7) Campo de Concentración de Chacabuco.
Tipo siete am, comenzamos a cruzar el portón de entrada del Campo de Concentración de Chacabuco, escoltados por decenas de soldados, poco a poco vamos camino al interior del mismo. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando vimos a los ochenta compañeros que días antes habían salido del Estadio Nacional y de quienes no teníamos información hacia adonde los habían trasladado.
Nos llevan a una cancha de fútbol de tierra en el interior del campo, nos ordenan y nuevamente nos dan la orden de desnudarnos y revisan nuestro equipaje. Toman nuestros nombres y nos cotejan con las listas que ellos tenían. Nos plantean la rutina diaria que era: toque de diana a las 6 am, duchas en los baños colectivos, desayuno en la barraca – comedor a las 8 am, actividades propias en la mañana, almuerzo a las 12 m, actividades propias después de almuerzo, cena a las 6 pm y a las 8 pm todo el mundo a las casa asignadas y toque de queda hasta la diana. Nos agrupan en orden alfabético en grupo de 10 a 12 compañeros y nos asignan una casa por grupo y que es donde alojaríamos, nos indican que elijamos a un jefe de casa y que estos, a su vez, elijan a un jefe de pabellón, que agrupa un cierto número de casas y que los jefes de pabellón, a su vez, definan una jefatura del Campo con un representante mayor y a esta estructura la denominamos ‘Consejo de Ancianos’. Se nos informa que en cualquier momento y sin anuncio previo, sea de noche, sea de día, al toque dos golpes de corneta, rápidamente nos debíamos concentrar en la cancha con todas nuestras pertenencias pues así ellos podían hacer una requisa casa por casa y pabellón por pabellón a todo el campo.
La oficina salitrera Chacabuco, estaba conformada por diferentes áreas; el área de la estación con sus patios y almacenes de carga y descarga, el área de talleres, el área de mineralurgia y preparación del salitre, área del cementerio, el área de recreación y paisaje, donde estaban la plaza, rodeada de la iglesia, de la sinfónica, del teatro, de la pulpería y negocios y el área de las casas donde vivían tanto los obreros, como los técnicos y los administradores de la empresa. Esta ultima área y de acuerdo a la categoría y el cargo estaba dividida en la zona de las casas de los obreros, de los técnicos y de los administradores y de acuerdo a esas responsabilidades era la calidad y espacio de las viviendas. Esta área fue cerrada por la doble malla de alambres de púas y distribuidas a lo largo de la misma las torres de vigilancia y tenia un solo y grande portón de entrada, el cual no solo estaba siempre vigilado, sino que además, siempre estaba cerrado con candados, ese era el Campo de Concentración.
Dentro de este Campo o Ghetto, construíamos y realizábamos nuestra vivencia diaria los aproximadamente quinientos presos iniciales que inauguramos dicho campo. Formamos nuestras propias organizaciones de jefaturas y creamos varias comisiones, a saber; de salud (conformada por los médicos y odontólogos detenidos que ya eran como 20 o 30); el área de educación (formada por los educadores, tanto de enseñanza superior como media y primaria, aproximadamente unos 50); el área de apoyo legal (constituida por unos 30 abogados); el área de correos y correspondencia (formada por unos 5 compañeros de ese oficio); el área de deportes (conformada por unos 5 educadores físicos); el área de cultura y recreación (conformada por un gran numero de artistas de todas las disciplinas); área de limpieza y ornato (conformada por grupos de compañeros encargados de organizar el mantenimiento de la limpieza); área de asuntos religiosos (formada fundamentalmente por unos 10 pastores evangélicos y católicos); área de talleres (conformada por técnicos, ingenieros y especialistas para fomentar el manejo de técnicas productivas entre los detenidos) y otra serie de equipos que se fueron creando en el tiempo y a medida que llegaban mas y mas compañeros detenidos de diferentes partes del país.
