martes, 8 de septiembre de 2009

DANIEL VERGARA, SUBSECRETARIO DEL INTERIOR Y SU VERSION DEL GOLPE DE ESTADO DE 1973, VIVIDO EN LA MONEDA

CONVOCATORIA A LAS JORNADAS DE SEPTIEMBRE DE 2009

Este 11 de septiembre la Corporación UTE USACH se moviliza

10 HORAS
MEMORIAL AL DETENIDO DESAPARECIDO FRONTIS USACH
HOMENAJE A LOS DETENIDOS-DESAPARECIDOS DE LA UTE-USACH.
ROMERIA A MONOLITOS Y A LA PLACA DE GREGORIO MIMICA
AULA MAGNA USACH DEVELACION DE LAS BANDERAS DE LA UTE
RESCATADAS EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

12.30 HORAS
MONUMENTO PRESIDENTE ALLENDE PLAZA DE LA CONSTITUCION
OFRENDA FLORAL DE LA CORPORACION UTE USACH



CON ALLENDE EL 11 DE SEPTIEMBRE
por Daniel Vergara

El BOLETIN ROJO, publicó en su Nº Marzo Abril 1983, un artículo que recordaba que el 12 de febrero de ese año se enteraban cinco años de la muerte de Daniel Vergara, subsecretario del interior del presidente Allende, miembro del Comité Central del PC La nota señalaba que la figura de este destacado abogado, es evocada con respeto, admiración y cariño por todo su partido en el país y en el exilio.

Añadía que en 1983 se cumplía un decenio del sanguinario putsch fascista del 11 de septiembre de 1973 y por esas razones, estimaba de particular significación dar a conocer en esas páginas la transcripción íntegra de la entrevista que Radio Berlín Internacional hizo en diciembre de 1976 a Daniel Vergara.

Daniel Vergara y el Dr. Enrique París, miembros del Comité Central del PC, fueron los dirigentes que estuvieron junto al Presidente héroe el 11 de septiembre. Asesinado salvajemente París, sólo Vergara alcanzó a exponer su testimonio.

Por su importancia, tan directa de la tragedia del 11 de septiembre damos a conocer esta conversación que reviste un valor histórico y político singular.

Han pasado de esa fecha ya 26 años y 36 desde 1973, y 31 del deceso del subsecretario Vergara, pero Uds. juzgarán la validez de las revelaciones de uno de los sobrevivientes del bombardeo de La Moneda.

¿ COMPAÑERO DANIEL VERGARA; UD. LLEGABA SIEMPRE A TEMPRANAS HORAS A LA MONEDA. ¿PUEDE EXPLICARNOS CONCRETAMENTE A QUE HORAS LLEGO ESE DÍA 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973, Y COMO FUE EL CURSO DE LOS ACONTE¬CIMIENTOS ?

Yo llegaba normalmente a la Moneda entre las 6,30 y 6,40, ese día también, desde luego, llegué muy temprano. Ya en la noche se ha¬bían producido una serie de acontecimientos que demostraban que el golpe se estaba desarrollando, lo que naturalmente pusimos en cono¬cimiento de nuestros superiores, empezando por el Presidente. En mi domicilio había diferentes aparatos telefónicos y sospechosamente 24 horas antes había dejado de funcionar el que me permitía comuni¬carme con todo el país y me vi privado en la madrugada de ese día de poder comunicarme con los intendentes, gobernadores y otros funcio¬narios del gobierno interior.

Cuando llegué a la Moneda la guardia estaba como siempre cumpliendo sus funciones; el Presidente en Tomás Moro se disponía a ir a la Moneda, también muy temprano, como efectivamente sucedió.

Empezamos a preparar el despacho, empezando por lo más urgente; nos pusimos en comunicación con los diferentes intendentes, gobernado¬res, delegados, esta era la operatoria de todos los días, comunicarnos con el personal de Carabineros y luego con los intendentes y hacer una especie de síntesis de todas las informaciones. Todo esto naturalmente ese día fue imposible porque ya había intendencias que estaban ocupadas, otras en que sencillamente al Intendente lo ha¬bían detenido, y con las que pudimos comunicarnos ellos ya comprobaban la presencia de militares en una disposición anticonstitucional de ocupación de esos recintos y de esta autoridad y representación de que habían sido investidos por el Presidente de la República.

