudiantes.
¿Cómo pudieron hacer esto? Sobre esto nos habló Fernando Ortiz. El Presidente de la FECH en ese año, era el conservador Jorge Iván Hubner. La derecha controlaba el Comité Ejecutivo. La izquierda estaba en minoría y la influencia formal de los estudiantes comunistas era aún inferior, obligados a actuar bajo las limitaciones inmensas de la clandestinidad.
Pese a ello y siguiendo la orientación del Partido, los estudiantes comunistas iniciaron las protestas callejeras el mismo día que se decretó el alza de la movilización. Al principio no fueron seguidos por muchos estudiantes, pero la reacción del público fue tan favorable que la masa estudiantil rápidamente se incorporó a las manifestaciones. Quienes dirigían la lucha en las calles eran nuestros compañeros. Ellos daban las voces de mando, definían las tácticas, las consignas de acción, los puntos de concentración de fuerzas, las orientaciones fundamentales. De las primeras manifestaciones callejeras se llegó a las asambleas en las Escuelas y pronto toda la Universidad estuvo en ebullición. Los estudiantes comunistas, en los hechos daban la pauta a seguir y dirigían el combate. Por las tardes, luego de de los choques con la policía el estudiantado se replegaba al local de la FDECH donde los líderes formales derechistas no sabían qué hacer frente a la masa sublevada. También allí los comunistas asumían de hecho al dirección y representación estudiantil. La directiva formal de la FECH no podía sino ratificar y respaldar lo que era resuelto por quienes estaban efectivamente en la lucha, dirigiéndola. De esa forma, en esos días, la FECH pasó a ser encabezada por los estudiantes comunistas que resultaron ser ampliamente reconocidos como los auténticos dirigentes del movimiento estudiantil. En las elecciones universitarias siguientes la derecha fue derrotada y una coalición política progresista asumió la dirección de la FECH.
Cuando escuchamos este relato, los que formábamos la delegación de la Universidad Técnica intercambiábamos miradas pendientes de cada detalle de lo que decía Fernando Ortiz. Así terminar el encuentro nos reunimos a la salida del local y todos coincidimos en la misma idea: desde la minoría de la FEUT teníamos que convertirnos en nuestra Universidades los dirigentes reales de los estudiantes, aunque no fuéramos aún sus dirigentes formales.
Al cabo de tres años de lucha intensa y trabajo de masas la orientación anterior dio sus resultados en octubre de 1965 reconquistamos la dirección máxima de la Federación de Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado. Ello ocurrió cuando el auge democratacristiano estaba aún en su apogeo en el país. Sólo un año antes Frei había arrasado en las elecciones presidenciales. En las elecciones parlamentarias de marzo de 1963 la Democracia Cristiana logró la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados y no consiguió lo mismo en el Senado sólo porque su renovación era parcial. En las poblaciones, centros de madres, sectores campesinos, los democratacristianos ganaban la dirección de casi todos los organismos de masas. Las federaciones estudiantiles universitarias seguían todas bajo su control. Sólo en el movimiento obrero organizado no pudieron alcanzar la mayoría.
En medio de ese cuadro, el triunfo de una coalición de izquierda encabezada por las Juventudes Comunistas en las elecciones estudiantiles de la Universidad Técnica del estado constituyó un hecho político que tuvo repercusión nacional. Para muchos fue una sorpresa. Para nosotros, fue la ratificación formal de un hecho que tenía sólidas bases reales: apoyándonos en la experiencia transmitida por Fernando Ortiz y aplicando en nuestro medio la política del Partido, nos habíamos efectivamente convertido en los dirigentes estudiantiles reconocidos por la masa, en los que más firme y consecuentemente expresábamos y defendíamos sus intereses, que conocíamos sus problemas, que orientábamos finalmente, a pesar de estar en minoría, la lucha real de los estudiantes en esos años.
Después de esa victoria entendimos aún más profundamente por qué nos habían derrotado en 1962. Proclamarse revolucionario es un hecho muy importante en la vida de un joven, o de un ser humano en general. Pero ser reconocido como tal por la masa a la cual uno se encuentra ligado requiere mucho más que la autoafirmación.
En 1962 los estudiantes de la UTE estimaron, mayoritariamente, que la Juventud Demócratacristiana –JDC- podía conducir la Federación de Estudiantes de mejor forma de lo que lo había hecho la izquierda en 1961-1962. Y en una serie de aspectos tenían la razón. Trabajaban mejor en las cuestiones que se vinculaban a los problemas concretos, cotidianos, asuntos de bienestar estudiantil, becas, cooperativa de libros y apuntes, deporte, fiestas y recreación. Se vinculaban muy bien a los primeros años, a las muchachas. Su propaganda la hacían de manera eficaz. Eran más expertos en el manejo orgánico-administrativo del órgano estudiantil. En lo formal daban una imagen de seriedad y de mucha actividad. Negociaban mejor con las autoridades la solución de pequeños-grandes problemas que tenían su importancia.