Fuera del campo estaban ubicados los militares y ocupaban diferentes dependencias de la antigua oficina; casa de la administración (ocupada por la alta oficialidad que comandaba el campo); hospital de campaña (manejado por médicos y enfermeros asimilados a las FFAA); campamento de vivencia de los suboficiales y soldados, etc.
A las pocas semanas de estar en Chacabuco, llega el primer grupo de detenidos, después de nosotros y eran unos sesenta compañeros provenientes del Buque Esmeralda y otros de la Armada, que fueron utilizados como Campos Flotantes de prisioneros y otros del sur de Chile; Concepción y Lota y quienes estaban prisioneros en las instalaciones navales en Talcahuano. Todos estos compañeros venían en muy malas condiciones físicas, psíquicas y algunos heridos. Fueron sometidos a terribles torturas, golpizas y a días sin probar comida y agua. Nuestras médicos los controlaron y atendieron y consiguiendo medicinas con los médicos militares, lograron curar sus heridas y ayudarlos en una terapia psíquica a objeto ir disminuyendo en su mente las atroces vivencias a que fueron sometidos. De este grupo recuerdo al profesor de la Universidad de Concepción, el maestro Mario Benavente (militante del Partido Comunista). Nos contaron de sus terribles experiencias y de la cantidad de compañeros asesinados tanto en Valparaíso como en Concepción.
Un tiempo después, hay mucho movimiento en el campo y vemos entrar a unos 100 compañeros detenidos y que traían desde Santiago. Estábamos cerca de la puerta observándolos mientras ingresaban escoltados por los militares y nos impresionaban mucho las terribles condiciones físicas en que venían; muy delgados, pálidos y muchos muy golpeados y heridos. Recuerdo que a mi lado estaban Manuel Cabieses, Augusto Samaniego y Luis Alberto Corvalán, el cual de repente me grita igual que en la visita del Estadio Nacional… ¡Juan tu hermano Ernesto va en el grupo!...Veo a mi hermano, muy pálido, muy delgado pero con mucha entereza, corro por entre los militares y nos abrazamos, mientras yo de inmediato lo reprendía por no haberme echo caso y haber salido del país. Éramos entonces dos hermanos Ruilova detenidos en el mismo Campo de Concentración.
Una vez entregado este grupo al consejo de ancianos, fueron repartidos en las diferentes casas y mi hermano se vino a vivir donde yo estaba, junto a varios otros compañeros; el compañero Rondón, Rolando Rojo (intelectual y coterráneo de Ovalle), Augusto Samaniego, Carlitos Giessen (profesor de Historia de la UTE) y otros cuatro compañeros de los cuales no recuerdo su nombre. Conversamos con Ernesto en primer lugar de la familia y me cuenta que todos y en especial mi esposa Dulia, así como mi madre, estaban muy tranquilos desde que él me visitó en el estadio nacional, pues al fin sabían que existía físicamente y que ya no era un fantasma. Ya mi nombre estaba en las listas de prisioneros políticos que manejaba la Cruz Roja internacional y otras agrupaciones de DDHH, incluida las ligadas al Cardenal Silva Henríquez. Nos contaba de cómo la organización del partido, ya clandestino, comenzaba a operar en distintos lugares y nos narra con lujo de detalles su detención en la Escuela de Veterinaria de la Universidad de Chile.