Informamos de todos estos antecedentes por citófono a Tomás Moro. El Presidente demostró en esta conversación un ánimo sereno, conciente que la situación era muy grave, esto no podía desconocerse, pero con absoluto control, una actitud muy digna.

Informé con todos los detalles al Ministro Carlos Briones, en forma circunstanciada, para que estuviera en condiciones de explicar, si asi lo requería el Presidente, más allá de la información dada por el Subsecretario sin requerir mi presencia, lo que de todas maneras siempre ocurría por la deferencia y confianza ilimitada del Presi¬dente, de la que no sabemos si fuimos legítimamente merecedores.



¿ SI NO HUBIERA SIDO ASI, LA JUNTA NO SE HABRÍA ENCARNIZADO CON UD. Y OTROS COLABORADORES ?

Pareciera, efectivamente; el Presidente tuvo siempre una actitud, yo diría modestamente, extraordinaria no sólo de colaboración y confianza, sin jactancia, diría, de respeto. Bueno,informé al Ministro, en seguida llegó el Presidente. Con nuestros y otros antecedentes que él poseía, se conformaba un cuadro muy grave, de una situa¬ción que iba avanzando vertiginosamente, en una consumación de he¬chos de la que no cabía duda a nadie era un alzamiento, una confabulación y actitud golpista. Los hechos comprueban a partir de ese día 11 en los términos más deshumanizados, digo cavernarios, que nadie, ni aun aquellos que ya suponían propósitos aviesos de estos genera¬les encabezados por el traidor Pinochet, pudieron intuir que llega¬ran a extremos de los que hemos sido muchos, todo el pueblo chileno, todos, victimas de estos excesos y conducta delictiva de Pinochet, de lo que iba a ser más adelante la DINA, es decir, fundamentalmen¬te de los que aparecían protagonizando, dirigiendo como es el caso de los generales, todo ese accionar, repito, lleno de esa ferocidad inédita, sin parangón, que ni aún los que tuvieron una visualización más amplia pudieron aquilatar.

Hubo momentos, desde el comienzo, sobrecogedores. En seguida que llegó el Presidente, cuando la guardia fue reforzada todavía con más elementos, con tanquetas, llegaron oficiales, generales de Carabine¬ros entre los que estaban el Gral. Director y el Subdirector. Ya se sabia que los militares salían a las calles y los tanques se diri¬gían a la Moneda. Lo que más conmovía al Presidente era que estos ataques se centraban en las poblaciones, contra gente modesta, contra el pueblo que siempre le prestó su apoyo, y esto constituía una verdadera masacre para una población inerme ante fuerzas armadas con un material bélico de destrucción masivo, mientras estos compañeros pobladores estaban totalmente indefensos. Además que nunca tuvieron, ni ellos ni nadie, mucho menos el gobierno, la intención de enfren¬tar a las Fuerzas Armadas, las que sabíamos constitucionales y por lo mismo que nuestra conducta, nuestra observancia fue constitucio¬nal y legal, pero el pueblo tuvo que enfrentar a los militares. Por otra parte existía, el 11 y siempre, una desproporción abismante entre su poder de destrucción y esta indefensión del pueblo; por eso era que el Presidente se sentía tan sacudido cuando empezamos a re¬cibir antecedentes de estos ataques criminales.

Ya se iban posesionando, además de las Gobernaciones, de todo lo que era el aparato administrativo y ya enviaban proclamas por las radios que iban silenciando o de las que se iban posesionando, proclamas amenazantes como eran las de pasar por las armas a los que ellos llamaban "alzados", cuando eran ellos los alzados, y además proclaman¬do en forma conminatoria uno y otro ultimátum para que el Presiden¬te depusiera su cargo, renunciara a sus prerrogativas.

¿ COMO FUE LA REACCIÓN DEL PRESIDENTE ANTE LAS PROCLAMAS Y ULTIMÁTUM DE LAS FUERZAS ARMADAS ALZADAS ?
Tal como desde Tomás Moro, en que su actitud fue muy serena; debo agregar ahora, viril, de coraje como siempre fue toda su vida pe¬ro fundamentalmente ese día a través de todo ese episodio. Lleno de dignidad, con una proyección, en esos instantes, de un ámbito que para visualizarlo se requería de una gran capacidad, por que así de inmenso era su valor, esa dignidad del que se sabe consecuente con sus principios y sobre todo con la lealtad que siempre ofreció al pue¬blo y que nunca dejó de respetar, y que ese día a través de toda la jornada y por otros episodios que referiré más adelante, esa firme¬za, esa entrega, adquirían niveles superiores, que además de hacer¬lo muy digno a él como un verdadero dirigente, estadista, represen¬tante genuino del pueblo, le daban todavía, repito, una envergadura superior.

Ya en el curso de las primeras horas de la mañana habíamos tomado la convicción de que los hechos se estaban desarrollando en términos fatales, que se resolverían finalmente por sucesos irreparables, in cluyendo por cierto al Presidente; pero él, que nunca perdió la se¬renidad, demostrando hasta qué extremo su valor era tan auténtico que nos estimulaba, era su lealtad al pueblo y a la Constitución tan fidedigno, nos instaba a que saliéramos a enfrentar a estos elementos golpistas; él personalmente, y a la cabeza, accionaba para salir y responder a ese ataque tan injusto y cobarde. Nos pedia que lo acompañáramos para salir a pelear, pero obviamente nuestro deber fue de convencerlo de que era imposible asumir una actitud, no digo de lucha, de defensa contra elementos que estaban en condiciones de liquidarnos en un asesinato colectivo; ¿de qué manera podíamos plan¬tearnos un nivel de combate, contra los tanques por ejemplo? no di¬go contra los aviones, ¿contra todos los vehículos pesados además de los tanques? Hubo necesidad de repetirle, de rogarle para que no saliera, se expusiera y diera en el gusto a quienes se habían alzado de manera tan sibilina, con una conducta llena de perfidia y cinis¬mo como fue la que observó ese día y de ahí en adelante la Junta fascista que gobierna Chile.

Logramos finalmente que el Presidente no saliera, manteniendo en todo caso siempre esa actitud, repito, llena de coraje. Habíamos conocido mucho al Presidente en todos los momentos, aún en los más dra máticos, a través de esos 3 años en que cumplimos funciones como ti¬tular en la Subsecretaría del Interior. Siempre habíamos admirado, además de otros atributos, esa inmensa voluntad granítica, su valor y su dignidad pero nunca éstos alcanzaron una connotación de tanta re¬levancia como en el comportamiento observado por el compañero Salva¬dor Allende el día 11 de septiembre de 1973, en que no sólo demostró la altivez propia de quien ejerce un mandato legítimo, sino que como una demostración inequívoca de lealtad hacia ese pueblo, a los trabajadores a los que nunca defraudó en toda su vida de político y dirigente, menos como estadista y menos aún en esos instantes tan dramáticos. El asumió la actitud que correspondía de entereza y aún de orgullo que en el fondo traducían esa lealtad insobornable hasta ofrecer su vida, como lo hizo, cuando momentos más tarde lo asesinaron.

Además de todo esto, había el repudio, la condenación y hasta el desprecio por los fascistas que primero pisotearon la Constitución, de¬rrocaron al Gobierno y asesinaron al Presidente elegido por el pue¬blo.

A partir de la llegada del Presidente a la Moneda y en seguida que el Ministro y yo tomamos conciencia de que nuestra labor era innecesa¬ria en el Ministerio y en la Subsecretaría misma, nos habíamos tras¬ladado a su lado, primero para informarle, y en seguida por que estábamos convencidos de que teníamos que estar junto a él.

A partir de las 8 más o menos, con el Ministro ya no abandonamos ja¬más al Presidente, nos mantuvimos ahí muy cerca de manera que pudié¬ramos cumplir las órdenes que hubiese querido impartirnos. Ahora bien, yo creo que para referirme al Presidente y para que esto sea más ilustrativo de lo que era y fue su conducta tan digna, tan alti¬va, nos parece necesario remitirnos a hechos y situaciones concretas.

En seguida de que él también tomó conciencia de que ésta era una si¬tuación irreversible, y de que fatal e inevitablemente para muchos de nosotros acaso ese día era la última jornada de nuestras vidas, sin dramatizar, con ese control extraordinario que poseía, empezó por pedirle al resto de la guardia que permanecía fiel, que se retirara. Aunque no se ha planteado esta pregunta, entre las 8 y 8,15 la guardia empezó a desaparecer, aún cuando los generales y aún el general Di¬rector y el Subdirector de Carabineros permanecían allí.



¿ALGUIEN DIO INSTRUCCIONES, O FUE UNA ACCION INDISCIPLINADA, LLAMEMOSLA ASI, DE ELLOS?

Fueron instrucciones que recogieron a través de la radio de Carabineros, ya en manos de los rebeldes, los que impartían estas ór¬denes en términos conminatorios, por las que el personal sabía, por que se había proclamado un Estado de Guerra, que para ellos desobe¬decerlas equivalía a un proceso, proceso que se desarrollaba en mi¬nutos para darlos de baja como ellos llaman, para matarlos. De manera que este personal en su parte más importante, incluidas las tanquetas, desapareció, se fue.

Una parte no menos importante permaneció ahí manifestando su propó¬sito de seguir al lado del Presidente. Este los hizo llamar conjun¬tamente con los elementos de la policía civil que formaban parte del contigente habitual de protección y seguridad; los reunió y con la misma entereza que mantuvo siempre les pidió, yo diría que les exi¬gió, que se retiraran.

Les dijo que él naturalmente aquilataba toda la significación que tenia esta lealtad hacia su gobierno, pero que él con un sentido humanista no podía permitir que ellos tuvieran que sobrellevar una situación que fatalmente les iba a significar la muerte por quienes vistiendo el mismo uniforme se habían alzado contra la Constitución y no vacilarían en liquidarlos; que pensaran en sus familias, que si no querían pensar en ellos mismos pensaran en sus niños y en sus compañeras. Y como se observaba no sólo por parte de los oficiales, si no que por la tropa, el deseo de seguir a su lado, muy enfáticamente les reiteró volvieran a sus unidades, que la situación estaba planteada con su Gobierno, desde luego con él, con su persona, con la que dijo estaba planteada la cuestión del alzamiento. Hubo de reíterar su petición en forma muy enérgica para convencerlos, y asi y todo, aun cuando partieron muchos, no lo hicieron todos.

El episodio que quiero relatar es sobre el pedido muy dramático quehiciera el Presidente, pienso de que muchos de los que estábamos ahí presentes hemos sufrido no sólo un momento de angustia, fuimos so¬brecogidos por una situación tan conmovedora como la que se desarrollaba, cuando les pedía a sus hijas que se retiraran.

Suplicaba en una actitud que siendo muy viril por las razones y ex¬plicaciones que daba para convencerlas, era tan extraordinariamente paternal, de un cariño tan estremecedor que yo creo que todos noso¬tros nos sentimos también sacudidos. Las hijas del Presidente Allende obstinada, repetidamente se negaron a abandonar a su padre, es decir sobre todo a abandonar al Presidente.

Posponían esta relación filial con esta otra, todavía de envergadu¬ra superior, relacionándola con el apoyo que el pueblo prestaba siempre al Presidente y con la lealtad con que él por su parte corres¬pondió y que ellas querían seguir esta misma orientación al negarse a abandonar el palacio, a su padre y Presidente. Hubo necesidad que esta petición del Presidente se repitiera muchas veces, hasta que nos pidiera que contribuyéramos a convencerlas y a insistir con argumentos para que ellas definitivamente y en seguida de un largo diálogo, decidieran retirarse.

Primera parte
Colaboración de Dante Conejeros

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