4) Traslado a Valparaíso.
Como cuarta etapa de este testimonio, escribiré sobre lo que fue el traslado desde el Estadio Nacional, hasta el muelle de Valparaíso y donde posteriormente fuimos embarcados para ser transportados hacia Antofagasta.
No recuerdo la fecha exacta de esta salida, pero debe haber sido a fines de octubre o primeros de noviembre de 1973. Tipo 9 am, nos sacan por escuadras y pelotones hacia la zona de la puerta de la Maratón y fuimos introducidos ordenadamente en una gran cantidad de buses que estaban numerados y estacionados en dicho lugar. El despliegue militar y de Carabineros era enorme y la actitud de todos ellos muy agresiva. A golpes, empujones y culatazos nos metían en los autobuses y a medida que se llenaban, ordenaban los mismos en fila para la partida. Era como las películas de los Nazis de la segunda Guerra; helicópteros artillados sobrevolando el espacio aéreo alrededor del estadio, tanques y vehículos blindados con los ametralladoristas en posición de combate, motos con carros al lado y ametralladoras, camiones con carrocerías planas y en las que estaban montados cañones y ametralladoras antiaéreas, etc.
Tipo 11 am comienza la salida del estadio de esta caravana terrorífica, abriendo paso decenas de motos y carros de carabineros y militares, haciendo sonar las sirenas y luces encendidas, detrás unos cuatro buses y entre cada cuatro de ellos, los camiones con los cañones, tanques y carros blindados. Cerrando esta caravana el mismo tipo de vehículos de los que la abrían. La caravana sale del estadio y se enfila por la calle Ñuble hacia el poniente y buscando la carretera hacia Valparaíso. Miles de persona observando desde las calles, ventanas, techos y balcones de los apartamentos este grotesco desfile. Muchos llorando, casi nadie haciendo burla y mostrando sus rostros y expresiones, miedo, terror, asombro ante el dantesco espectáculo gratis que les ofrecía las FFAA de Chile….Cientos de chilenos, de compatriotas, detenidos y llevados prisioneros hacia un lugar que nadie sabía…, - qué historia mas triste y patética vivida en nuestro país –. Todas las bocacalles durante el trayecto estaban bloqueadas con trincheras de sacos de arena y sobre ellas policías y militares apostados con sus ametralladoras y surcando el cielo por donde se movía la caravana helicópteros artillados dando vuelta y custodiando el aire de un posible enemigo. De esta forma salimos de Santiago, se toma la carretera a Valparaíso y tipo 4 pm se hace entrada al puerto y miles de personas desde los cerros y casas observando tan absurdo espectáculo. Al final llegamos a uno de los muelles, nos obligan a bajarnos de los buses, nos ordenan en fila india y por escuadras y pelotones los militares y carabineros, nos entregan como un trofeo a la Armada nacional. Se hacen cargo de nuestra seguridad ahora la Infantería de Marina y comienza de nuevo a lo que ya nos tenían acostumbrado; gritos, insultos, golpes, patadas, culatazos para los traidores comunistas de nuestra patria, según vociferaban los valientes oficiales de estas unidades navales.
5) Andalién.
Termina acá la cuarta parte de mi testimonio y ahora explicare la quinta parte que tiene que ver con el abordaje a un viejo barco de carga salitrera, llamado ANDALIEN, el traslado por esta vía marítima durante unos cuatro días por el Océano Pacifico y la posterior llegada al puerto de Antofagasta, al Norte de nuestro país.
Una vez ordenados en fila india y de acuerdo a las escuadras y pelotones y como siempre a punta de patadas, golpes, insultos, culatazos, pero ahora de la Infantería de Marina, nos fueron subiendo al barco por las escalerillas, llegar a cubierta y meternos a las Escotillas de las bodegas del mismo. Las bodegas de este barco eran muy profundas y por unas escaleras marineras, de hierro y además resbalosas había que bajar verticalmente hasta el fondo de las mismas. Todo esto había que realizarlo a la carrera y el peligro de soltarse y caer al fondo era muy probable. Detrás mío venia el insigne académico Mario Céspedes, ya un hombre anciano y no acostumbrado a un trato tan vejatorio y menos tener la flexibilidad para bajar por ese hueco en forma vertical. Debido a que se le notaba el temor de bajar por las escaleras, los marinos comenzaron a insultarlo y a golpearlo, yo agarro su maleta la tiro hacia la bodega por la escotilla lo monto sobre mis hombros y me deslizo, con el encima, hasta el fondo de la embarcación. El profesor Céspedes, lloraba de impotencia, de amargura y agradeció, con la cortesía de un hombre de tanta cultura, mi osadía de ayudarle en tan difícil situación. Su maleta se partió al golpear el fondo y todas sus pertenencias se regaron por el piso, entre todos ayudamos a recogerlas. Fuimos el ultimo grupo en entrar y nos dimos cuenta que estaba atiborrada de compañeros – calculo unos doscientos - . En el centro de esta escotilla estaba colocado el CHUTO, que era un tambor de 200 litros, cortado por la mitad y en la parte superior dos tablas en V y ese era el baño para hacer nuestras necesidades biológicas, orinar y defecar.
Me encuentro en esta escotilla y cerrando el circulo alrededor del chuto a mi amigo y profesor de Física de la UTE, Luis Angulo. Luis, era también militante del Partido Comunista y si bien sabía que había caído en la UTE (Casa Central), no nos habíamos visto ni en el Estadio Chile ni en el Estadio Nacional. El vivía en la misma población en que yo vivía con mi esposa e hijos – Parque Alameda en Pajaritos -, la amistad que teníamos ambos se manifestaba también en la amistad de nuestras respectivas esposas e hijos. Fue muy agradable y emotivo este reencuentro, independientemente de las condiciones subhumanas en que nos encontrábamos – en el fondo de la sentina de una vieja embarcación salitrera – Luis había sido oficial de la Fuerza Aérea y con lagrimas y llantos llenos de dolor, me contaba como sus mismos ex compañeros de la FACH, lo habían torturado, lo habían golpeado y se habían reído de su condición de preso político. No les importó la amistad incluso entre sus familias y esto provocó en Luis un dolor espiritual que nunca se le pasó y que contribuyó mucho en su ánimo y su salud mental durante el arresto.
El barco zarpó de madrugada, los infantes nos alumbraban con poderosos focos desde arriba en cubierta y gritaban insultos contra los que estábamos abajo. Pasaron dos días de navegación, nos lanzaban con cordeles y en jaulas los platos con porotos, o lentejas, no nos daban agua y lo que mas hacían era lanzar chorros de agua con manguera para poder por lo menos mojar nuestros cuerpos, nuestras ropas, nuestros labios. La sed, el hacinamiento, el hambre, el miedo, el frío, la fetidez, iban haciendo estragos en la salud física y mental de los compañeros. El chuto se iba llenando de excrementos y orines, el olor se hacia insoportable y obviamente al no haber con que limpiarse después de hacer las necesidades el olor individual era terrible. Como al tercer día de viaje el bamboleo del barco era muy fuerte y yo calculo que en ese instante íbamos pasando por las alturas de Coquimbo y en donde siempre el mar es agitado y hay grandes olas que cruzar. De repente, el chuto se da vuelta y casi todo su pestilente liquido y excrementos cae sobre la humanidad de mi gran amigo Lucho y de varios otros compañeros que estaban vecinos a el. Esta situación produjo en Luis Angulo un aumento de su estado depresivo y nos preocupaba mucho su situación espiritual y mental. En la madrugada del cuarto día, nos anuncian que subamos uno a uno a cubierta y apenas llegados a esta y con mangueras de presión los infantes de marina nos bañaron y además una forma de lavar nuestras hediondas ropas. A pesar del frío fue refrescante salir a cubierta y vemos en el horizonte los típicos cerros desérticos que rodean Antofagasta. Estábamos al frente del puerto y poco a poco nos acercamos a el, hasta tocar el muelle tipo 2 pm.
Nuevamente, nos ordenan en fila india y por escuadras y pelotones en la cubierta y una vez mas a punta de golpes, insultos, patadas y culatazos nos hacen bajar a tierra por las escaleras del barco y nos entregan abajo al personal del ejército y quienes nos esperaban para montarnos en el tren y por este medio llevarnos hacia la Oficina Salitrera Abandonada y transformada en Campo de Concentración, que era CHACABUCO.
6) Tren a Chacabuco.
Termina acá la quinta parte de mi testimonio y paso a narrar ahora la sexta parte y que tiene que ver con el traslado en tren desde el muelle de Antofagasta hasta el campo de concentración Chacabuco.
La infantería de marina nos entrega al ejército y en las instalaciones cercanas al muelle el personal del ejército nos ordena en fila india y se vuelve a repetir lo de siempre; golpes, insultos, culatazos y gritos para ordenarnos en fila india y llevarnos para irnos subiendo ordenadamente en un viejo tren. Poco a poco nos introducen en los vagones a los más o menos cuatrocientos detenidos y cada vagón esta custodiado por personal militar fuertemente armado y en las dos puertas de entrada y salida de cada vagón son apostadas las ya conocidas y temidas ametralladoras alemanas Rheinmetall.
Cada dos vagones un vagón de carga sin barandas e instalado sobre el mismo ametralladoras y cañones antiaéreos, rodeados de sacos de arena y custodiados por pelotones artilleros. Un helicóptero artillado sobrevolando constantemente por encima del tren y tipo 4 pm arranca la locomotora, arrastrando varios vagones, con una carga de prisioneros políticos chilenos.
A medida que cruzábamos lentamente, las calles aledañas al tren en la ciudad nortina de Antofagasta, se repetía nuevamente la escena de nuestra salida del estadio nacional y llegada a Valparaíso. Miles de personas de los barrios vecinos observando con estupor, con asombro, con miedo y muchos con sus ojos llenos de lágrimas y en silencio el paso de esta caravana del terror y seguramente muchos lo comparaban con las películas de la segunda guerra, cuando los nazis transportaban a los prisioneros a los campos de concentración y exterminio…¡nuevamente el rostro del fascismo entronizado en nuestras FFAA y donde los principales seguidores de ese terrorífico absurdo, eran oficiales de nuestro ejercito!...
Lentamente la locomotora va subiendo hacia la planicie y comenzamos a dejar atrás a Antofagasta y adentrarnos en el desierto. El silencio en los vagones era impresionante, aun no sabíamos adonde nos llevaban y elucubrábamos al respecto… ¿ hacia dónde nos llevarían…?... ¿qué sería de nuestras vidas?.... la incertidumbre nos atormentaba. Comienza la noche desértica y el frío nos cala poco a poco hasta los huesos. Una oscuridad absoluta nos rodea y el único ruido es el de la locomotora y el rechinar de las ruedas de los vagones al rodar sobre los rieles. De vez en cuando un pitazo de la locomotora rompía ese silencio absoluto que reinaba en ese terrorífico ambiente.
Tipo 4 am, observamos que el tren se detiene y vemos una derruida y vieja estación alumbrada con fuertes focos de luz manejado por los militares y un pequeño y viejo letrero que indicaba el nombre de la estación…¡ CHACABUCO!..., recién nos vinimos a dar cuenta que nos habían trasladado a esa vieja y abandonada oficina salitrera y que el Gobierno del Presidente Allende la había declarado Monumento Histórico de Chile y ahora convertida por las fascistas FFAA de Chile en un campo de concentración para tener en ese inhóspito lugar, detenidos como prisioneros políticos, a centenas y centenas de chilenos.
Nuevamente los gritos, los insultos, los culatazos para bajarnos de los vagones del tren, ordenarnos y todo esto rodeado por cientos de soldados fuertemente armados, nidos de ametralladoras entre sacos de arena como trincheras, así como cañones antiaéreos, carros blindados con sus ametralladoras y cañones apuntándonos directamente.
Una vez ordenados, nos obligan a desnudarnos completamente y dejar nuestras ropas y equipaje al lado nuestro. El frío era impresionante y ya comenzaba a amanecer en ese trágico momento de nuestras vidas. El oficial a cargo del campo de concentración comienza una arenga con fuerte vozarrón, lleno de insultos, lleno de amenazas y reafirmando que todos los que estábamos ahí era por ser traidores a la patria y por lo tanto le diéramos la posibilidad de cierta insubordinación para matarnos a todos y que es lo que se debe hacer con los traidores.
Una vez terminada la arenga y ya amaneciendo, nos registran nuestro precario equipaje y nos ordenan vestirnos. Una vez realizado esto, nuevamente nos ordenan en fila india y se inicia la marcha al interior del Campo de Concentración Chacabuco. Lo que nuestros ojos vieron, fue lo que siempre vimos en las películas de la Segunda Guerra. Fuertes y altas alambradas electrificadas y rodeadas de mallas de alambres de púas en forma de concertinas y de doble pared. Cada ciertos metros altas torres de madera y desde las cuales se observaba a los soldados armados con las ametralladoras pesadas y armamento convencional. Nos obligaban a ir por un estrecho camino y sin desviarnos pues nos advertían que alrededor de toda la cerca y en una franja de varios metros, estaba el campo minado que rodeaba este terrorífico sitio de reclusión. Cruzamos la entrada y penetramos al interior del conocido mundialmente como Campo de Concentración de Chacabuco, ubicado en el medio del desierto de Atacama.
Termina acá, la sexta parte de mi informe, para adentrarnos en la séptima parte y que tiene que ver con las vivencias durante más de un año en el Campo de Concentración de Chacabuco.
Para no olvidar…
Impactante testimonio-crónica de un exiliado chileno
Por: Juan Ruilova
Caracas, Venezuela, Marzo de 2010
Señores
Comisión Valech.
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