Desde el golpe militar, las universidades son intervenidas y se nombran en muchas de ellas rectores militares y se inicia en el interior de las mismas una caza de profesores, administrativos y alumnos que simpatizaran con el gobierno del Presidente Allende. Se infiltra en las aulas universitarias a agentes civiles de inteligencia a objeto de recoger información que ayudara a los órganos de inteligencia en su trabajo de zapa. Los interventores rectorales nombran fiscales militares a objeto de interrogar y tomar decisiones de expulsión, de encarcelamiento o bien seguir en la casa de estudios en condiciones de vigilancia y control permanente. En mi caso personal, era profesor del Instituto Tecnológico Central de la Universidad Técnica del Estado y en comunicación anexa a este testimonio y con fecha 10 de Diciembre de 1973 y con el numeral 2009 y estando detenido en esa fecha, se me destituye de mi categoría como profesor de dicha casa de estudios, basado única y exclusivamente en apoyar al gobierno democrático de Salvador Allende. Como profesor de esta Universidad, participo en una asociación que se organizó a objeto de comprar un terreno y desarrollar en el mismo unas edificaciones unifamiliares para los profesores de la UTE. Obviamente me inscribo en dicha asociación, se entregaban cuotas mensuales y se avanzaba en la construcción de la misma. Esto se detuvo momentáneamente por el golpe militar y tengo entendido se construyeron las edificaciones y los apartamentos y los militares que controlaban la Universidad se apropiaron de estos bienes. Debido a mi calidad de detenido y después expulsado del país ME HA SIDO IMPOSIBLE, saber en cómo lograr aclarar legalmente esta situación absolutamente injusta e ilegal y aprovecho este testimonio para que ustedes puedan ayudarme al respecto. En cuanto a mi hermano Ernesto, fue sometido a varios interrogatorios en la Escuela de Veterinaria, por los fiscales y agentes de inteligencia que trabajaban abiertamente y con todo el apoyo de las autoridades impuestas en la Universidad. Un determinado día es arrestado, llevado a dependencias policiales y militares y después enviado como prisionero político al Campo de Concentración de Chacabuco.
Siguen llegando prisioneros al campo y se calcula que en el momento de máximo numero, se llego a una cifra cercana a los dos mil prisioneros políticos. Prácticamente durante casi unos seis meses, desde aproximadamente fines de noviembre de 1973 (cuando llegan los primeros prisioneros al Campo), hasta mayo de 1974, nadie salía en libertad y de vez en cuando llegaban grupos de detenidos. Varias veces llegaron oficiales de inteligencia a confirmar por listas si los que estábamos en el Campo eran exactamente los que ellos tenían registrados. La rutina se mantenía invariable, pero poco a poco se fue imponiendo las ideas y planteamientos del Consejo de Ancianos al mando militar que dirigía el Campo y que sufrió varios cambios de dicha estructura de mando.
Se manifestó poco a poco, el inmenso potencial moral, político, de organización y de nivel intelectual que tenia ese gran conglomerado de prisioneros políticos y se logró realizar un verdadero milagro de expresiones en todos los ámbitos del saber humano y acceder a estas acciones educativas y culturales, por parte de los militares que dirigían el campo. Nuestros médicos y odontólogos se hicieron cargo del hospital de campaña militar, y utilizando las excelentes instalaciones de este, realizar un sinnúmero de operaciones no solo al personal de detenidos sino también de personal militar. Muchos pacientes políticos y militares, se recuperaban de sus dolencias y enfermedades por este prestigioso grupo profesional y que estaba compuesto por eminencias médicas de nuestras universidades. Un caso patético, fue como producto de un accidente, se le dispara el fusil a un recluta en una noche y de inmediato, los militares buscan a nuestros médicos para que atiendan a los heridos en dicho hospital de campaña. Todos nuestros médicos hicieron lo humanamente posible para salvar a los tres soldados heridos y el más grave fallece en los brazos de nuestros doctores, llorando y pidiendo que lo salvaran pues no quería morir. No solo cunde el llanto entre nuestros médicos prisioneros sino incluso entre los jefes militares que nos tenían prisioneros. Todos los más jóvenes detenidos de inmediato dimos sangre para ayudar a salvar esas jóvenes vidas. Al otro día, el oficial jefe, nos agradece esa humana actitud y recalca el enorme humanismo y solidaridad que mostramos en ese doloroso suceso. Es importante destacar entre los médicos detenidos en Chacabuco a Danilo Bartulin, quien era uno de los médicos personales de Salvador Allende y quien estuvo junto a él en todo momento en el combate de la Moneda
Otra de las acciones medicas que merecen destacarse, fue la de un excelente medico, el doctor Jenkins, que era profesor de la Universidad de Chile en la Escuela de Medicina y que además era una eminencia mundial en cirugía de la mano. El General, Jefe de la División en Antofagasta, tenia una adolescente hija con un grave problema en su manito producto de un accidente, al saber este jefe militar que el mejor medico del país y uno de los mejores en el mundo en cirugía de la mano, lo tenía prisionero en Chacabuco, se moviliza en helicóptero hasta el campo, habla con este Dr. y le solicita lo ayude a recuperar la manito de su bella hija. El doctor Jenkins, se va con él y en el hospital de Antofagasta realiza la delicada intervención y logra que esa muchachita recupere la movilidad de su mano. El alto militar y su familia le agradecen este gesto y Jenkins les responde… ¡nosotros, no solo los médicos, sino los que estamos prisioneros en Chacabuco, tenemos como principio fundamental el de salvar vidas!... Este prestigioso profesional, tiempo después fue expulsado a Venezuela y después fue contratado por el hospital y la Universidad mas prestigiada de Alemania en cirugía de la mano.