Todo esto nosotros lo captamos y lo supimos aprender de nuestros adversarios en el movimiento estudiantil. Estos ángulos típicamente gremiales del quehacer de la Federación nosotros los mantuvimos y superamos cuando volvimos a ser mayoría, Nuestra consigna era que la FEUT dirigida por la izquierda debía hacer, en estos aspectos, lo que hacían los Demócratacristianos y aún más.
Sin embargo, a los estudiantes no les interesan sólo las cuestiones reivindicativas inmediatas. E incluso dentro de este tipo de problemas, no todos pueden resolverse a base de la negociación y las relaciones versallescas con las autoridades. Muchos problemas, incluso concretos, no tenían arreglo si el estudiantado no daba la pelea por su solución. Aquí comenzaba nuestra neta superioridad. Cuando se trataba de llevar adelante la lucha por las demandas universitarias o de proyectar la conducta estudiantil a los problemas nacionales o internacionales, los comunistas estábamos incuestionablemente a la cabeza.
Esta posición dirigente la íbamos logrando en medio de una intensa confrontación política con la JDC, pero sin romper las estructuras de la Federación de Estudiantes sino todo lo contrario: en un abierto y sostenido esfuerzo por reforzar la unidad y prestancia del organismo estudiantil. Éramos minoría en la FEUT, pero no “oposición”. Nunca boicoteamos sus actividades. Nos jugábamos por contribuir a su éxito, aunque transitoriamente ello vistiera a los que estaban en mayoría. Estábamos simultáneamente, en la base y en la cúspide del movimiento estudiantil.
Así aprendimos muchas cosas, entre ellas, a unir cuestiones reivindicativas con las aspiraciones más profundas por reforma universitaria, a ligar tales exigencias con los asuntos políticos generales, al combinar la negociación o autosolución de los problemas estudiantiles como método para su solución con la más firme combatividad y decisión de lucha cuando ésta era menester, fuimos ganando la confianza mayoritaria de la m asa y pudimos reconquistar lo que habíamos perdido.
En 1965, el estudiantado concluyó a base de su propia experiencia que la izquierda y particularmente los comunistas, estábamos ahora más capacitados que los demócratacristianos para dirigir la FEUT, encabezar sus luchas y representarlos en todo sentido. Y nuevamente tenían la razón.
No es el caso hacer aquí un recuento de lo que fue la lucha y las victorias de los estudiantes de la Universidad Técnica del Estado en esos años. Digamos solamente que la conducción de la FEUT por la izquierda estudiantil encabezada por los estudiantes comunistas de consolidó firmemente a partir del mismo momento en que volvió a asumir dicha responsabilidad. Desde 1965 hasta el golpe de estado fascista de 1973, dicha conducción fue reiteradamente respaldada cada año, por holgada mayoría absoluta, en las respectivas elecciones. Nunca más se volvió a producir un divorcio entre la dirección formal y la real del movimiento estudiantil. La FEUT encabezada por los comunistas llevó al estudiantado a librar victoriosamente grandes combates que tuvieron incuestionable repercusión nacional. La lucha por la democratización del ingreso a las Universidad, contra su limitación clasista denunciando los vicios del viejo bachillerato, lucha que dio vida al “Movimiento Universidad para Todos”; los combates por el Presupuesto Universitario en 1966, por la Reforma Universitaria, el Co-Gobierno y la democratización interna de la Universidad que logró plasmarse en un nuevo estatuto orgánico en 1967, representan algunos de los hitos principales de aquellas luchas. Merced a estos combates exitosos y a la influencia determinante y el prestigio que alcanzó la FEUT dirigida por la Jota, en 1968 fue posible elegir, en votación democrática y universal de profesores, estudiantes y trabajadores de la universidad, a un ingeniero y profesor comunista como Rector de la misma: Enrique Kirberg, que obtuvo alrededor del 70% de los votos ponderados.
