miércoles, 16 de abril de 2008

¡COMO AMÁBAMOS LA VIDA LAS MUJERES DE ENTONCES!



REFLEXIÓN DE UNA ALUMNA DE LA UNIVERSIDAD TECNICA DEL ESTADO

¡Cómo amábamos la vida las mujeres de entonces!
Iris Aceitón, ex - alumna UTE

Nuestra responsabilidad era tan grande que a veces se me apretaba el pecho por la emoción, por la responsabilidad de saber que estábamos construyendo la utopía de un mundo mejor...
Yo formaba parte de un gran grupo de mujeres y hombres maravillosos, estudiantes de la Universidad Técnica del Estado. Desde nuestro rector, don Enrique Kirberg, brillante académico, pasando por la Federación de Estudiantes, hasta el más humilde de los jardineros, estábamos comprometidos con el gobierno que encabezaba nuestro compañero Salvador Allende.
En nuestras aulas se organizaban grandes jornadas de trabajos voluntarios: El Pedagógico con sus brigadas de alfabetización, allá por Arauco; las compañeras de Nutrición en las poblaciones ayudando a mejorar la dieta de la familia proletaria; los ingenieros en las minas del cobre construyendo nuevas plazas, con áreas verdes para alegrar en parte los barrios grises de polvo y pobreza.
Nuestra universidad respiraba aire de vida y cultura, de vida y amor, de vida y compromiso. Los recitales de poetas, las exposiciones de pintura, las representaciones teatrales y las más hermosas y recordadas peñas folclóricas donde nuestro Víctor Jara junto a Inti-Illimani, Quilapayún y tantos otros nos nutrían el espíritu con su arte comprometido y militante.
Las mujeres medianamente emancipadas vivíamos el amor a concho, y la mayoría de las veces con mucha responsabilidad. Íntimamente lo sabíamos y la realidad así lo demostraba, que la derecha chilena junto a la CIA gestaban un golpe de Estado. Me dediqué a trabajar por la causa revolucionaria y a amar intensamente. Pero un día la píldora falló y constaté con terror que estaba embarazada. Yo provenía de un hogar desintegrado, huérfana de padre, mi madre débil y ausente, tenía un par de hermanos machistas y represores. El mundo se me vino encima. ¿Dónde quedarían mis inquietudes intelectuales y mi entrega a la revolución que tanto llenaba mi alma?

Yo no lo quiero amado
Para que nada nos amarre
Que no nos una nada.
(Pablo Neruda)

No podía, y tampoco quería ser madre. No estaba preparada apara la más hermosa tarea de amor que puede emprender una mujer. De acuerdo con mi compañero y juntando el salario de muchos de sus pares me fui a una clínica a realizarme un aborto. Fui una mujer privilegiada. La compañera de banco de mi hermana menor llegó a clases con un par de palillos insertados en su vagina. La hemorragia fue tan brutal que sólo la cercanía física del colegio con un centro asistencial, evitó su muerte segura.
“Así abortaron, abortan, y abortarán las mujeres del pueblo”.
Con mi operación no sufrí ningún daño físico, pero todavía llevo una huella en el alma. “No hay mujer en el mundo que aborte porque quiera”. Sólo nosotras las mujeres sabemos lo que significa dar tan gravitante paso.
Dos meses después mi país se sumía en la más negra de las pesadillas. El golpe de Estado azotaba mi patria. Mi amada universidad fue bombardeada, saqueada. Los fascistas no respetaron las salas cuna donde se encontraron decenas de hijos, alumnos y funcionarios. Como un milagro y como un homenaje a la vida no murieron allí niños asesinados. Decenas de mujeres fuimos torturadas y prisioneras llevadas al estadio Chile.
Mis hijos (dos varones) estudiaron en un colegio de curas. Desde muy pequeños les enseñaron que el aborto era un pecado. Yo, mirándole a sus diáfanos ojos, les conté mi historia.
¿Quién defendió la vida de los tuyos Ana González, la de tu esposo, la tus hijos, la de Nalvia Mena, tu nuera embarazada?
¡Y tú Marta Ugarte, con tu vientre hinchado partido en dos, apareciste en la playa denunciando la ignominia! ¿Llevabas aún a tu hijo en tus entrañas cuando te ataron a esos rieles que no quisieron cavar tu tumba en el fondo del océano?

Vino del mar envuelta en agua azul
La trajo el viento del más allá.
Dormida en las olas de espuma y sal
Sobre su propia herida mortal.
Vino del mar con una cicatriz
Que dividía su pecho en dos
Trazada por un furioso puñal
Que eternizó su indefensión.
(Patricio Manns)

¡Son los mismos! Aquellos que mataron, aquellos que con sus acciones y su silencio cómplice permitieron que la dictadura se eternizara con su delirio de horror y muerte.
¡Son los mismos! Aquellos que amparaban a Paul Schaeffer mientras violaba y torturaba niños.
¡Son los mismos! Los que ahora esconden entre sus sotanas a los curas violadores y abusadores de niños.
¡Y nos quieren convencer que defienden la vida al prohibir los métodos de anticoncepción que usa la mujer pobre para gobernar su propia sexualidad!
¡Mujeres de Chile, castiguemos a la UDI y a Renovación Nacional! Derecha cínica y corrupta. Nuestra mejor arma será la memoria. No olvidemos sus rostros, no olvidemos sus nombres, y a la hora de votar, defendamos nuestras vidas, las de nuestros hijos... ¡las todos los chilenos!

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