Los odontólogos se dedicaron con mucho esfuerzo a mejorar la salud bucal de prácticamente todos lo detenidos en el Campo y con la máxima prontitud a objeto si llegaba orden de liberación, los detenidos se fueran con su dentadura recuperada. También asistían con su profesionalismo al personal militar.
Mención aparte merecen los artistas, quienes desarrollaron una intensa e importante labor a objeto de diseminar la cultura y la entretención a todos los prisioneros e incluso a los militares. Todos los viernes y sábados a las 7 se realizaba una velada y en ellas actuaban cantantes, músicos, poetas y actores de teatro, además de humoristas y circenses. Se destacaba el grupo musical Chacabuco y la mayoría de los poemas eran realizados por compañeros detenidos y que tenían esa cualidad. Uno de estos poemas que mas impactó, fue uno llamado “EL CHOQUERO” , y que fue en alusión a una lata vacía de duraznos o de leche condensada, a la cual se le agregaba con alambres una agarradera y servia de taza para tomar te o café (la choca, como dicen los pampinos) y que se convirtió en el utensilio mas fabricado, usado y querido por todos los detenidos.
Ya en ese entonces se podía enviar y recibir cartas y encomiendas a nuestros familiares y obviamente todos los documentos que llegaban eran abiertos y revisados uno por uno por los militares. Una vez realizada esta inspección, los militares entregaban la correspondencia al personal que manejaba la oficina de correo dentro del Campo de prisioneros y estos compañeros, con mucha seriedad y orden entregaban las cartas y encomiendas al personal correspondiente. Llevaban estadísticas de las mismas y todo tipo de correspondencia que entrara o saliera del campo pasaba por la simpática oficina de correos formada por este grupo de compañeros.
Se formó una Escuela y en ella se enseñó a leer y escribir a muchos que no lo sabían y erradicamos el analfabetismo de un grupo de compañeros. Se dictaban clases de mejoramiento ortográfico, de historia, de matemáticas, de inglés, francés y alemán y se dictaban charlas culturales y en el área del arte, se enseñaba cerámica en barro, pintura, etc. En la escuela se formó una biblioteca y los libros fueron donados por los prisioneros que salían en libertad y que dejaban sus libros antes de irse.
Se creó una estructura legal y los abogados ayudaban a resolver problemas legales que habían quedado pendientes de muchos de los prisioneros y además preparaban poderes y que después un notario les daba la autenticidad.
Se desarrollaron infinidades de actividades deportivas, fútbol, basketball, tenis, etc. y se realizaban campeonatos en los que incluso participaban los militares. Se creó en una de las casas, un gimnasio de pesas y tablas abdominales y las pesas fueron hechas con ruedas y ejes de trenes abandonados y que se traían de la parte externa del campo.
Se desarrollaron talleres de manualidades y habilidades técnicas, en los talleres de la oficina que estaban fuera del Campo. Se enseñó forja, electricidad, mecánica de tornos y de automóviles, carpintería, etc. Se montó prácticamente una fábrica de juguetes didácticos que fueron vendidos y con ese dinero se compró un televisor para entretención del personal detenido. Se desarrollaron habilidades manuales de repujado en cobre, fabricación de anillos y cadenas de cromo – níquel, tallado en madera y otros.
Se construyeron panaderías y dulcerías en el interior del campo y los panaderos tenían permiso especial para moverse en las horas de toque de queda a objeto que de madrugada comenzaban las labores de fabricación del sabroso pan de Chacabuco y el cual hasta los militares entraban a comprarlo temprano en la mañana.
Los compañeros periodistas, encabezados por el Gato Gamboa (Director de El Clarín), desarrollaban toda una labor de información y reportajes que se resumían en una hoja impresa y además de manejar la cartelera informativa del Campo, la cual era muy esperada día a día por todos los compañeros.
Se formaron varias iglesias evangélicas y había una gran cantidad de compañeros que participaban en estas actividades espirituales y que los ayudaban a pasar la incomunicación con la familia y otras situaciones difíciles que vive un preso.
Es de destacar a un personaje, característico y muy apreciado por todos los detenidos y que además se gano las simpatías del personal militar… ¡FILISTOQUE!.... Este personaje era un compañero militante del Partido Socialista, un compañero obrero, muy alto y corpulento, de cara rosada y con cara de gringo y quien siempre se destacaba en las presentaciones humorísticas en las bellas veladas de fin de semana. Un día, debe haber sido en el mes de marzo del 74, se presenta el oficial del Campo y nos pide que lo apoyemos en la formación de la banda marcial de su compañía y que seguro muchos de los detenidos habían hecho el Servicio Militar y participaron en las bandas donde prestaban dicho servicio. Así fue, muchos compañeros detenidos, se presentan y dicen haber sido flautistas, corneteros, cajistas de bandas marciales y sale Filistoque y dice que el fue Director de Bandas de Guerra. El oficial lo nombra director y le da como tarea la formación de su banda marcial. Era muy cómico ver como Filistoque iba dirigiendo y formando su banda de militares y el ruido de cajas, de cornetas, de pitos de flautas y las prácticas de formación y toque musical llenaban el espacio y el tiempo en las afueras del campo de Prisioneros. En los primeros días de mayo, ya Filistoque desfilaba por todas partes con su banda marcial y se veía que lo hacían con mucha calidad musical y marcial. En una de esas prácticas tiene la osadía de salir marchando hasta la carretera panamericana con su banda y las personas que pasaban en ese instante en sus vehículos se detenían a observar tan extraña formación, lejos del Campo de Prisioneros y en medio de la soledad del desierto. Sale el jefe de campo como loco en un jeep y le da una tremenda reprimenda a Filistoque por su osadía de salir de las fronteras del Campo de Chacabuco. No hay Chacabucano que no recuerde esta anécdota a pesar de los años transcurridos.
En fin, se fue transformando de forma vertiginosa este remoto Campo de Concentración en un pequeño pueblo que bullía de todo tipo de actividades y demostrando a su vez, tal como se dijo mas atrás, el tremendo potencial humano, intelectual y de trabajo que estaba latente en esas casi dos mil personas, que hacíamos vida en el Campo de Concentración de Chacabuco.
Obviamente esta rutina de calma, de sosiego, de buenas relaciones entre carceleros y de tenidos, se veían a veces empañadas por los llamados a formación imprevistas, las requisas sin previo aviso, y de vez en cuando uno que otro compañero que lo llamaban a interrogatorio tanto dentro del Campo, como algunos que se los llevaban a Santiago u otros lugares. De estas situaciones hubo dos, que después supimos, fueron compañeros desaparecidos, ambos militantes socialistas y con nexos con el MIR, uno de ellos que era un compañero con problemas físicos y que le decían el conejito y otro que era un profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile y señor de cierta edad y de quien lamentablemente no recuerdo su nombre (creo era el profesor Arce ) y a quien vinculaban con el equipo de seguridad de Allende. Uno de los casos más terribles en el campo fue el castigo que le dieron al compañero Nahum Castro (quien era Gerente de FFCC del Estado con Allende) y a quien lo tuvieron encerrado en una jaula de 2 x 2 metros durante unos dos días sin comida y sin agua. El castigo fue por decirle la verdad al Jefe del campo y de que este era un campo de concentración y no un campo de detenidos.
Se comenzaron a regularizar las comunicaciones escritas con la familia y además se recibían ciertas encomiendas enviadas por ella y uno de los momentos más emotivos fue cuando se pudo recibir visitas y llamándonos por los parlantes, salíamos fuera del campo a la zona de la plaza y la sinfónica y podíamos estar físicamente con nuestros seres queridos, por primera vez, desde el fatídico 11 de septiembre de 1973. En mi caso particular pude ver, abrazar y conversar con mi joven esposa (tenía 23 años) y saber de mis pequeños hijos y demás familiares (tenían 5, 3 y un año respectivamente). Mi esposa me contaba que previo al ingreso fueron groseramente tratadas y manoseadas por el personal militar y sometidas a requisas físicas profundas y groseras, así como a insultos por parte del personal militar. Todas ellas se ponían de acuerdo para viajar, pues la mayoría no tenia idea de donde quedaba este campo y el bus las dejaba en la panamericana a unos 2 km de la entrada al mismo. Le planteo a mi esposa que no me visitara más, a pesar de querer estar con ella, pues no quería que sufriera más esa situación enajenante y por otro lado ya había sido expulsado de la universidad como profesor y la situación económica era dura. Ella me contaba las penurias que le tocó vivir para poder saber del lugar en que me tenían detenido, pues no figuraba en ninguna lista. Sometida a múltiples humillaciones y vejaciones y más aun por ser tan joven, fue capaz de sobreponerse incluso a la idea de que yo estuviese muerto o desaparecido. Su perseverancia rindió sus frutos y finalmente aparece mi nombre entre los detenidos del estadio Nacional. Me contaba que había entregado la casa donde vivíamos a los dueños y quienes eran el Director del Instituto Nacional y su esposa y quienes también habían sufrido persecuciones, interrogatorios y finalmente expulsión de su trabajo. Ella junto a mis pequeños hijos se fue a vivir a Ovalle, en la casa de mi madre una vez supo de mi existencia. La solidaridad de la familia en estas situaciones tan dolorosas y difíciles se transforma en el hermoso gesto humano que es el espíritu de la familia.
Ella me contaba como nuestra casa en Santiago era constantemente allanada y visitada por los militares y que ella, intencionalmente, dejaba las puertas abiertas y se refugiaba en el segundo piso con nuestros hijos, mientras los soldados tomaban el primer piso, se metían a la cocina, se preparaban café y tomaban nuestro hogar como su casa. Me contaba como todas las noches se producían balaceras en el barrio y en la mañana cuando salían los vecinos a comprar el pan veían siempre cadáveres tirados en la calle y generalmente de muchachos jóvenes. Ellas suponían eran pobladores de la Población aledaña a la nuestra. Me contó de la detención de nuestro buen amigo valdiviano el Choño Sanhueza y quien era el jefe de las JJCC en la zona de Renca. El Choño fue el primer cadáver momificado encontrado en el campo de Pisagua. La noté muy fuerte, a pesar de su juventud y eso me dio mucho más energía para pasar el encierro.
