domingo, 2 de agosto de 2015



PALABRAS DE EDUARDO VERDUGO REYES, QUIEN INTERVINO A NOMBRE DE LA CORPORACION SOLIDARIA UTE-USACH
100 AÑOS NATALICIO DE RECTOR ENRIQUE KIRBERG BALTIANSKI.

                                   Es tarea fácil tener que hablar de un personaje que es parte de nuestras historias de vida. Algunos tendrán la tentación de verlo como un candidato a monumento, especialmente para  aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo de cerca. Otros, preferirán  ver a nuestro querido Rector como el ser humano, el amigo de todos los que trabajaron junto a él.

                                   Ambas visiones son incompletas. Considerarlas por separado solo daría cuenta de una personalidad común y corriente, nada más lejana de lo que realmente fue nuestro Rector.

                                   Don Enrique fue como el que más, digno de  que su ejemplo quedara esculpido en granito, pero eso queda librado a poderes que están  más allá de nuestra simple voluntad o deseo. En cambio lo que  sí ya tiene asegurado, es el más hermoso y sólido de los monumentos, el que con su ejemplo  edificó en el corazón de todos los que tuvimos el privilegio de vivir esa epopeya magnífica que fue la creación de la Nueva Universidad Técnica del Estado, la Universidad Reformada. De ese monumento sí podemos encargarnos cada uno de nosotros, los que nos consideramos orgullosamente “hijos de la UTE”.

                                                                       La primera piedra de ese monumento, una de verdad, no de esas que en el pasado reciente se pusieron y raudamente  se sacaron por oportunismo político; es la piedra  de LA CONSECUENCIA.

                                   Don Enrique Kirberg a lo largo de su vida pensó de una forma y siempre, siempre actuó en consecuencia. En su época de estudiante de la EAO  ya soñaba  con una futura Universidad Técnica Estatal. Cuando organizó, fundó y presidió la Federación de Estudiantes Mineros e Industriales de Chile, siguió luchando por ese proyecto. Más tarde, estudiante de la Escuela de Ingenieros, no  solo soñaba  sino que perseveraba trabajando   porque ese sueño fuera realidad.

                                   Como profesor, cuando ya la Universidad Técnica del Estado era una realidad, lo mismo;  tratando que el novel plantel  fuera una gran Casa de Estudios Superiores, de primer nivel, que fuera el orgullo de la comunidad que la componía y por sobre de todo,  de Chile. Como decíamos los estudiantes de ayer “una universidad de barrio como la mejor del centro”. Por ello,  cuando al fin estuvo al frente en la conducción de la Universidad Técnica del Estado, su lucha por hacer su sueño de juventud  una realidad tangible, derivó en el proyecto de construir  una Gran Universidad, una que estuviera al servicio no solo de su comunidad académica sino que  por sobre todo al servicio de la Patria.

                                   Cuando la noche del fascismo se abatió sobre el Chile republicano y democrático en el que nuestra generación nació y creció, tampoco  abjuró de lo que él era. No se negó en ninguna de las facetas de su personalidad: ni como Rector de la Reforma, tampoco como el líder indiscutido de la comunidad académica de mestas casa de estudios,  y menos como demócrata y comunista. Golpeado por la horda fascista frente a todos los que allí estábamos, nunca fue más grande en dignidad y coraje para todos nosotros en esa hora límite.

                                   Dawson, la isla solitaria a donde fue enviado por la dictadura, fue el escenario en donde, junto a otros  demócratas ilustres, demostró de la fibra de que estaba hecho. Todo ese trágico periodo fue una demostración más de su consecuencia entre el pensar y el hacer.

                                   Años más tarde al regreso a su querida universidad  miles de estudiantes que no lo habían conocido personalmente lo aclamaron  como el Gran Rector de esta Casa de Estudios. En esa ocasión doy por cincelada est5a primera piedra.                   

                                   La segunda piedra basal la constituye el HUMANISMO.

                                   Tal vez  sea este el valor que más afianza el eterno cariño y admiración que tan firmemente anida en los corazones de quienes fuimos parte de  esa gesta histórica de construir una Nueva Universidad y que él encabezara.

                                    Del Humanismo de Don Enrique, brotó como manantial inacabable su permanente y personal preocupación  por todos aquellos  que lo rodeaban en el trabajo diario; en eso era todo un caballero a carta cabal. Permanentemente preocupado por lo que pudiera afectarles en su desempeño, es conocida la anécdota, casi una leyenda, como en la primera elección de Rector, el personal femenino de la Casa Central votó mayoritariamente por el otro candidato. Ya para la segunda el arrasó obteniendo el voto de todas las féminas  del edificio central de la Universidad. No olvidaba las fechas de los cumpleaños de las damas en cuestión, estuviera donde estuviera, incluido el extranjero. En sus recorridos por los pasillos de la Casa Central se detenía en los escritorios de las funcionarias para entablar cálidos  diálogos que traducían en palabras dicha preocupación por los demás.

                                   Durante los Trabajos de Verano que organizaba la FEUT, siempre se dio tiempo y espacio para visitar todos los campamentos en donde se encontraban los estudiantes de su Universidad para llevarles una palabra de reconocimiento por su labor solidaria  y de compromiso con nuestro pueblo.  Podríamos enumerar decenas de historias  que dan testimonio de su humanismo; solo quisiera compartir una más,  aquella que ocurrió la noche trágica entre el 11 y el 12 de setiembre del 73. Ese día llegó hasta la Universidad, Doña Inés Erazo su compañera de toda la vida, llevando alguna comida para  Don Enrique. Por la noche, los dirigentes estudiantiles que estábamos reunidos en el privado del Rector discutiendo el que hacer al día siguiente, fuimos sorprendidos al verlo  aparecer  junto con la Sra. Inés llevándonos unos platos de sopa, parte de lo que le había cocinado a él. Esa sopa, personalmente cedida por el Rector y servida en medio de esa noche  aciaga y fría  para Chile y los chilenos, entibió nuestros corazones como ninguna otra lo ha hecho después. En esos momentos dramáticos, el Rector demostró, una vez más, su permanente  preocupación por los demás. Pese a ser el responsable máximo por  toda la comunidad universitaria que se encontraba en los recintos de la UTE esa noche, se dio el tiempo para demostrar su preocupación por sus colaboradores estudiantiles. Así era él.

                                   Colocada en su lugar esta segunda piedra vamos por la tercera piedra basal de este particular monumento edificado en nuestros corazones: EL PROFESIONALISMO.

                                   Don Enrique fue un Ingeniero Industrial salido de la cantera de nuestra propia Universidad. Su prestigio profesional llegaba mucho más allá de  las fronteras de Chile, sus trabajos en el área de la iluminación eran reconocidos internacionalmente. Ocupó exitosamente  cátedras en las Escuelas de  Arquitectura de la Universidad de Chile y Católica de Valparaíso, además de la Escuela de Ingeniería de la UTE.

                                   Pero su mejor desempeño profesional, como académico-ingeniero o ingeniero-académico  fue como el Rector de la nueva Universidad Técnica del Estado. Allí desplegó toda su capacidad personal.

                                   No solo logró la plena democratización de nuestra casa de estudios sino que además la hizo a crecer hasta un nivel que nadie soñó, excepto él, seguramente. Se llegó a tener 23 sedes regionales; no había por esos días una universidad más nacional que la nuestra. Puso en movimiento todas las fuerzas internas de la Universidad haciéndonos sentir  parte de un gran proyecto histórico.

                                   La Universidad Técnica del Estado se vinculó estrechamente con las capas de la población más desfavorecidas. Lograron ingresar a ella cientos de jóvenes hijos de obreros y campesinos. Más de treinta mil jóvenes vieron en nuestra Universidad la posibilidad de acceder a nuevos niveles culturales y profesionales, logrando sentirse dignos actores del quehacer nacional.

                                   Fue Don Enrique quien les dijo, pasen, entren en esta casa grande, a esta Universidad de nuevo tipo, tanto tecnológica como humanista. Aquí todos son necesarios y bienvenidos en  la tarea de ponerla al servicio de las mayorías en el Chile más justo que queremos construir.

                                   Creo instalada la tercera piedra.

                                   Finalmente quisiera referirme a la cuarta piedra que completaría este monumento: su condición de REVOLUCIONARIO COMUNISTA. Fue fiel a dicho ideario hasta el último de sus días. Desde cuando allá por 1931, integró el soviet de Santiago durante  la breve República Socialista de aquellos años a su posterior militancia en la Juventudes Comunistas de Chile y más tarde en el  Partido de Recabarren hasta su muerte en 1992.

                                   Comunista  ejemplar, nunca  permitió que su militancia entorpeciera su labor al frente de nuestra Universidad, respetaba a ultranza al que pensara diferente a él, jamás le negó a nadie el derecho a disentir , consideraba particularmente la opinión de  aquellos que pensando distinto tenían algo que aportar a la nueva Universidad. Nada más extraño a él que una actitud sectaria en la conformación de equipos académicos o profesionales.

                                   Con esta cuatro piedras creo que el monumento a Don Enrique en nuestros corazones y memoria estaría completo. Es nuestra tarea conservarlo a través del tiempo y de las generaciones por venir.

                                   Queridos amigos aquí presentes, ojalá que Uds. como todos los de nuestra generación,  logren vislumbrar a través de estas   palabras lo que realmente fue para todos nosotros  Don Enrique Kirberg. Muchas personas  nos han preguntado  por qué, habiendo transcurrido más de 45 años desde aquellos días fecundos, seguimos siendo tan fieles a su memoria y tan identificados con su persona como si fuera ayer .No es difícil contestar a eso, solo podríamos decir que si viéramos pasar por estos pasillos al Rector Kirberg todos exclamaríamos a una sola voz, allí va la Universidad Técnica del Estado.

                                   El no está muerto para nosotros, cuando más,  transitoriamente ausente. Está presente hoy en esta sala del Consejo, en los pasillos de las diferentes Facultades, en los más que centenarios muros de la Escuela de Artes y Oficios, en los jardines de su querido Campus, en su amado rosedal,  pero por sobre todo en ese simbólico monumento de granito anidado en lo más profundo de todos los corazones de sus entrañables estudiantes de la Universidad Técnica del Estado.

Muchas gracias.

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