miércoles, 7 de octubre de 2009

UN JOVEN ESTUDIANTE DE LA UNIVERSIDAD TECNICA DEL ESTADO DESPIDIÓ A MERCEDES SOZA EN BUENOS AIRES, LLEVANDO LA BANDERA CHILENA



En Buenos Aires, por Jorge Coulón


Siempre fue un fiesta caminar con Mercedes por las calles de Buenos Aires; el pueblo argentino, tan vecino y tan diferente de nosotros los chilenos, le manifestaba a viva voz todo su cariño, se detenía el tráfico y la pocas cuadras desde algún restorán a su departamento en Carlos Pellegrini eran un pequeño y emocionante carnaval.

Pocos saben que el 4 de noviembre de 1970 entre los miles y miles de manifestantes que celebraban la toma del mando del Presidente Allende, la famosa Mercedes Sosa no estaba sobre un escenario sino que marchaba anónimamente por la festiva Alameda Bernardo O'Higgins; a su regreso a la capital argentina comentó la fiesta con un joven chileno que pasaba unos meses en un curso dictado en el Instituto argentino de Normalización. Le contó que caminó todo el día, que vió, primero con preocupación y luego divertida cuando Luisín Landáez bailando y cantando cumbias, en un escenario seguramente más artesanal que los que hoy conocemos, repentinamente desapareció en un agujero del escenario, afortunadamente sin mayores consecuencias para él y para la alegría de ese día memorable... le contó que al final del día sus pies ya no daban más y que el atardecer la encontró sentada en una acera de la Alameda frente a la Gratitud Nacional. Los chilenos nunca supieron que ella había compartido su alegría desde donde la alegría es más intensa, desde el pueblo.

La famosa cantante y el entonces joven estudiante volverían a encontrarse muchas veces en los cuatro decenios sucesivos en las circunstancias y en los países más variados...

Hoy, casi cuarenta años después, se dejaron definitivamente. Él viajó especialmente a la perla del Plata con la esperanza de saludarla antes de su partida, pero en el aeropuerto de Santiago, el domingo por la madrugada, recibió la noticia de su muerte y su viaje sería entonces un saludo póstumo y quiso hacerlo, como Mercedes, desde el pueblo... compró en el aeropuerto una bandera chilena y voló para llegar directamente al Congreso argentino donde ya la fila de la gente común alcanzaba un par de cuadras, una hora antes de que se abrieran las puertas del Salón de los Pasos Perdidos, nombre que sólo la poética argentina podía imaginar para una bellísima sala que comunica el Senado con La Cámara de los Diputados.

Desde esa fila comprendió algo que un no argentino difícilmente comprende: cómo y con qué intensidad quieren los argentinos a la gente que quieren. Las conversaciones que junto a su compañera escucharon entre esa multitud darían para un libro o un tratado, ellos simplemente lo disfrutaron y el ahora viejo estudiante se imaginó cómo habría sido esa jornada de Mercedes entre los chilenos que celebraban el nacimiento de una esperanza... nada gratifica a los pueblos como la esperanza...

La fila avanzó hasta llegar ellos frente al féretro de Mercedes, allí quedó frente a ella y haciendo paralelo a una similar argentina la bandera de la estrella solitaria, allí estuvo acompañándola haciéndole llegar el cariño de Chile, ese poderoso símbolo, el único diferente al blanco y celeste que presidía la despedida y por eso mismo ardiente como una brasa con su rojo, blanco y azul tan marcados cuanto etérea es la coloración de los símbolos patrios argentinos...

Inútil contarles que el ahora viejo estudiante era yo y que me sentí representando a todos los artistas chilenos y latinoamericanos, que me sentí triste de comprobar que ninguna autoridad de nuestro país del rango adecuado se hizo presente, y orgulloso de haber puesto nuestra bandera a los piés de tamaña mujer, de semejante heroína de este continente.

Acompañamos a Mercedes y Fabián, su hijo, los centenares de artistas populares (no necesariamente famosos) que llegaron a saludarla y que, como una riada, pasaron por sobre la solemnidad del lugar y el momento para terminar cantando las más bellas zambas y chacareras. El desfile popular no cesó en las casi 24 horas del velatorio y hoy a mediodía la despedimos para dejarla en el también mítico cementerio de La Chacarita... parte de sus cenizas serán esparcidas en Mendoza... Quién sabe si el viento cordillerano lleve una parte de ellas hasta Chile y cuando vean la bandera chilena se sientan acompañadas de un cariño inexplicable con palabras, como todo cariño de verdad...

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