lunes, 13 de octubre de 2008
LA UNIVERSIDAD TECNICA SE CUADRÓ CON SU LIDER, OSIEL NUÑEZ
Ha transcurrido justo un año y aquí estamos nuevamente, casi los mismos, muchos más de los mismos que unidos por un cordón umbilical indeleble seguimos juntos en esta procesión de sueños hacia el infinito….
Y aquí, en esta selva nuestra, nuestra, porque es tan nuestra como tuya querido Osiel, cada uno de nosotros ha dejado su sello en algún rincón de esta tu amada tierra.
En cada piedra que tapiza tu patio surgen corazones que aquí se han amado, que aquí se han reencontrado.
Cada árbol, cada arbusto, han sido mudo testigo del abrazo fraterno de dos almas que fueron violentamente separadas.
En el aire se funden los aromas de amor, de amistad, con el perfume y el humo del carbón que se apresta a recibir en sus entrañas el gran trozo de carne que deleitará nuestros paladares.
Allá se levanta erguida llena de sencillez y nobleza la hermosa “camelia”, es Doña Teresa, Osiel, tu Sra. madre. Más allá, entre las “dos Petronilas”, Don Alberto, atiza y vigila el fuego. Son tus padres, Osiel, que desde no sé que planeta celeste, presencian esta reunión de locos mercaderes de utopías, traficantes de esperanzas y constructores de sueños que tú albergas.
¿Y si, parodiando a Quelentaro Osiel, de repente te mueres? Y no alcanzamos a decirte, ¡Cuánto te amamos!, ¡Cuánto te admiramos. Es el momento que lo sepas, que sepas, el orgullo que se siente ser uno de los tuyos, y que tú seas uno de los nuestros.
Cuando nuestra universidad fue ultrajada, bombardeada por los militares fascistas, tú respondiste con la virilidad del hombre que lo ha entregado todo a cambio de nada, que estuvo dispuesto a dar la vida por aquello que tanto nos costó alcanzar y que en ese entonces nos era arrebatado de la manera más cobarde.
Tú respondiste por nosotros, como muy pocos lo supieron hacer, tú diste la cara ante la felonía y la infamia, ante la tortura y la muerte y no te tembló la voz cuando le suplicaste al opresor que respetara nuestras vidas, aunque en esa súplica fuera la propia vida tuya la que se ponía en riesgo.
Y después, cuando no te permitieron vivir en la patria, fuiste por el mundo contando la pesadilla que vivía tu pueblo, denunciando la barbarie. Para luego exigir tu derecho de vivir en el suelo que te vio nacer.
Como un trovador de esperanzas llegaste nuevamente a tu país, y nos encontraste más viejos, más viejos y más tristes, con el corazón roto por la pena, por la nostalgia, con los brazos llenos de ausencias, acunando los fantasmas de los que partieron. Y nos convocaste y nos reuniste en ésta, tu selva. Nos adueñamos de tu patio, de tus árboles, de tu horno de barro, de tu caballo galopo, de tus perros, de tu casa inmaculada, de tu amado hijo Gonzalo.
Y aquí estamos nuevamente, llenos de amor, conmovidos por tantos recuerdos y tanta nostalgia; gracias a ti Osiel, gracias por aglutinar nuestros corazones, nuestros corazones todavía dispuestos a soñar, a luchar, con la esperanza de que lo” imposible, posible algún día podrá ser”.
IRIS ACEITON
OCTUBRE 2008.
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