Más o menos en julio de 1974, comienzan a salir compañeros del campo de Chacabuco, al principio unos pocos y después muchos más. Una tremenda alegría invadía el Campo en los momentos en que estos grupos de compañeros lograban su libertad. Se cantaba, se reía, se lloraba por tan bello momento y los que seguíamos quedándonos, sintiendo la nostalgia de los amigos y compañeros idos y viendo como poco a poco ese tremendo y patético Campo se iba quedando solo. Una de las alegrías más grandes fue cuando se anuncia la salida y posterior liberación y expulsión del país, de Luis Alberto Corvalán Castillo y quien después fallece en Bulgaria como consecuencia de las torturas a que fue sometido y que dejaron su huella. Si mal no recuerdo ya a fines de octubre y principios de noviembre no quedábamos en el campo mas de cien compañeros y debe haber sido en los primeros de noviembre que nombran a un grupo de unos setenta y cinco compañeros que no serían liberados sino llevados al campo de Concentración de Puchuncaví en la zona de Valparaíso. Dentro de ese grupo estaba mi amigo y compañero Manuel Cabieses así como el gran camarada, que después fue el Jefe del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) el compañero SALVADOR (Sergio Apablaza).
Quedamos en el campo unos veinticinco compañeros y dentro de los cuales estaba mi hermano Raúl Ernesto Ruilova Maluenda y nuestro querido viejo Rondón. Al otro día que sale el grupo a Puchuncaví, sentimos una fuerte bulla y movimientos y era la entrada al campo de alrededor de unos quinientos presos comunes. Estas personas, según contaban los militares, venían de Pisagua y estaban en muy malas condiciones físicas. Habían sido muy maltratados e incluso sometidos a falta de alimentación durante meses. Fue un impacto tremendo para el pequeño grupo de políticos que aun quedábamos, observar como esta gente se precipitaba a los tambores de la basura, buscando algo que comer. La situación que nos tocó vivir aproximadamente durante un mes fue muy difícil y delicada, pues nos tenían juntos a los presos políticos y a los presos comunes. Los compañeros me habían nombrado Jefe del grupo político y gracias a mi dureza y a mi fuerte contextura física y el tener conocimiento de las Artes Marciales, que pudimos controlar a esta gente que de inmediato quiso sobrepasarse con los políticos. Me vi envuelto en una pelea a golpes con el jefe principal del grupo más complicado de los comunes y gracias a que prácticamente lo molí a golpes, me gané el respeto de todos ellos y nos dejaron tranquilos. En esta pelea, que fue observada por todos los presos e incluso los militares, nadie se metió hasta el final de la contienda y del cual salimos victoriosos.
Al mes de convivir con estos presos comunes y mas o menos a fines de noviembre, nos llaman a los últimos veinticinco presos políticos, nos piden que recojamos nuestras cosas pues ese mismo día en la tarde seriamos trasladados hasta Antofagasta en Camiones del Ejercito y después por vía aérea al Campo de Concentración de Ritoque, ubicado cerca de Puchuncaví. Nos formamos y sin malos tratos nos montan en unos tres camiones y en una caravana muy protegida militarmente nos llevan por la Panamericana hasta la Base Aérea de Antofagasta. Ya oscureciendo llegamos al Aeropuerto Militar, los del ejercito nos entregan a los militares de la FACH y de nuevo nos toca vivir lo de siempre, malos tratos, insultos, golpes, culatazos y amenazas. Nos ordenan en fila india y como era de noche alumbraban al grupo con poderosos focos y rodeados de soldados de la FACH fuertemente armados y muy alterados y nos comienzan a montar en un avión Hércules de transporte de la Fuerza Aérea. Nos sentamos en pequeños grupos y al lado y frente a cada grupo soldados armados y amenazando constantemente. Salimos de Antofagasta de madrugada y mas o menos con unas tres horas de vuelo aterrizamos casi amaneciendo en una Base Aérea ubicada en la costa de Valparaíso (pensamos que en Con-Con). De nuevo los insultos y golpes tradicionales, nos forman y nos meten a unos camiones militares y nos transportan al Campo de Prisioneros de Ritoque.
Para no olvidar…
Impactante testimonio-crónica de un exiliado chileno
Por: Juan Ruilova
Caracas, Venezuela, Marzo de 2010
Señores
Comisión Valech.
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