PALABRAS DE EDUARDO VERDUGO REYES, QUIEN INTERVINO A NOMBRE DE LA CORPORACION SOLIDARIA UTE-USACH
100
AÑOS NATALICIO DE RECTOR ENRIQUE KIRBERG BALTIANSKI.
Es tarea fácil
tener que hablar de un personaje que es parte de nuestras historias de vida.
Algunos tendrán la tentación de verlo como un candidato a monumento, especialmente
para aquellos que tuvieron el privilegio
de conocerlo de cerca. Otros, preferirán
ver a nuestro querido Rector como el ser humano, el amigo de todos los
que trabajaron junto a él.
Ambas
visiones son incompletas. Considerarlas por separado solo daría cuenta de una
personalidad común y corriente, nada más lejana de lo que realmente fue nuestro
Rector.
Don Enrique
fue como el que más, digno de que su
ejemplo quedara esculpido en granito, pero eso queda librado a poderes que están más allá de nuestra simple voluntad o deseo.
En cambio lo que sí ya tiene asegurado,
es el más hermoso y sólido de los monumentos, el que con su ejemplo edificó en el corazón de todos los que
tuvimos el privilegio de vivir esa epopeya magnífica que fue la creación de la
Nueva Universidad Técnica del Estado, la Universidad Reformada. De ese
monumento sí podemos encargarnos cada uno de nosotros, los que nos consideramos
orgullosamente “hijos de la UTE”.
La primera
piedra de ese monumento, una de verdad, no de esas que en el pasado reciente se
pusieron y raudamente se sacaron por
oportunismo político; es la piedra de LA
CONSECUENCIA.
Don Enrique
Kirberg a lo largo de su vida pensó de una forma y siempre, siempre actuó en consecuencia.
En su época de estudiante de la EAO ya
soñaba con una futura Universidad
Técnica Estatal. Cuando organizó, fundó y presidió la Federación de Estudiantes
Mineros e Industriales de Chile, siguió luchando por ese proyecto. Más tarde, estudiante
de la Escuela de Ingenieros, no solo
soñaba sino que perseveraba trabajando porque
ese sueño fuera realidad.
Como profesor,
cuando ya la Universidad Técnica del Estado era una realidad, lo mismo; tratando que el novel plantel fuera una gran Casa de Estudios Superiores, de
primer nivel, que fuera el orgullo de la comunidad que la componía y por sobre
de todo, de Chile. Como decíamos los
estudiantes de ayer “una universidad de barrio como la mejor del centro”. Por
ello, cuando al fin estuvo al frente en
la conducción de la Universidad Técnica del Estado, su lucha por hacer su sueño
de juventud una realidad tangible, derivó
en el proyecto de construir una Gran
Universidad, una que estuviera al servicio no solo de su comunidad académica
sino que por sobre todo al servicio de
la Patria.
Cuando la
noche del fascismo se abatió sobre el Chile republicano y democrático en el que
nuestra generación nació y creció, tampoco
abjuró de lo que él era. No se negó en ninguna de las facetas de su
personalidad: ni como Rector de la Reforma, tampoco como el líder indiscutido
de la comunidad académica de mestas casa de estudios, y menos como demócrata y comunista. Golpeado
por la horda fascista frente a todos los que allí estábamos, nunca fue más
grande en dignidad y coraje para todos nosotros en esa hora límite.
Dawson, la
isla solitaria a donde fue enviado por la dictadura, fue el escenario en donde,
junto a otros demócratas ilustres,
demostró de la fibra de que estaba hecho. Todo ese trágico periodo fue una
demostración más de su consecuencia entre el pensar y el hacer.
Años más
tarde al regreso a su querida universidad miles
de estudiantes que no lo habían conocido personalmente lo aclamaron como el Gran Rector de esta Casa de Estudios.
En esa ocasión doy por cincelada est5a primera piedra.
La segunda
piedra basal la constituye el HUMANISMO.
Tal vez sea este el valor que más afianza el eterno
cariño y admiración que tan firmemente anida en los corazones de quienes fuimos
parte de esa gesta histórica de
construir una Nueva Universidad y que él encabezara.
Del Humanismo de Don Enrique, brotó como manantial
inacabable su permanente y personal preocupación por todos aquellos que lo rodeaban en el trabajo diario; en eso
era todo un caballero a carta cabal. Permanentemente preocupado por lo que pudiera
afectarles en su desempeño, es conocida la anécdota, casi una leyenda, como en
la primera elección de Rector, el personal femenino de la Casa Central votó
mayoritariamente por el otro candidato. Ya para la segunda el arrasó obteniendo
el voto de todas las féminas del
edificio central de la Universidad. No olvidaba las fechas de los cumpleaños de
las damas en cuestión, estuviera donde estuviera, incluido el extranjero. En
sus recorridos por los pasillos de la Casa Central se detenía en los
escritorios de las funcionarias para entablar cálidos diálogos que traducían en palabras dicha
preocupación por los demás.
