jueves, 22 de mayo de 2008

LA UTE EXIJE JUSTICIA PARA VICTOR JARA


LA UTE EL 19 DE MAYO DE 2008

Iris Aceitón Venegas

Me había enterado recién a través de la Radio Cooperativa del cierre del caso sobre el asesinato de nuestro compañero Víctor Jara. Sentí que el dolor, la impotencia y los recuerdos de ese fatídico 11 de septiembre se apoderaron de mí. Me llama por teléfono Osiel Núñez, nuestro dirigente héroe, último presidente de la gloriosa FEUT, me pide le acompañe a una reunión en la Fundación Víctor Jara. La noticia se extendía como un reguero de pólvora, algo había que hacer y nosotros responderíamos de la mejor manera que sabemos: con nuestra presencia en las calles, denunciando la monstruosa injusticia.
La Fundación está ubicada en el barrio Brasil, funciona en una hermosa casona antigua. En todos los rincones de sus grandes salas se advierte la presencia de Víctor; sus murallas inmaculadas sostienen decenas de afiches de todos los colores y en todos los idiomas, con su rostro hermoso, sonriente. Lo recordamos, yo , la última vez que lo vi en la Escuela de Artes y Oficios y Osiel narra el último momento que lo vio con vida en el estadio Chile:
“Estábamos en una larga fila en un pasillo del estadio. Un oficial de alto rango sacó de la fila a Víctor y a un médico, que después supe era un médico del Presidente Salvador Allende. Luego lo veo en una sala a un costado del pasillo, nuestras miradas se cruzaron. Estaba entero. En sus ojos no vi miedo; quizás era la resignación del mártir que sabe cual será su destino final” .



Tenemos muy poco tiempo. Hay que avisar a toda nuestra gente, hay que confeccionar banderas. Osiel, sin abandonar jamás su papel de líder, llama por teléfono, convoca, envía e-mails y yo con el ímpetu de aquellos años dorados, entusiasta, le sirvo de secretaria.
Mi casa está cubierta de banderas naranja. Iván, como el mejor brigadista de la Ramona Parra, sobre la mesa de mi comedor estampa las letras negras que dicen UTE, en el corazón de las banderas. La Grace, su fiel compañera le sirve de ayudanta. Poco a poco vamos reconstruyendo esta gran cadena humana de ex - estudiantes de la UTE, cadena humana que en realidad no lograron destruir jamás.
Esta tarde de lunes es fría y lluviosa. Por el lado de la Alameda, en las afueras de la USACh, nos vamos congregando lentamente. Algunos, tímidos, con miedo de abrazarnos muy fuerte y recordar sensaciones pasadas.
Nosotras las mujeres, sin pudor alguno, besamos sus caras y estrechamos sus cuerpos queriendo inmortalizar tan hermoso momento. Las banderas de la UTE ya flamean en todas partes y con paso muy lento, emprendemos el camino hacia el lugar donde viviéramos nuestro primer cautiverio, el ex Estadio Chile. Nos vamos por la vereda. Los gritos de “Víctor Jara presente!” y el U-ENE-I-TECNI se escuchan desde muy lejos.

Los transeúntes nos observan con curiosidad, nuestros rostros maduros pareciera que han recobrado la lozanía de los treinta y cinco años atrás, cuando junto a Víctor nos detenían en nuestra amada Universidad. De aquí lo sacaron vivo, para luego asesinarlo como a tantos de los nuestros.
Los gritos de “NO A LA IMPUNIDAD!” recorren las calles del barrio Estación. Llegamos al lugar de la tortura y de la muerte, al estadio donde lo mataron y que ahora lleva su nombre. Nos aplauden, nuestras banderas de la FEUT flamean. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Nos situamos en la cancha, ubico las graderías precisas donde me tuvieron prisionera los fascistas.



En el Estadio Víctor Jara aparece el destacado y solidario actor Daniel Alcaíno.
Veo a Max Berrú el de los Inti, emocionado, más comprometido que nunca. Nos abrazamos. No lucho más por detener mis lágrimas. Ahí está Rebeca, delicada y hermosa; veo a Blanca, a mis amigas: la Amelia, la Carmen, la Cachi, la Erica y las siento mis hermanas.
Osiel es el primero en hacer uso de la palabra, altivo, orgulloso, como un roble que no han conseguido doblegar exige justicia para Víctor Jara. Los artistas se suceden. Son muchos, han querido estar todos: cantantes, poetas, actores.
El Estadio Víctor Jara se transforma en una fiesta. Mientras una murga con sus instrumentos de bronce y sus bailes repletan el ambiente, diviso a Joan con su apariencia de paloma herida, pero con la fuerza guerrera de un águila. La abrazo, le beso su cara dolida y ahora comprendo de dónde saca la fuerza esta mujer maravillosa: de la convicción de que Víctor Jara no morirá jamás.

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