Cada una de las luchas de la FEUT se proyectaba, por otra parte, con una clara perspectiva nacional, se inscribía conscientemente en el cauce de los combates generales del pueblo y se vinculaba, especialmente, al movimiento obrero organizado. La consigna “Obreros y Estudiantes, unidos adelante” tuvo multifacéticos formas de concreción. Teníamos convenios de ayuda mutua y solidaridad permanente –y efectiva- con numerosos sindicatos. Integrábamos sin falta los “Comandos de los gremios en conflicto”, según fueran las luchas sindicales que estuvieran desarrollándose al mismo tiempo de las nuestras. Sabíamos que los problemas universitarios podrían resolverse sólo si se convertían en demandas de todo el pueblo, respaldadas por la simpatía de la opinión pública del país. De esa forma, se establecieron riquísimos lazos entre el movimiento estudiantil y el sindical, entre la Universidad y la clase obrera, lazos de lucha, de solidaridad, de cooperación, de intercambio cultural y deportivo, e incluso de convivencia personal. Los dirigentes nacionales de la CUT eran regularmente invitados a las actividades estudiantiles y universitarias. Los dirigentes de la FEUT participaban constantemente en las reuniones sindicales. Una idea de la dimensión que alcanzó este intercambio puede tenerse leyendo el importante libro de Enrique Kirberg “Los Nuevos Profesionales” –editado recientemente por la Universidad de Guadalajara- que muestra las realizaciones de la Reforma Universitaria en la UTE y, especialmente, la proyección de la Universidad hacia los trabajadores y de estos a la Universidad.
Deuda colectiva pendiente, la recopilación exhaustiva de la experiencia acumulada por las Juventudes Comunistas de Chile en el movimiento estudiantil de las década de los 60 e inicios de los 70 es una necesidad que no puede seguir postergándose. La lucha por la Reforma Universitaria, que abarcó toda la educación superior chilena, dejó enseñanzas que bien podrían ayudar a los estudiantes de hoy, pese a las diferencias de las condiciones en que se desarrollo la “huelga de la chaucha” de las que a nuestra generación nos tocó enfrentar en la Universidad Técnica del Estado, Sin embargo, la lección de una época pudo ser aplicada en otra por muchos conceptos distinta. Lo importante es que se tuvo acceso a la fuente informativa y se supo descubrir en ellas aspectos que mantenían su vigencia en la nueva situación. Fernando Ortiz hizo su parte y nosotros la nuestra. Con el nunca comentamos este episodio y quizás si jamás sospechó la influencia que ejerció en nosotros su relato, ni podía adivinar el ángulo del mismo que a nuestros ojos iba a ser el más relevante. Pero esa es la lógica de la transmisión de experiencia y de su asimilación creadora.
Las cosas en Chile han cambiado radicalmente en comparación con la época en que germinó la Reforma Universitaria de los años 60. Y han cambiado para mal. La Universidad Técnica del estado ya no existe, fue descuartizada. La despojaron de todas sus sedes de provincias y finalmente hasta le cambiaron nombre, porque su nombre estaba impregnado de contenido revolucionario, reflejo de las luchas de sus estudiantes y de las realizaciones de la Reforma Universitaria llevada adelante por al comunidad entera encabezada por el Rector Kirberg. La FEUT, de combativas tradiciones fue proscrita el mismo día en que el campus universitario fue atascado con fuego de artillería y tomado por asalto por las tropas del régimen, el 12 de septiembre de 1973. Fernando Ortiz, junto a otros tantos patriotas y revolucionarios chilenos, integra la fatídica lista de los presos políticos desaparecidos. En diciembre de 1976 fue secuestrado por la DINA. Las Juventudes Comunistas, al igual que la Juventud Demócratacristiana y demás juventudes políticas democráticas, son perseguidas y ferozmente reprimidas en las Universidades de hoy. Esto es el fascismo. Sin embargo, la lucha estudiantil sigue existiendo y los estudiantes comunistas, junto a sus aliados de izquierda y a fuerzas que en su época pretérita incluso fueron sus adversarios, alientan y dirigen el combate por los derechos universitarios y por los intereses del país. A pesar de las enormes dificultades, en base a audacia, heroísmo, inteligencia, abnegación flexibilidad y confianza en el futuro, la resistencia antifascista echó raíces profundas en la Universidad y el espíritu de la rebelión popular invade las aulas y los campus.
Las experiencias de estos años negros confirman que, cualesquiera sean las circunstancias en que a los comunistas y, en general a los revolucionarios, les corresponda actuar, siempre se verán enfrentados a resolver un problema cardinal: mantener sus alzos con las masas, organizarlas y llevarlas al combate, llegando a constituirse en los dirigentes reales de las mismas. En la solución de este complejo problema tiene un papel muy grande la experiencia acumulada en épocas anteriores.
Si el requisito de convertirse en los dirigentes reales de las masas se resuelve con éxito, el reconocimiento formal de ese rol dirigente quedará también de manifiesto, más tarde o más temprano, incluso en las condiciones inmediatas del fascismo.
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