Durante los
Trabajos de Verano que organizaba la FEUT, siempre se dio tiempo y espacio para
visitar todos los campamentos en donde se encontraban los estudiantes de su
Universidad para llevarles una palabra de reconocimiento por su labor
solidaria y de compromiso con nuestro
pueblo. Podríamos enumerar decenas de
historias que dan testimonio de su
humanismo; solo quisiera compartir una más,
aquella que ocurrió la noche trágica entre el 11 y el 12 de setiembre
del 73. Ese día llegó hasta la Universidad, Doña Inés Erazo su compañera de
toda la vida, llevando alguna comida para
Don Enrique. Por la noche, los dirigentes estudiantiles que estábamos
reunidos en el privado del Rector discutiendo el que hacer al día siguiente,
fuimos sorprendidos al verlo
aparecer junto con la Sra. Inés
llevándonos unos platos de sopa, parte de lo que le había cocinado a él. Esa
sopa, personalmente cedida por el Rector y servida en medio de esa noche aciaga y fría
para Chile y los chilenos, entibió nuestros corazones como ninguna otra
lo ha hecho después. En esos momentos dramáticos, el Rector demostró, una vez
más, su permanente preocupación por los
demás. Pese a ser el responsable máximo por toda la comunidad universitaria que se
encontraba en los recintos de la UTE esa noche, se dio el tiempo para demostrar
su preocupación por sus colaboradores estudiantiles. Así era él.
Colocada en
su lugar esta segunda piedra vamos por la tercera piedra basal de este
particular monumento edificado en nuestros corazones: EL PROFESIONALISMO.
Don Enrique
fue un Ingeniero Industrial salido de la cantera de nuestra propia Universidad.
Su prestigio profesional llegaba mucho más allá de las fronteras de Chile, sus trabajos en el
área de la iluminación eran reconocidos internacionalmente. Ocupó
exitosamente cátedras en las Escuelas de
Arquitectura de la Universidad de Chile
y Católica de Valparaíso, además de la Escuela de Ingeniería de la UTE.
Pero su mejor
desempeño profesional, como académico-ingeniero o ingeniero-académico fue como el Rector de la nueva Universidad
Técnica del Estado. Allí desplegó toda su capacidad personal.
No solo logró
la plena democratización de nuestra casa de estudios sino que además la hizo a
crecer hasta un nivel que nadie soñó, excepto él, seguramente. Se llegó a tener
23 sedes regionales; no había por esos días una universidad más nacional que la
nuestra. Puso en movimiento todas las fuerzas internas de la Universidad
haciéndonos sentir parte de un gran
proyecto histórico.
La
Universidad Técnica del Estado se vinculó estrechamente con las capas de la
población más desfavorecidas. Lograron ingresar a ella cientos de jóvenes hijos
de obreros y campesinos. Más de treinta mil jóvenes vieron en nuestra
Universidad la posibilidad de acceder a nuevos niveles culturales y
profesionales, logrando sentirse dignos actores del quehacer nacional.
Fue Don
Enrique quien les dijo, pasen, entren en esta casa grande, a esta Universidad
de nuevo tipo, tanto tecnológica como humanista. Aquí todos son necesarios y
bienvenidos en la tarea de ponerla al
servicio de las mayorías en el Chile más justo que queremos construir.
Creo
instalada la tercera piedra.
Finalmente
quisiera referirme a la cuarta piedra que completaría este monumento: su
condición de REVOLUCIONARIO COMUNISTA. Fue fiel a dicho ideario hasta el último
de sus días. Desde cuando allá por 1931, integró el soviet de Santiago durante la breve República Socialista de aquellos años
a su posterior militancia en la Juventudes Comunistas de Chile y más tarde en el Partido de Recabarren hasta su muerte en
1992.
Comunista ejemplar, nunca permitió que su militancia entorpeciera su
labor al frente de nuestra Universidad, respetaba a ultranza al que pensara
diferente a él, jamás le negó a nadie el derecho a disentir , consideraba
particularmente la opinión de aquellos
que pensando distinto tenían algo que aportar a la nueva Universidad. Nada más
extraño a él que una actitud sectaria en la conformación de equipos académicos
o profesionales.
Con esta
cuatro piedras creo que el monumento a Don Enrique en nuestros corazones y
memoria estaría completo. Es nuestra tarea conservarlo a través del tiempo y de
las generaciones por venir.
Queridos
amigos aquí presentes, ojalá que Uds. como todos los de nuestra generación, logren vislumbrar a través de estas palabras lo que realmente fue para todos
nosotros Don Enrique Kirberg. Muchas
personas nos han preguntado por qué, habiendo transcurrido más de 45 años
desde aquellos días fecundos, seguimos siendo tan fieles a su memoria y tan
identificados con su persona como si fuera ayer .No es difícil contestar a eso,
solo podríamos decir que si viéramos pasar por estos pasillos al Rector Kirberg
todos exclamaríamos a una sola voz, allí va la Universidad Técnica del Estado.
El no está
muerto para nosotros, cuando más, transitoriamente ausente. Está presente hoy en
esta sala del Consejo, en los pasillos de las diferentes Facultades, en los más
que centenarios muros de la Escuela de Artes y Oficios, en los jardines de su
querido Campus, en su amado rosedal, pero
por sobre todo en ese simbólico monumento de granito anidado en lo más profundo
de todos los corazones de sus entrañables estudiantes de la Universidad Técnica
del Estado.
Muchas
gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario